El ministro de Economía, Miguel Peirano, se reunió ayer con el embajador norteamericano, Earl Anthony Wayne, con quien habló, según fuentes oficiales, de la “voluntad” del gobierno de retomar las negociaciones con el Club de París, entre otros temas. Sin embargo, durante la conversación, el ministro habría dejado en claro que tal negociación no podía tener como intermediario al Fondo Monetario, como pretende buena parte de la dirigencia de Washington.

El encuentro, en principio de tono protocolar, para charlar sobre las inversiones de empresas norteamericanas en el país, derivó luego en las tirantes negociaciones que el Gobierno mantiene con los organismos internacionales. “Se habló acerca de la dinámica de las inversiones americanas en Argentina y sus posibilidades en el futuro”, señaló una fuente de la cartera económica, que luego admitió que la agenda fue algo más amplia.

Hace rato que la administración Kirchner pretende cerrar una negociación con el Club de París por la deuda de más de 6 mil millones de dólares con ese organismo. De hecho, el primer gesto oficial en ese sentido fue acordar la cancelación de la deuda bilateral de 1000 millones contraída con España durante la crisis de 2001. Sin embargo, uno de los obstáculos principales en esa negociación es la férrea posición de algunos de los países, que pretenden que las conversaciones sean lideradas por el FMI. Al respecto, Peirano insistió ayer en que el Gobierno no aceptará la intervención del Fondo en el asunto, en especial después de haber pagado 10 mil millones de dólares de deuda para no estar atados a ningún programa con el organismo.

Otro de los temas del encuentro, desarrollado en el Palacio de Hacienda, fueron las discusiones que se llevan adelante en el marco de la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio. Sobre este punto, Peirano le explicitó a Wayne la necesidad de “mantener el equilibrio en las regiones de modo de evitar que las desregulaciones puedan provocar alteraciones en los países en desarrollo”. Como es sabido, Argentina y Brasil defienden la posición conjunta del Mercosur en el marco de la OMC, y presionan para que Estados Unidos y otros países desarrollados desarmen sus mecanismos de subsidios a la agricultura y las barreras a las importaciones de productos agropecuarios.