Jueves, 3 de julio de 2008 | Hoy
EL MUNDO › CRISTINA KIRCHNER HABíA ABRAZADO LA CAUSA DE BETANCOURT DESDE EL DíA EN QUE ASUMIó
La madre de la rehén, Yolanda Pulecio, había conocido al canciller argentino durante una misión diplomática y le pidió ayuda cuando las negociaciones se estancaron. Y los Kirchner, cada cual a su manera, hicieron su aporte.
Por Fernando Cibeira
“Una victoria de la vida y de la libertad”, definió ayer la presidenta Cristina Kirchner la liberación de Ingrid Betancourt. El canciller Jorge Taiana fue por la tarde hasta la Casa Rosada para ponerla al tanto de los detalles que se iban conociendo del operativo. “Hoy es un día de alegría”, había festejado la Presidenta en un acto en Chivilcoy, a poco de enterarse de la noticia. En los pocos momentos que ha tenido hasta ahora de respiro, la situación de Ingrid Betancourt fue la principal causa de reclamo del gobierno argentino en materia internacional. Néstor Kirchner llegó a pasarse un fin de año con ropa de safari al borde de la selva colombiana comandando una comisión que garantizaría la liberación de las rehenes Clara Rojas y Consuelo González. Y si algo sacó en claro de aquella frustrada incursión fue que el presidente Alvaro Uribe no tenía ningún interés en que alguien se metiera entre su gobierno y las FARC.
“Tiene las características justas de las causas que va a defender el gobierno de Cristina: es humanitaria, tiene que ver con los derechos humanos y para más se trata de una mujer”, explicaban en ese entonces en la Cancillería. Cristina Kirchner había conocido a Yolanda Pulecio, la madre de Ingrid, a través de Taiana. El canciller se hizo amigo de Pulecio en los noventa, cuando coincidieron en Guatemala como embajadores de sus países. Desde que la recibió a mitad de 2007 en Buenos Aires, Cristina Kirchner empezó a militar activamente en la causa. El día de su asunción como presidenta, en diciembre del año pasado, Pulecio y la senadora colombiana Piedad Córdoba viajaron como sus invitadas especiales.
Era un momento delicado. Uribe acababa de desbaratar la mediación que llevaba adelante Hugo Chávez con la excusa de que se había excedido en sus funciones al dialogar directamente con un jefe militar de Colombia. La línea que defendía la familia de la rehén y a la que adhería el gobierno francés de Nicolas Sarkozy –y luego el argentino– era que había que reestablecer la gestión del presidente de Venezuela, la única voz que las FARC aceptaban atender y del cual sentían que dependía la vida de Betancourt. Cristina mencionó el caso en su discurso de asunción, marcando su intención de dotar a su gestión de un mayor protagonismo internacional.
Rápidamente esa política se puso a prueba con el viaje de Kirchner a Colombia. Las FARC habían prometido una liberación unilateral de las dos rehenes. De aquel periplo, el ex presidente sacó algunas conclusiones. Una, que Chávez tenía el contacto pero no el ascendiente que se pensaba sobre la guerrilla colombiana, que se manejaba con sus propios tiempos. Otra, que Uribe se veía como el general de una guerra en el que sólo podían acreditarse como avances las victorias militares, nunca las gestiones humanitarias. Kirchner desconfió enseguida. “Pasaban aviones por arriba de la casa donde nos alojaron, había un militar que no se nos despegaba”, contaría luego para pintar el clima en el que debió trabajar la comisión en Villavicencio, una localidad cercana a la zona de operaciones guerrilleras. Con los helicópteros de la Cruz Roja preparados, hubo una nerviosa espera de las coordenadas en las que se produciría la liberación, hasta que las FARC y Chávez denunciaron operativos de espionaje que frustraron la operación.
Uribe cerró aquella gestión armando un escenario de triunfo personal con el anuncio de que las FARC no tenían en su poder a Emanuel, el hijo que Clara Rojas tuvo con un guerrillero y que desde hacía años era criado en un instituto estatal. Kirchner tuvo un agridulce brindis de fin de año a bordo del Tango 01 que lo trajo de vuelta. Clara y Consuelo serían liberadas diez días más tarde.
El gobierno argentino continuó haciendo gestiones por el caso. El encargado del área presidencial, Rafael Follonier, de buena llegada a Chávez y con el gobierno del ecuatoriano Rafael Correa, se encargó de reestablecer los contactos y mantener informada a la Presidenta. Pero con la muerte del segundo de las FARC, Raúl Reyes, en una incursión del ejército colombiano en territorio de Ecuador, el grupo perdió a su principal interlocutor. Cristina Kirchner hizo un nuevo gesto en abril pasado durante su visita a Francia, cuando se sumó a los familiares de Betancourt en una marcha que recorrió el centro parisino. En las últimas semanas habían vuelto a circular rumores, originados en Francia, que hablaban de un restablecimiento de las conversaciones para la liberación de Betancourt. Uribe nuevamente se les adelantó. Ayer, conocida la noticia, el marido de Ingrid, Juan Carlos Lecompte, le agradeció a Cristina Kirchner “por todo su apoyo”.
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