EL MUNDO › VIAJE AL INTERIOR DEL PARTIDO DE IZQUIERDA MAS VOTADO DEL MUNDO
¿Al PT le conviene gobernar?
Nunca una fuerza de izquierda tuvo tantos votos en elecciones libres: 39 millones. Nacido en 1980, el Partido de los Trabajadores de Lula puede ganar la presidencia el 27, en el ballottage. ¿Cómo fue que se hizo poderoso? ¿Cómo toma las decisiones? ¿Cuál es el sistema de discusión interna?¿Quiénes son los protagonistas claves? ¿Qué planea sobre los Estados Unidos?
Por Martín Granovsky
Página/12
en Brasil
Desde San Pablo
Al tercer cafezinho el dirigente del PT hace un diagnóstico que deben compartir ya todos los militantes: “Si a cualquier gobierno lo miran con lupa, para nosotros van a usar el microscopio”. Pero después sigue: “No importa, queríamos salir del nicho, gobernar, y vamos a hacerlo”. El 27 de octubre, Luiz Inácio Lula da Silva probablemente sea electo presidente en la segunda vuelta. Pero al PT, ¿le conviene gobernar?
Pocas horas después de obtener el 46 por ciento en la primera vuelta –el doble de José Serra, pero menos que el 50 por ciento más uno de los votos positivos válidos–, Lula se lanzó frenéticamente a buscar apoyos para el ballottage y a tensar las fuerzas del Partido de los Trabajadores. Para el segundo objetivo repitió en cuanta reunión tuvo a mano, pública y privada, los tres puntos que en su opinión permitieron el triunfo. Uno, la profesionalización de la campaña con participación protagónica de Fernando Duda Mendonça. Otro, el programa industrialista y social del PT. El tercero, la política de alianzas simbolizada en la elección delmegaempresario José Alencar (Coteminas, remeras, 300 millones de dólares anuales de facturación) como candidato a vice.
Para Lula, las tres claves permitieron al PT dejar de ser un partido del 25 o 30 por ciento y aproximarse al gobierno. Una semana de convivencia con dirigentes de todo nivel del PT, desde la cúpula hasta los militantes de base, permitió comprobar que el escenario preocupante no asusta a los petistas al punto de apichonarlos frente a la gestión presidencial.
Brasil tiene una deuda de 240 mil millones de dólares. Lula dijo que aumentar el ritmo de crecimiento (el país no pasó el 1,75 por ciento anual en los últimos tres años) alcanzará para cambiar la realidad. En campaña el PT prefiere no hablar de reestructuración de deuda. El financista George Soros afirmó el martes que hay un 50 por ciento de probabilidades de que la deuda brasileña deba ser reestructurada y un 50 por ciento que no. Fue una forma diplomática de pronosticar que sí lo será. En todo caso, el PT no quiere poner ahora el énfasis en ese punto, aunque en privado algunos de sus especialistas analizan un escenario de negociación programada de la deuda. Tienen en cuenta la caída argentina por no haber tomado una decisión voluntaria a tiempo.
El desempleo abierto llega al 14 por ciento, y con el subempleo típico de América latina la cifra debiera trepar como mínimo al doble.
Sin embargo, ni siquiera este panorama persuadió al PT de que lo mejor es no ganar. Dentro del partido, quienes encarnan la supuesta “pureza”, en general provenientes del trotskismo o ligados a la Iglesia católica, con fuerza en el PT de Rio Grande do Sul, perdieron frente a los partidarios de ampliar la política de alianzas hasta los grandes empresarios nacionales como un modo de acceder al gobierno. El temor de este sector era que el PT no sólo quedara estancado en un nicho fijo de oposición sino que, por el estancamiento, luego pudiera retroceder. No es casual que un ex guerrillero como José Genoino, el candidato petista a gobernar San Pablo que pasó del 4 por ciento en las encuestas a un valioso 32 por ciento que lo proyecta al segundo turno, haya sido uno de los más entusiastas a la hora de pedir vocación de poder. Y de poder concreto. Genoino no se conforma con llorar por los viejos fracasos.
Dirceu, el constructor
Lula está personalmente convencido de la necesidad de dar el gran salto. Y desde 1995 el PT cuenta como presidente con un constructor al que incluso sus adversarios definen como un monstruo de la negociación política: José Dirceu. “Despierto piensa política y dormido sueña política”, bromean en el PT. Despierto o dormido, Dirceu jugó un papel importante en la decisión que proyectó al PT a convertirse en una fuerza nacional ya antes de estas elecciones: la concentración del esfuerzo en la lucha por concejalías y gobiernos locales.
