En medio de las elecciones estadounidenses, Amnistía Internacional (AI) salió a pegarle duro a la administración de Bush. Según el informe anual de AI presentado ayer, la situación de los derechos humanos en Estados Unidos es “triste”: Washington se niega a considerar como tortura la simulación de ahogamiento –o Waterboarding–, siguen los interrogatorios en prisiones secretas de la CIA y sigue habiendo centenares de detenidos en la base de Guantánamo, en una isla Cuba, en Bagram, Afganistán, y en Irak.

En la presentación del informe en Londres, la presidenta de Amnistía Internacional, Irene Khan, criticó al gobierno estadounidense y pidió al próximo mandatario que acabe con la tortura y no apoye más regímenes autoritarios. “Si Estados Unidos quiere tener la autoridad moral de un campeón de los derechos humanos, el próximo gobierno debe cerrar Guantánamo, y llevar a los detenidos ante tribunales federales ordinarios o liberarlos”, dijo. América latina tampoco salió indemne.

Las críticas al gobierno de Bush no son nuevas. Todos los años AI publica un informe en el que repasa la situación de los derechos humanos en el mundo. El libro de casi 400 páginas publicado ayer destaca que en 81 países se practican torturas o malos tratos, en 54 hay juicios sin las garantías debidas y en 77 no hay libertad de expresión.

Khan subrayó la especial responsabilidad de los grandes países y sobre todo de Estados Unidos. “La superpotencia mundial determina el comportamiento de otros Estados”, declaró. “El mundo necesita que Estados Unidos se comprometa realmente con la defensa de los derechos humanos, tanto en su país como en el exterior”, insistió.

La presidenta de AI también alertó sobre el respaldo norteamericano a regímenes autoritarios. El firme apoyo de Washington al presidente paquistaní, Pervez Musharraf, cuando éste ordena detener a miles de abogados y militantes de los derechos humanos, ha demostrado hasta qué punto los llamados de Estados Unidos en favor de la democracia y la libertad son vacíos, dijo la experta.

Sin embargo, Khan encontró una razón para la esperanza en las elecciones presidenciales norteamericanas en noviembre próximo. El compromiso de los tres candidatos a la presidencia de Estados Unidos de cerrar Guantánamo la llevó a desafiar al futuro ganador para que haga efectiva su promesa antes del 10 de diciembre próximo, cuando se cumpla el 60º aniversario de la firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Pero tendrá que esperar al menos un poco más: el nuevo presidente no tomará posesión hasta enero de 2009.

El nuevo mandatario, dijo Khan, tiene la obligación de prohibir el uso de testimonios obtenidos por la fuerza, de denunciar todas las formas de tortura y de dejar de apoyar a los dirigentes de regímenes autoritarios. “Debe poner fin al aislamiento estadounidense en el seno del sistema internacional de derechos humanos y comprometerse de manera constructiva en la comisión de la ONU para los derechos humanos”, sostuvo.

Respecto de América latina, la organización defensora de los derechos humanos denunció que la región sigue marcada por la desigualdad y la impunidad. “Los abusos de poder y los abusos contra los derechos humanos suelen quedar impunes”, señala el documento. Sin embargo, Khan se mostró optimista ante las nuevas condiciones que percibe en la región. “Los cambios políticos en Cuba y Paraguay suscitan posibilidades de mejora en los derechos humanos en esos países”, afirmó.

Luego le tocó el turno a Europa, que recibió reproches por su política antiterrorista, mientras que China y Rusia fueron exhortados a permitir la libertad de expresión. “La injusticia, la desigualdad y la impunidad son hoy las marcas distintivas de nuestro mundo”, resumió la presidenta de Amnistía.

En este contexto, Khan consideró que el 2008 ofrece una oportunidad sin precedentes a los nuevos líderes y países que emergen en la escena mundial para definir nuevas políticas de derechos humanos. Mientras tanto, son muchos los países que siguen reprobando la materia.