Lunes, 23 de junio de 2008 | Hoy
EL MUNDO › SE DISTANCIA DE LOS AZNARISTAS PARA MOSTRARSE DE CENTRO
Fue reelecto presidente del partido conservador de España. Entre las nuevas caras populares se destaca la de una figura moderada: el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, como miembro del Comité de Dirección.
Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
“No quiero que nadie vote a los socialistas para que no gane el PP.” Con esta frase pronunciada luego de haber sido confirmado como presidente de su partido en el Congreso que se celebró este fin de semana en la ciudad de Valencia, Mariano Rajoy resumió el motivo por el cual ha decidido darle un pronunciado giro al centro al principal partido opositor español, alejándolo de las posiciones ultraconservadoras que lo caracterizaron durante los últimos cuatro años. Para hacerlo, Rajoy tuvo que enfrentarse duramente al sector que responde al ex presidente José María Aznar, que usó el Congreso para tratar de aguarle la fiesta, aprovechando el tirón carismático que aún tiene entre la militancia y el apoyo de los medios de comunicación más conservadores, que intentaron inútilmente durante los últimos meses impedir el giro al centro del partido.
El Congreso del PP, que al inicio parecía condenado a ser un mero trámite por la ausencia de un candidato alternativo a Rajoy a presidir el partido, terminó siendo uno de esos eventos políticos de gran envergadura cuyo verdadero alcance podrá apreciarse mejor con el paso del tiempo. Desde la refundación del partido, en 1989, cuando el PP dejó de llamarse Alianza Popular e intentó sepultar su pasado franquista iniciando su aún inconcluso giro al centro, no se había vivido en el seno de la derecha española un terremoto de tales magnitudes como el que se puso en escena este fin de semana.
Desde un comienzo estuvo claro que Rajoy abriría el XVI Congreso el viernes con todas las cartas ganadoras en la mano, al comprobar que sus oponentes no habían logrado los avales necesarios para presentar un candidato alternativo. Lo que nadie sabía era que iba a utilizar esa ventaja con tanta contundencia, propinándole al aún influyente aznarismo una paliza memorable. Su anuncio apenas comenzado el Congreso confirmando a una mujer, María Dolores de Cospedal, para ocupar por primera vez en la historia la Secretaría General del Partido, le ganó los mejores titulares de los medios. Todo el mundo esperaba caras nuevas en el partido, como ya había sugerido Rajoy con el nombramiento, días después de la derrota electoral de la jovencísima Soraya Sáez de Santamaría como vocera en el Parlamento, pero nadie esperaba que fueran tantas y que esa caras nuevas no fueran precisamente las que se especulaban que podían ser, como sucedió con el valenciano Esteban González Pons, al que muchos hacían en la Secretaría General y terminó relegado a Vicesecretario de Comunicación.
Pero el auténtico golpe de timón llegó con la confirmación de la nueva estructura de mando del partido, el sábado por la tarde. Ahí pudo verse hasta qué punto Rajoy había decidido eliminar de cualquier cargo de responsabilidad a todos aquellos que durante los días previos se atrevieron a alzar la voz contra su figura. La principal derrotada, como no podía ser de otro modo, fue Esperanza Aguirre, eterna candidata in pectore, que a pesar de ser la persona que gobierna la Comunidad de Madrid, el cargo con mayor poder real en manos del PP en la actualidad, no pudo colocar ninguno de sus hombres en los puestos de decisión. Y no sólo eso, sino que además tuvo que tragarse el sapo de ver cómo su mayor enemigo, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, representante del ala más moderada del partido, era designado uno de los selectos miembros del Comité de Dirección, el nuevo órgano creado en el Congreso, en el que se tomarán las decisiones más importantes. La Dama de Hierro del PP, como también se conoce a Aguirre, tuvo que soportar por último otra derrota: según el nuevo reglamento aprobado en Valencia, Mariano Rajoy es ya desde ahora el candidato conservador para enfrentar a José Luis Rodríguez Zapatero cuando éste concluya su segundo mandato, en 2012, salvo que antes de esa fecha el PP decida realizar otro Congreso. Las esperanzas de Aguirre de ser ella quien encabece la futura fórmula presidencial se vieron duramente castigadas por esta medida. Además, la ubicación de su archienemigo Ruiz Gallardón en el Comité de Dirección lo coloca en una posición inmejorable para ser él el próximo candidato presidencial en el caso de que a Rajoy no le vaya muy bien en los próximos años.
Habrá que ver ahora si la apuesta por el centro resulta vencedora. O si los dinosaurios resurgen de las cenizas apenas Rajoy dé un traspié y se cobran venganza. Por ahora una sola cosa está clara: después de la gran cantidad de heridos que dejó el Congreso de Valencia, las aguas seguirán bajando turbias dentro del PP en los próximos tiempos.
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