ECONOMíA › ALGUNOS REMARCAN, OTROS ESPERAN LA REACCION DE LOS PROVEEDORES.
Paisaje porteño post devaluación
Las cámaras aseguran que no hubo remarcación en los comercios minoristas, pero no siempre es así. Los supermercados intentan mantener los precios. Lo que más escasea son los clientes.
Por Horacio Cecchi
Si una palabra define al comerciante porteño del Fin de la Convertibilidad es “esperar”. Todos, de una u otra manera, están a la expectativa, no ya de nuevas medidas económicas, ni de la respuesta del público, ni de la devaluación: aguardan que sus proveedores, desvanecidos como un gas se rematerialicen, y con ellos vuelvan los precios. “No sé a cuánto van a venir, ni cuándo”, dice la encargada de una casa de perfumes y se refiere a los perfumes y sus precios. “Hasta que no repongamos no tenemos que remarcar”, aseguraron en una casa de electrodomésticos pese a que sus artículos subieron en la misma proporción que el dólar. Mientras la CAME aseguraba que “el comercio minorista no remarcó precios”, una simple pila que antes salía 1 peso ahora sale 1,40. Ayer, representantes de asociaciones de defensa del consumidor se reunieron con Eduardo Duhalde para pedir la organización de un Consejo Federal para controlar aumentos injustificados.
“Nosotros no aumentamos los precios.” El cartel, prolijamente impreso, cuelga de la vidriera de la casa de regalos y artículos del hogar, sobre la avenida Santa Fe. “Si aumentamos nadie viene”, asegura Fernanda, aunque no aumentar no sea garantía como se encarga de afirmarlo el enorme salón, rebosante de artículos y vacío de clientes. Y aunque las ventas ya venían bajando desde hace tiempo, según explicó la joven, las últimas fiestas de fin de año fueron un lamento 50 por ciento mayor a las del año anterior. “Todos nuestros productos son importados. No aumentamos porque los proveedores no vienen”. La joven asegura haber recibido el llamado de 20 proveedores, poniendo las nuevas condiciones para reaparecer: “El pago es en efectivo y en dólares. Nada de cheques, si no, no entregan. Cuando vengan los precios nuevos vamos a ver si aumentamos o no”.
Semejante estrategia de atracción al cliente tiene su costo silencioso detrás de la vidriera: desde el 28 de diciembre, dicen allí, la casa de regalos despidió a tres empleadas, no pagó el aguinaldo, el sueldo está por verse, y si se ve será visto en partes, según se encargó de deslizar una sobreviviente.
“Acá no aumentaron nada, un poquito nada más el pollo al spiedo, pero sin pollo al spiedo no me muero”, dice Graciela empujando el cochecito con su bebé, ingenuo de toda devaluación, y una bolsita de supermercado con un par de productos, frente al Disco de Santa Fe al 3000. “Las ciruelas descarozadas estaban a 2,80 –explica Marta, jubilada, refiriéndose al Norte–, y ahora aparecieron a 5 pesos el paquetito. No lo compré”. “Yo vine a comprar el quesito Philadelphia porque en otro supermercado directamente no había –dice la amiga de Marta–. Pero en éste está muy caro”. En la puerta del supermercado, un florista sintetiza: “Nos van a obligar a usar los productos nacionales. No está mal, aunque las flores nacionales duran poco. Pero no hay otra cosa”.
“Todo lo que se vende acá es de China, Taiwan, Corea. En Brasil con esto se hacen una fiesta”, dice el gerente de un local de Garbarino. “La venta viene bajando desde hace rato, no entiendo eso que están diciendo que el público se lanzó a comprar todo.” En el local de electrodomésticos, los precios de los productos figuran en pesos, y el dólar fue estratégicamente borrado de la vista, aunque ostensiblemente figure en el valor final: un simple cartucho de impresora que hace un mes se vendía a 40 pesos ahora aparece a la venta por 56, exactamente un 40 por ciento más.
En la perfumería La Pharmacie, en Alto Palermo, la encargada Ana María asegura que no remarcaron precios. “Son precios de lista, iguales en todo el país, y determinados por los proveedores”. Según Ana María, los importadores están desaparecidos “y lo van a seguir estando hasta que sepan con qué dólar se van a manejar”. No recargan el pago con tarjeta, pero tampoco financian, hasta tanto las tarjetas no confirmen el modo en que van a pagar a los comercios. En La Americana, viejo almacén de bebidas y productos importados, de Billinghurst y Santa Fe, sus dueños aseguran: “Los importadores están guardaditos y no sabemos cuándo van a aparecer. Quieren verdes cash”.
Entretanto, la Cámara de Actividades Mercantiles Empresarias (CAME) aseguró que el comercio minorista “no aumentó en general sus precios”, acusando las ventas “totalmente paralizadas” y denunció “una psicosis de remarcación inexistente”. La CAME sostiene que almacenes, rotiserías y panaderías no remarcaron, excepto “en productos importados, harinas y aceites”, tampoco en bares, sastrerías, tiendas de ropa masculina, boutiques, heladerías y casas de regalos. Algunos esperan despidos.