Viernes, 12 de noviembre de 2010 | Hoy
ECONOMíA › LA PRESIDENTA EXPUSO ANTE LIDERES EMPRESARIOS DE LOS PAISES CENTRALES
Cristina Fernández de Kirchner mantuvo una reunión con 30 presidentes y CEOs de compañías del primer mundo, ante quienes defendió la política de intervención estatal en la economía y sostenimiento del mercado interno. Para algunos de ellos es una herejía.
Por Fernando Krakowiak
Desde Seúl
“Tenemos que mejorar los salarios porque es necesario que la gente consuma, ya que si no hay consumo, no hay posibilidades de romper la inercia en materia de crecimiento económico.” Podría haber dicho esa frase en un acto de campaña en el conurbano bonaerense, pero Cristina Fernández de Kirchner la formuló ayer ante un reducido auditorio de líderes empresarios del primer mundo en la Cumbre de Negocios que se realizó en el coqueto Hotel Sheraton de esta ciudad. Allí estaban presidentes y CEOs de los bancos Citigroup, Deutsche, BNP Paribas y Standard Chartered, la aseguradora MetLife, el fondo de inversión Blackstone, la petrolera Royal Dutch Shell y Telefónica de España, entre otros. “Lo que digo forma parte de una lógica absolutamente capitalista. El Muro de Berlín no se cayó por cuestiones ideológicas, sino porque los que estaban en el Este querían consumir lo que consumían del otro lado. Hemos olvidado un poco eso”, aclaró la Presidenta con una sonrisa al ver las caras de asombro. El objetivo fue dejar en claro que para superar la crisis internacional es necesario expandir el gasto público, justo cuando los países europeos intentan salir adelante con las clásicas recetas del ajuste fiscal que promueve el Fondo Monetario Internacional.
La Presidenta llegó al hotel pasadas las 11 de la mañana (a las 23 del miércoles en la Argentina). Primero tuvo un breve encuentro privado con el primer mandatario español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien había asistido allí para exponer sobre desarrollo sustentable, y se acercó para manifestar sus condolencias por la muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Luego, Cristina Fernández ingresó al salón Mugunghwa donde la esperaban 31 empresarios sentados alrededor de un rectángulo formado por mesas. Ella se ubicó en una de las cabeceras. A su derecha, la acompañaron el canciller Héctor Timerman y el ministro de Economía, Amado Boudou. Detrás de esa especie de círculo áulico, en un segundo plano, estaban el embajador en Estados Unidos y sherpa (guía) argentino en la Cumbre del G-20, Alfredo Chiaradía; el vocero presidencial, Alfredo Scocimarro, y los dirigentes de la Unión Industrial, Héctor Méndez y José De Mendiguren. También estaban el presidente del Grupo IRSA, Eduardo Elsztain, y el ex titular del Banco Central Mario Blejer.
El puntapié inicial lo dieron los CEOs al expresar sus opiniones sobre la situación financiera mundial, sin presencia de la prensa por pedido de los propios empresarios, y después hizo su discurso la Presidenta, ya con participación de cronistas y camarógrafos. En la primera parte, según pudo reconstruir Página/12, hablaron once empresarios. La mayoría coincidió sobre la importancia que tiene la regulación estatal del sistema financiero. Sólo Peter Sands, CEO del Standard Chartered, planteó algún resquemor al decir que el incremento de los controles suele llevar a algunos clientes a buscar soluciones por afuera del sistema financiero formal.
Cuando le llegó su turno, la Presidenta comenzó su discurso haciendo un breve resumen de la recuperación que logró la Argentina desde 2003 y, sobre todo, de las políticas contracíclicas que llevó adelante el Gobierno en 2009 para amortiguar el impacto de la crisis internacional. Citó el ejemplo de la asistencia estatal que recibió General Motors. “Pudieron lanzar un nuevo modelo, se evitaron los despidos y se incorporaron 1050 empleados”, destacó.
La expansión del gasto público es vista como una herejía por la ortodoxia económica, pero la Presidenta apeló a la metáfora del enfermo para tratar de advertir sobre los riesgos que corren actualmente los países centrales. “Es importante tener un correcto diagnóstico de la enfermedad porque, si no, corremos el riesgo de darle al enfermo distintos remedios y empeorar aún más su situación”, les remarcó Cristina Fernández. Además sostuvo que esa expansión del gasto fue posible en parte porque el Gobierno había acumulado reservas: “Hemos mejorado sustancialmente nuestra posición de reservas. Yo sé que aquellos países que acumulamos reservas estamos siendo criticados por algunos sectores, pero es una forma de defensa ante la volatilidad de los mercados y además nos sirvió para pagar deuda y liberar recursos fiscales para apuntalar la recuperación”.
Otro de los puntos centrales de su intervención fue la defensa del control de capitales que viene llevando adelante la Argentina. Dijo que el encaje del 30 por ciento es sólo para fondos especulativos que impactan negativamente en la economía, y recordó que Brasil también aplica una restricción similar. Cada una de las medidas las justificó a partir de la necesidad de preservar la producción y el empleo. En lo que se refiere a las exportaciones, remarcó que su evolución es muy dependiente de los vaivenes de la economía internacional, queriendo dejar en claro que la suerte de la Argentina también depende de la evolución del resto de los países. Por último, sostuvo que los desequilibrios globales llevaron a ver la crisis como un problema financiero, pero advirtió que esconden causas más profundas, que requieren una evaluación serena, y que no deberían derivar en guerras comerciales, sino en una mayor cooperación internacional.
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