EL PAíS › CECILIA FELGUERAS, DEL PODIO A LA IRRELEVANCIA
Del sushi a la nada
Fue una de las caras nuevas que prometían una administración fresca.
Funcionó de alfil de confianza y polifuncionaria de De la Rúa. Hoy, la vicejefa de Gobierno está aislada y las encuestadoras hace un año y medio que no preguntan por su imagen o intención de voto.
Por Fernando Cibeira
En primer grado, Cecilia Felgueras le respondió a su maestra que cuando fuera grande iba a ser presidente. Y por un tiempo –más o menos lo que duró el 2000– aquel deseo infantil parecía con posibilidades de concretarse. Por entonces, Felgueras era una de las caras nuevas que tenía para mostrar la Alianza y se convirtió en emblema de la gestión fresca y eficiente que prometía el grupo sushi. Pasó poco tiempo pero mucha agua debajo del puente. Hoy Felgueras es sapo de otro pozo dentro del gobierno porteño, no figura alineada en ningún proyecto electoral en danza y nadie se preocupa en medir su intención de voto. No ocurrió nada en especial para que eso suceda, pero lo suyo podría tomarse como un caso típico de “producto cultural de los ‘90”, en la definición de uno de sus compañeros aliancistas, un fenómeno de ascenso y descenso vertiginosos. Con todo, Felgueras no se resigna. Cerca suyo aseguran que tiene ofrecimientos para seguir en política –que Alfonsín le ofreció ser candidata a diputada– pero que tal vez deje pasar este turno electoral para armar un proyecto propio, ajeno a los partidos tradicionales.
Felgueras fue electa vicejefa de Gobierno de la Ciudad en mayo del 2000 con mandato hasta fines del 2003. Hoy, su rol principal es presidir la Legislatura porteña, tarea que muchas veces suele dejarla afónica y con ganas de irse a la cama. Así le pasó en la sesión del jueves pasado, repleta de barras de empleados municipales y de los subtes, obreros, travestis y demás, que casi no permitían que los legisladores se escucharan. Y que sea la de presidir la Legislatura su principal tarea se debe en buena medida a que su complicada relación con el resto del Ejecutivo municipal, en especial con el jefe de gobierno Aníbal Ibarra, no le dejó espacio para otra cosa.
Para ponerle una fecha exacta al momento del quiebre habría que hablar del 24 de enero de 2001. El destino quiso que ese día cayera sobre Buenos Aires la peor tormenta del siglo, justo cuando Ibarra había viajado a San Pablo para un encuentro político con su amiga la alcaldesa Marta Suplicy. Felgueras quedó a cargo del timón del bote en naufragio en el que se convirtió la ciudad. Las crónicas del día siguiente testimoniaron que nadie del gobierno salió a dar la cara, pese a que el barrio de Belgrano se convirtió por algunas horas en una isla del Tigre. Ibarra volvió de Brasil furioso. De inmediato preparó un cambio de gabinete en el que Felgueras perdió los dos funcionarios que había conseguido colar en las áreas de Salud y Promoción Social.
La relación entre ellos se rompió. Aunque siguen tratándose con amabilidad y no tienen problemas en aparecer juntos en público, fuera de los micrófonos opinan las peores cosas uno del otro. “Felgueras es una muestra de sushismo residual, no representa a nadie, es un cuerpo extraño en el gobierno”, explica un dirigente frepasista cercano a Ibarra. “Ibarra vive pendiente de la política y no se preocupa en gestionar. A Cecilia no la tiene en cuenta por celos”, responden cerca de la vicejefa. Y ponen como ejemplo que Felgueras le pidió varias veces la creación de una agencia social y que Ibarra nunca le respondió.
No hace falta agregar que Felgueras no es tenida en cuenta en el proyecto reeleccionista de Ibarra. “En estos momentos lo máximo que puede aportar Cecilia es un voto: el de ella”, sostiene uno de los dirigentes que arma el nuevo tejido político del jefe de Gobierno.
Cecilia superstar
Esta es la situación hoy. Muy diferente era cosa de dos años atrás. De directora del centro cultural Ricardo Rojas, Felgueras había ido escalando posiciones y, ya con Fernando de la Rúa presidente, fue mujer orquesta: viceministra de Desarrollo Social, interventora en el PAMI, candidata en la ciudad. Las revistas ponían que estaba más flaca, más rubia, que se había arreglado los dientes y que había aireado su look de chica de colegio de monjas. Si en ese momento le preguntaban si de veras pensaba llegar a presidente, directora del FMI o qué, ella respondía misteriosa: “No quiero ponerme un techo”. Esa mezcla de protagonismo, ambición y cierta independencia de movimientos hicieron crujir sus alianzas dentro del grupo sushi, el joven entorno de Antonio de la Rúa.
La ruptura tomó forma cuando Felgueras se inclinó por Carlos “Chacho” Alvarez en la disputa que lo llevó a renunciar a la vicepresidencia. En el entorno de Felgueras aseguran que hay cosas que todavía no se saben.
Recuerdan que fue hacia abril del 2001 cuando a la salida de su despacho Felgueras se cruzó con un joven periodista que se identificó como del staff de una conocida revista, pidiéndole una charla. Felgueras lo atendió con confianza. Entre otras cosas, durante el encuentro el periodista le pidió que le dijera qué pensaba de la función de Antonito o la del entonces jefe de la SIDE, Fernando de Santibañes, con quienes ya se sentía muy distanciada. Esa misma noche Felgueras recibió un mensaje de Enrique “Coti” Nosiglia, advirtiéndole que De la Rúa la iba a llamar y que le habían hecho “algo feo”. Y en eso de conocer los secretos del poder, Nosiglia no suele fallar. Efectivamente, al otro día el ex presidente la llamó y le pidió que fuera a verlo a su despacho. “Cecilia, no podés estar diciendo esto de mi hijo”, la recibió, y le puso la grabación del seudo periodista, que ahora se enteraba que era de los servicios. Fue su último encuentro con De la Rúa.
Felgueras reniega de la etiqueta sushi, aunque en algún momento mal no le vino. De aquel grupo habitué de los restaurantes fashion de Las Cañitas sólo sigue en contacto con Darío Lopérfido –vive en Madrid trabajando para una empresa de medios– y con Hernán Lombardi, el ex ministro de Turismo que piensa en candidatearse en la Capital. Shakira no le gusta.
Cecilia 2007
Cerca de Felgueras aseguran que a su jefa le va bien en la calle y que las encuestas dicen que todavía puede dar pelea. Pero no es lo que sostienen los encuestadores. Por ejemplo, en la consultora Equis recuerdan que la última vez que la midieron fue en marzo del 2001 y ya por entonces había caído al 1,5 por ciento de intención de voto. No preguntaron por ella nunca más.
Puestos a analizar por qué Felgueras pasó de ser la funcionaria de mejor imagen de la gestión aliancista a la indeferencia de hoy, los dirigentes de la ciudad hablan de la asociación con De la Rúa, de la carencia de una estructura que la sostenga y de la falta de una historia política. “Es típico de los ‘90: sin militancia, los efectos mediáticos le dieron un lugar que no merecía”, analiza un legislador del Frepaso. “Siempre tuvo un poder delegado, nunca construyó por ella misma”, explica un radical porteño. