Lunes, 9 de abril de 2007 | Hoy
Según el Indec, los alquileres aumentaron 1,9 por ciento y en lo que va del año acumulan 5,2 por ciento. Sólo en la Capital 300 mil familias viven en propiedades alquiladas.
Por Fernando Krakowiak
La polémica generada por el aumento de precios de la canasta básica opacó la fuerte suba de otro rubro sensible registrada en marzo. Según el Indec, los alquileres treparon 1,9 por ciento y en lo que va del año acumulan un incremento de 5,2 por ciento, ubicándose por encima de alimentos y bebidas (3,8) e incluso más que duplicando el índice promedio de inflación del mismo período (2,2 por ciento). En agosto del año pasado el Gobierno amenazó con aplicar un congelamiento de precios, luego anunció que la AFIP controlaría los contratos para evitar indexaciones ilegales y hasta llegó a lanzar un plan para favorecer el acceso de los inquilinos al crédito hipotecario y descomprimir la demanda. Sin embargo, los alquileres siguieron subiendo sin pausa.
Según la Unión Argentina de Inquilinos (UAI), sólo en Capital Federal hay 300 mil familias de ingresos medios y bajos que viven en propiedades alquiladas. Para renovar el contrato, les están exigiendo un 50 por ciento de aumento en promedio, situación que en muchos casos las obliga a mudarse a viviendas más chicas y/o a zonas más pobres. “No se entiende la actitud desaprensiva de los gobiernos nacional, provincial y municipal, frente a este problema”, señaló la UAI a través de un comunicado difundido el viernes pasado.
La suba de los alquileres comenzó a sentirse con más fuerza en las zonas de mayor poder adquisitivo, como Recoleta, Palermo y Belgrano, a partir de 2003. Allí es donde se concentra la mayor actividad constructiva financiada por inversores privados que obtienen, cuando se suman al proyecto “desde el pozo”, una ganancia de entre 40 y 60 por ciento en dólares luego del año y medio que dura una construcción. Una vez concluida la obra, se desprenden de las unidades para obtener el esperado retorno o las conservan como reserva de valor, poniéndolas en alquiler para obtener una renta que puede llegar al 8 por ciento anual. Cuando los terrenos comenzaron a escasear en las zonas de mayor poder adquisitivo, esta práctica especulativa se extendió a los barrios lindantes, repercutiendo finalmente en los precios de las viviendas de toda la Capital Federal.
Según datos de la Dirección General de Sistemas de Información Geográfica de la ciudad, en diciembre de 2001 el precio promedio por metro cuadrado de un terreno era de 555 dólares. Un año después había caído a 274 dólares debido a la devaluación. Sin embargo, en 2003 comenzó una recuperación que pareciera no tener freno. En diciembre de ese año cotizó a 388 dólares. Cerró 2004 en 534 dólares. En 2005 alcanzó los 722 dólares y en septiembre del año pasado, último dato disponible, el precio promedio de un terreno había llegado a 864 dólares por metro cuadrado (55,6 por ciento más que antes de la devaluación).
Si se analiza la evolución por zonas, puede verse que los barrios del norte de la ciudad experimentaron las mayores subas al pasar de 927 a 1435 dólares el metro cuadrado promedio entre diciembre de 2001 y septiembre de 2006 (54,8 por ciento). No obstante, en la marginada zona sur el precio de los terrenos también superó los valores de la convertibilidad, pasando de 382 a 445 dólares en el mismo período (16,5 por ciento). Estos valores repercuten de manera directa en el mercado de alquileres.
Además, las dificultades para acceder al crédito hipotecario empeoró aún más la situación. El Gobierno presentó en agosto un plan para favorecer la compra de viviendas con una línea de crédito hipotecario dirigida a los inquilinos. Sin embargo, los resultados de la iniciativa fueron pobrísimos. El periodista Marcelo Zlotogwiazda publicó en el suplemento Cash de Página/12 del pasado 18 de marzo un detalle de lo ocurrido con la línea de inquilinos en los principales bancos, donde se observa el fracaso del plan: El Hipotecario llevaba otorgados hasta esa fecha 1214 préstamos a inquilinos, el Nación 501 préstamos, mientras que el Ciudad y el BBVA–Francés orillaron los cien casos cada uno. Proyectando esas cifras al conjunto del sistema financiero, los créditos otorgados con el nuevo plan llegaban a apenas 5 mil, una cifra insignificante si se toma en cuenta el número de inquilinos.
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