Hasta los que sospechaban de Duda Mendonça le reconocen hoy que reforzó el contacto emotivo del PT con los electores. Tuvo a favor a Lula, un político carismático capaz de crear un ambiente de emoción en dos minutos a partir de la nada. Pero contaba también con el antecedente de los 2500 concejales petistas. Según la evaluación de la ejecutiva del PT, esa presencia tan extendida garantizó el vínculo de identidad entre el PT y los brasileños. En esa identidad estaría también la relación afectiva que posibilitó el salto del partido de treinti al partido de cuarenti, y garantizará el salto final al partido de cincuenti. El PT, a diferencia de los partidos de la izquierda tradicional en la Argentina, nunca fue una fuerza de matriz ideológica. Jamás tomó decisiones políticas discutiendo entre Lenin y Trotsky, o entre Guevara y Gramsci. Pero la falta de una implantación territorial extendida dejaba un bache a partir del cual el votante más desprevenido podía imaginarse cucos, izquierdistas abstractos o antiguos sindicalistas ineficientes. Esa extensión será crucial en la campaña para la segunda vuelta. Tan crucial como lo fue el origen aluvional del PT, formado por sindicalistas, sobre todo metalúrgicos, los legendarios Ciento Trece que rodeaban a Lula, cristianos de base, militantes de izquierda de Brasil y de toda América latina e intelectuales independientes.
Quizás por ese origen, hasta ahora, al menos, el ascenso a los gobiernos locales y estaduales no burocratizó al PT ni lo convirtió en una fuerza corrupta y clientelar como las otras. Tampoco eliminó la discusión interna, que suele ser encarnizada y podría incorporar próximamente a la agenda la manera en que se eligen los candidatos. Hoy el sistema es el tradicional, indirecto, de convenciones. En un futuro podría llegarse al voto directo de los afiliados con listas diferentes.
¿Eje anti USA?
La característica del PT es, más que el pragmatismo, el espíritu práctico, dentro y fuera de Brasil. El brasileñista norteamericano Kenneth Serbin, de la Universidad de California, acaba de declarar a la revista paulista Carta Capital que el eje Brasil-Venezuela-Cuba es un disparate. “Esa historia no tiene cabida”, dijo. “Una pequeña parte de la extrema derecha norteamericana ahora ve el mundo desde la óptica del terrorismo. Lo que hay de común entre Lula, Fidel Castro y Hugo Chávez es un nacionalismo más consciente y el hecho de que son líderes populares. Pero la formación de un eje antinorteamericano sólo existe en la cabeza de la extrema derecha”.
Serbin dijo también que veía el surgimiento de un “nuevo sentimiento de nacionalidad” en América latina. A pesar de eso, opinó que Lula evitará un choque gratuito con los Estados Unidos, un país con el que Brasil entrará en conflicto material cuando ponga freno a la integración acelerada del ALCA programada para 2005.
El tema también fue impuesto por el PT como algo alejado del fundamentalismo y se transformó en un eje de campaña que, de paso, convocó opiniones poco sospechables de izquierdismo. El ex canciller Celso Amorim, embajador brasileño en Londres, acaba de ser sutil y profundo al decir que “Lula no sólo es más moderado sino que es más maduro”, y que Brasil “tiene una percepción mucho más clara de que la inversión extranjera es importante pero no lo es todo”. Para Amorim, Lula combinó esa posición frente al ALCA, que el embajador no califica de “nacionalismo radical”, con “una sintonía fina en relación con la opinión pública brasileña, que da mucha importancia a la estabilidad económica”.
Este partido heterogéneo, vital, extendido, bien articulado en los últimos años con el empresariado que quiere preservar el mercado interno, es el que se pondrá a prueba el 27, en el gran duelo entre Lula y el cardosista Serra. Un duelo donde Lula tiene, además de la militancia del PT, sus votos en la primera vuelta y las promesas de apoyo de Ciro Gomes, José Sarney y Leonel Brizola, una gran ventaja: es la cuarta elección presidencial a la que se presenta. Serra está obligado a un milagro doble. Por un lado, duplicar sus votos del último domingo, algo que según los expertos sólo pasó en Portugal una vez con el socialista Mario Soares. Por otro, descubrir en Lula algún aspecto negativo nuevo y desconocido. Es un objetivo difícil de cumplir con un candidato que lleva tantos años de examen público.