Lunes, 24 de abril de 2006 | Hoy
ECONOMíA › ECONOMISTAS DEL PLAN FENIX Y CEIL-PIETTE CONICET
Roberto Frenkel (Cedes), Rubén Lo Vuolo (Ciepp), Héctor Valle (FIDE), Daniel Heymann (Cepal) y Robert Boyer debatieron sobre el régimen de acumulación, estrategias de los actores económicos y modos de desarrollo sustentables.
Por Fernando Krakowiak
La economía parece atravesar uno de sus mejores momentos. Hace tres años que crece a una tasa promedio del 9 por ciento, el desempleo quedó a unas pocas décimas de quebrar la barrera de los dos dígitos, la pobreza y la indigencia bajaron, el consumo crece, las empresas ganan fortunas, las exportaciones superaron los 40 mil millones de dólares ayudando a mantener un amplio superávit externo y el superávit primario le permite al Gobierno financiarse sin tener que recurrir al mercado de capitales de manera desesperada. Pese a la contundencia de los datos, los economistas heterodoxos nucleados en el Plan Fénix y en el CEIL-Piette Conicet se reunieron en un seminario la semana pasada, tal como lo hacían en el peor momento de la crisis. En esta oportunidad, con la intención de pensar estrategias de desarrollo para superar una coyuntura que continúa siendo crítica más allá de la mejora relativa. El panel de cierre convocó a Rubén Lo Vuolo, economista de Ciepp; Héctor Valle, economista de FIDE; Roberto Frenkel, investigador del Cedes; Daniel Heymann, de la Cepal, y el economista francés Robert Boyer, quienes discutieron apasionadamente el régimen de acumulación actual, las estrategias de los distintos actores económicos y la búsqueda de modos de desarrollo sustentables.
Frenkel abrió el juego haciendo referencia a una anécdota que lo tiene como protagonista. “Cada vez que voy al club me cruzo con hombres de negocios que reconocen mi entidad de economista y luego de hacer algún comentario sobre el presente me dicen: ‘¿Y, Frenkel, cuánto dura esto?’. Esa visión crítica sobre el futuro responde a la experiencia de los últimos 50 años, pero no se justifica si se hace un análisis de los factores que están detrás de la recuperación actual”, afirmó el ex jefe de asesores del ministro de Economía Juan Vital Sourrouille. Luego se dedicó a enumerar las ventajas que tiene una coyuntura actual donde se combinan el superávit fiscal y el externo, una tasa de inversión alta y un crecimiento del PBI que “desde el 2002 para acá se expandió un 30 por ciento y si este año crece 7,5 por ciento estaríamos en un producto per cápita 4,5 por ciento más alto que el de 1998”, aseguró. Al referirse al superávit externo, destacó que “para esto han contribuido los altos precios de las commodities exportadas, pero también un tipo de cambio competitivo y el perfil de la reestructuración de la deuda. En los próximos años los intereses van a ser del 1,5 por ciento del producto cuando en el 2001 representaban el 3,8 por ciento”.
Al analizar el largo plazo, descartó la inevitabilidad de una crisis del sector externo, como pasó recurrentemente a lo largo de la historia, al asegurar que “los problemas que solíamos tener en los años ’60 y ’70 empezaron a ser superados a mediados de los ’80, cuando comenzó la producción de soja. De ahí en adelante nuestros problemas de balanza de pago fueron eco de las apreciaciones cambiarias y de la acumulación de deuda externa, pero no consecuencia de una fallida inserción internacional”. Por último, se refirió al superávit fiscal primario, descartando que sea una consecuencia sólo de las retenciones a las exportaciones. “Hay una base fiscal mejorada. Sin retenciones tenemos un equilibrio primario, pero en realidad ese equilibrio ha absorbido el déficit de la seguridad social que se había generado con la reforma previsional”, aseguró.
Rubén Lo Vuolo resultó uno de los más críticos del panel al decir que “lo que está haciendo el gobierno de Kirchner tiene mucho que ver con las propuestas ortodoxas. Es ortodoxo tener un superávit fiscal brutal y que ese superávit se haga con un sistema tributario regresivo y ajustando gastos sociales. Es ortodoxo recomponer la acumulación a costa de los ingresos de los trabajadores”. Luego cuestionó la vigencia de las instituciones que sobrevivieron a la caída de la convertibilidad al remarcar que “con el sistema de política pública heredado de la década del ’90, el proceso de distribución que se hace en economía no alivia el conflicto distributivo. Siguen privando las políticas focalizadas”. Para Lo Vuolo, la Argentina perdió una oportunidad histórica para hacer las reformas necesarias para esta nueva etapa. “En Europa de posguerra hicieron todos los cambios de los sistemas de políticas sociales antes de volver a crecer. No se aprovecharon de la coyuntura del crecimiento para distribuir después. Entonces la distribución fue hecha por el sistema institucional y no por las reuniones del Presidente con los dueños de los supermercados”, disparó.
El encargado de responderle fue Héctor Valle, quien señaló que “lo que está pasando, aunque no nos guste, es que hay un cambio en el modelo de acumulación. Si uno mira como evolucionó el salario real del sector formal de la economía, puede ver que creció en términos reales el año pasado. Es una minoría de la clase trabajadora, pero el mecanismo para que esa minoría se amplíe es profundizando el modelo y no buscando un subsidio del sector público”.
Lo Vuolo le respondió que “no es menor que toda la discusión en términos distributivos pase por los grandes líderes de las grandes corporaciones sindicales. Se está mostrando que el pacto distributivo en estas condiciones es un pacto distributivo entre agentes de mucho poder. No es llamativo que a este Gobierno le vaya mejor negociando precios con los sectores concentrados. Vamos a tener que dejar de decir que los monopolios son un problema en la Argentina. Para este Gobierno, los monopolios son buenos. Gracias a los monopolios controla precios”. Luego fue el turno de Valle, quien destacó que “están dadas las condiciones para trabajar en el fortalecimiento de una sociedad donde predomine el trabajo asalariado en blanco y los actores para hacer eso son los sectores sindicalizados. Nos guste o no nos guste la gordura de sus representantes”.
El debate del panel, y las jornadas en su conjunto, sirvieron para dejar en claro los disensos existentes en el campo progresista y las dificultades que aún quedan por resolver, pese a la apacible coyuntura que genera el crecimiento económico.
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