Aunque desde el macrismo se insiste en que no hubo consenso respecto de esta modificación sobre el ABL, el futuro secretario de Hacienda aplaude el “espíritu” implícito en la norma de la actual, que carga las tintas sobre las propiedades mejor ubicadas, aunque sin eximir al resto. “Está bien hecho, porque sube más la valuación en las zonas más caras”, elogia Néstor Grindetti, aun antes de conocer en detalle el texto de la flamante norma. En la proximidad del poder, pero aún fuera del gobierno, los colaboradores de Mauricio Macri subrayan que la verdadera salvación de las estrechas cuentas de la ciudad será controlar “con equipos especializados”, la evasión sobre Ingresos Brutos, auténtico corazón del sistema recaudatorio.

La gestión saliente y la entrante acordaron que el año fiscal tiene que terminar con déficit cero. Pero, en un intento por eludir la responsabilidad sobre la impolítica decisión reciente, los futuros administradores aseguran que las coincidencias no habrían incluido las formas precisas para lograr aquel cometido.

Tal como está planteada, la modificación del ABL es un desesperado recurso recaudatorio para mejorar la mala performance de las cuentas ciudadanas. El revalúo de los terrenos responde a los criterios tradicionales para fijar el valor de un inmueble, ligándolo a la coyuntural cotización de mercado de la zona en que está radicado pero sin discriminar –salvo por una grosera diferencia de tamaño– entre una propiedad ostentosa y otra modesta.

Hay mecanismos más rigurosos y progresistas para un revalúo, como el que en la jerga de los tributaristas se denomina hedonista. Según esta técnica, una austera propiedad en Barrio Norte no pagaría proporcionalmente más que una torre de lujo en Caballito, justamente porque el valor fiscal se establece en función de los detalles de confort que distingan el bien cotizado.

Pero parece que no hubo tiempo para hacer un complejo cambio estructural de este tipo. Por el contrario, primó la urgencia de reforzar la caja de inmediato, quizás para evitarle al futuro gobierno antipáticos recortes en Personal, el rubro que insume más del 80 por ciento de los recursos presupuestarios.

Con el propósito de eliminar un déficit aproximado de 1000 millones de pesos en el ejercicio en curso, Jorge Telerman optó por la doble vía de aumentar los ingresos a través de una moratoria impositiva y recortar drásticamente los gastos durante este semestre, eso sí, después de haberlos “sobreejecutado” en los primeros meses.

Grindetti celebra la iniciativa de modificar la tasación de las propiedades, pero asegura no simpatizar con la moratoria: “premia a los que no cumplieron”. Del mismo modo, intenta diferenciarse del actual drástico recorte de gastos que paralizó completamente a las obras públicas –este rubro representa el 18 por ciento del presupuesto de la ciudad– y hasta retacea la compra de insumos básicos como el papel, (aunque acaba de reforzar en 40 millones de pesos la partida para remunerar los servicios de basura). A juicio del macrismo, la tijera debería pasar por el área de compras y contrataciones, para evitar presuntos “sobreprecios”.

Para reforzar ingresos, la futura administración planea centrar esfuerzos en Ingresos Brutos, que hoy implica casi el 60 por ciento de la caja de la ciudad, contra el 18 del ABL. “No se trata de cobrar a las personas físicas: la gran evasión está en las grandes empresas y vamos a sacar equipos especializados para hacer la fiscalización”, se entusiasma el colaborador del futuro jefe de Gobierno. No es, sin embargo, la única mirada posible.

El economista y diputado por Diálogo por Buenos Aires, Martín Hourest, destaca dos puntos negativos de ese tributo medular en las cuentas ciudadanas. Uno: paulatinamente su base se va esfumando, ya que muchas empresas están cambiando su lugar de radicación. Dos: es un impuesto regresivo, “ya que grava las ventas” y termina por ello trasladándose al final de la cadena, a semejanza del IVA.