EL MUNDO › EL EJéRCITO RESCATó A INGRID BETANCOURT Y OTROS CATORCE REHENES DE LAS FARC EN LA SELVA COLOMBIANA

Con una treta engañaron a los guerrilleros

Un infiltrado convenció a los carceleros de trasladar a los rehenes. La operación no produjo bajas en ambos bandos. Ingrid Betancourt agradeció al presidente Alvaro Uribe y a los militares y anunció que seguirá la lucha por la libertad de los que quedaron.

 Por Katalina Vásquez Guzmán

Colombia aplaude de felicidad. Ingrid Betancourt regresó a la libertad. Los guerrilleros de las FARC, engañados por una infiltración, entregaron ayer a Betancourt, tres norteamericanos y once militares y policías secuestrados al ejército de Colombia. Al mediodía, cuando se conoció el hecho histórico, las calles de las principales ciudades se llenaron de gente. Desde los carros se estremecían las bocinas. En las ventanas, la gente saludaba y ondeaba banderas del país. Otros caminaban apresurados para ver la tele o escuchar la radio y confirmar que el “milagro” estaba hecho. Todos esperaban ver, después de seis años y cinco meses de secuestro, el rostro de Ingrid por fin libre.

La mujer es el símbolo mundial del flagelo del secuestro y ayer apareció, flaca pero radiante, en la televisión nacional para dar el saludo a la libertad. Los medios transmitían en vivo y los colombianos abrían la boca esperando su aparición. “¡Gracias a mi Dios!”, “¡Viva Colombia!”, “¡Por fin!”, se decía por todos lados. Ingrid, tras abrazar a su madre, contó que el helicóptero que la sacó del cautiverio casi se cae. “Nos dijeron: ‘Somos el Ejército Nacional, ustedes están libres’. Todos brincábamos de la felicidad.” Allí, el grupo de quince secuestrados llegó después de cruzar un río en compañía de una cuadrilla de las FARC que estaba convencida, según informó el gobierno de Uribe, de que se trataba de una misión humanitaria que los llevaría al campamento del nuevo número uno del grupo rebelde, alias Alfonso Cano.

Los militares estaban disfrazados de funcionarios de una organización no gubernamental que no llevaba identificación. A los guerrilleros, los infiltrados de las fuerzas militares les hicieron creer eso. La aeronave tenía color blanco, y los militantes del servicio de inteligencia colombiano llevaban remeras del Che Guevara. Convencieron, en el marco de la “audaz” operación, al comandante alias César y a alias Gafas para, supuestamente, entregar en persona el botín de rehenes a Cano. Accedieron y en el helicóptero fueron, según contó Ingrid Betancourt, neutralizados. “De pronto algo sucedió y vi al comandante, que por tantos años había sido tan cruel con nosotros, empeloto (desnudo) y con los ojos vendados”, dijo la ex candidata presidencial, que fue convertida en rehén en 2002, cuando, en plena campaña electoral, viajó desde la ciudad de Florencia hasta San Vicente del Caguán (sur del país), donde recientemente el gobierno nacional retomaba el poder tras diálogos de paz en los que las FARC tenían el control absoluto.

El grupo de recién liberados fue llevado al aeropuerto militar de Catam, en Bogotá, pocas horas después de que un helicóptero disfrazado de misión humanitaria los rescatara en la selva sin disparar un solo fusil. “Esta operación que se denominó ‘Jaque’ es una operación sin precedentes, que pasará a la historia por su audacia y efectividad, que deja muy en alto el profesionalismo de la Fuerzas Armadas colombianas”, dijo el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, al dar el anuncio en los noticieros del mediodía.

El presidente Uribe, que estaba reunido en Cartagena con el candidato a la presidencia de Estados Unidos John Mcain, voló de inmediato a San José del Guaviare al ser informado del éxito de la operación que comenzó en 2007, cuando el policía Frank Pinchao se fugó de un campamento de las FARC y comenzó a entregar información sobre los sitios que recorrió durante su cautiverio.

Sobre la espectacular operación, “habrá muchos detalles que nunca contaremos, que nunca sabrán, pero ahí está la grandeza de la operación”, dijo a los medios el general Mario Montoya, comandante del ejército. “Creían que éramos de una organización humanitaria. La caracterización fue perfecta”, afirmó el general Fredy Padilla, comandante de las Fuerzas Armadas. Los militares y el ministro de Defensa no se despegaron del grupo de ex secuestrados desde que arribaron a Bogotá y destacaron en las numerosas declaraciones a medios que decidieron “respetarles la vida y dejarlos en libertad (al grupo de guerrilleros que custodiaba los rehenes) como una muestra de buena voluntad hacia las FARC, a ver si ellos piensan de alguna forma en hacer la paz”, decía Santos. “Eran más de sesenta guerrilleros en un posición atacable”, aclaró.

Por escasa vez en Colombia todos los sectores políticos y gremiales celebran y aplauden un mismo acontecimiento: la libertad de Ingrid Betancourt. Su rostro alegre, su semblante restaurado y su voz elocuente llenan de felicidad no sólo a la población colombiana en general (que enciende la radio y no se despega de la televisión), sino a las distintas facciones políticas del país, que se muestran felices ante la libertad sorpresiva de la persona que conmovió al país y a la comunidad internacional por más de cinco años.

“Este es el golpe más grande que el gobierno les ha dado a las FARC. Es un paso adelante para que definitivamente se ponga fin a la lucha armada de Colombia”, celebra el ex presidente César Gaviria Trujillo, y a pesar de sus críticas al rescate militar, el presidente del Polo Democrático, Carlos Gaviria, también eligió el acontecimiento: “Ojalá se acabe este flagelo porque esta lucha no tiene sentido en el país”.

Aunque es emotiva la libertad de los quince secuestrados rescatados en la Operación Jaque, Ingrid tomó un protagonismo especial por su calidad de candidata presidencial en el tiempo de su secuestro y por su cercanía a la nación francesa, con la que comparte nacionalidad.

“William (Pérez) me daba cucharadas de suero, y me diagnosticó”, describía la nueva mimada de la prensa internacional los cuidados que tuvo de ella el cabo primero que la acompañó durante el cautiverio.

José Miguel Vivanco, representante de Human Right Watsch y quien ha criticado reiteradamente las arbitrariedades cometidas por el gobierno en el conflicto colombiano, también destacó la operación, como “un ejemplo de lo que se puede hacer en Colombia sin necesidad de atropellar los derechos humanos”. El funcionario agregó además que las FARC no tienen ninguna posibilidad de reconocimiento en el mundo y “lo único que les queda es liberar a todos los secuestrados” y abandonar la práctica de sembrar minas antipersonales, que también producen cientos de víctimas en este país suramericano. “Por ejemplo, en el día de hoy murieron tres indígenas por causa de las minas antipersona.”

Si existían puntos comunes entre los diferentes sectores del país, era el de la libertad incondicional de los secuestrados, y por eso hoy en Colombia se vive un paroxismo alegre y compartido por la población y todos sus sectores ante una libertad por mucho tiempo anhelada.

La misma Ingrid, que se mostraba contraria al gobierno de Alvaro Uribe y lo responsabilizaba de cualquier peligro que corriera por un intento de liberación, agradecía al Ejecutivo y a las Fuerzas Militares por su “operación perfecta” que le mostró el resplandor de un renacer y la promesa de una vida con nuevas oportunidades.

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Después de seis años de cautiverio en la selva colombiana, Ingrid Betancourt fue liberada.
 
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