EL MUNDO › CONDICIONADO APOYO A UNA GUERRA CONTRA IRAK
Un paraguas para la economía
El Congreso da a Bush poderes recortados en la campaña contra Irak mientras el gobierno trata de desviar la atención de la economía.
Como se preveía, no fue un cheque en blanco: la autorización de la Cámara de Representantes de Estados Unidos al presidente George W. Bush para iniciar una guerra contra Irak está tan llena de agujeros como para que cualquiera pueda conformarse con ella sin que nadie diga que ha sido obligado a nada, pero igual Bush dijo que era una señal “clara al mundo, al Consejo de Seguridad de la ONU y a Bagdad” y aventuró que “los días en que Irak puede actuar como Estado fuera de la ley están contados”. Se espera que el Senado, con mayoría demócrata, también dé su visto bueno en la votación que se llevará a cabo entre hoy y el lunes, luego de que el hasta ahora escéptico líder de la mayoría demócrata, Tom Daschle, dijera que votará a favor de la resolución revisada. Lo que todo el mundo quiere es sacarse el fardo patriótico de encima para entrar de lleno a la campaña para las elecciones legislativas del 5 de noviembre, con una nueva encuesta ominosa para el presidente y su Partido Republicano: según Pew Research Center, un 55 por ciento dijo ayer que quiere que la campaña se centre en la economía –donde Wall Street sigue en el pozo– y sólo un 22 por ciento prefirió las cuestiones de política exterior.
El texto aprobado por la Cámara de Representantes no incluye el “cheque en blanco” que Bush solicitaba para defender “el interés de seguridad nacional de Estados Unidos contra Irak”. Además pone más énfasis que el original presentado por Bush en los esfuerzos de la ONU para que los inspectores de armas trabajen sin restricciones en la comprobación del desarme iraquí y en que se agoten todas las vías multilaterales antes de pasar a una acción unilateral. Traducido, esto implica que la ONU, y no EE.UU., se convertirá en el juez de lo que haga Irak. Tampoco figura el objetivo de lograr un cambio de régimen en Bagdad, sino de desarmar a su régimen. La resolución otorga a Bush el poder para realizar un ataque militar cuando le pueda asegurar al Congreso que todos los esfuerzos diplomáticos para lograr un desarme de Irak por vías pacíficas fracasaron. El presidente deberá presentar para eso al Congreso un informe al menos cada 60 días. Este compromiso fue aprobado por 296 votos (de los que 215 fueron republicanos y 81 demócratas) contra 133 (126 demócratas más un republicano y un independiente). La propaganda de Bush irá en crescendo hasta las elecciones, ya que la principal sustancia de la agitación belicista es el esfuerzo de remontar el mal impacto público de los datos de la economía.
En este contexto, y como para sumar un poco de sustancia a la retórica, aviones de combate estadounidenses y británicos bombardearon ayer por tercera vez en dos semanas las baterías antiaéreas cerca de la ciudad iraquí de Basora, así como una base misilística cerca de Tallil. El ministerio iraquí de Transportes indicó en Bagdad que el blanco de los ataques fue el aeropuerto internacional de Basra, unos 400 kilómetros al sudeste de la capital y dentro de la zona de exclusión aérea en el sur del país, pero no hubo heridos. Estos ataques son de rutina dentro del estado de guerra de baja intensidad establecido tras la Guerra del Golfo de 1991, y militarmente están lejos de constituir la guerra que Bush no se cansa de anunciar.
El primer ministro británico Tony Blair arribó llegó ayer a Moscú para conversar sobre el conflicto iraquí con el presidente ruso, Vladimir Putin, e intentar convencer a los líderes rusos sobre la necesidad de una dura resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que regule el regreso de los inspectores de armas a Bagdad. Rusia, con poder de veto, se ha opuesto hasta ahora a esa propuesta.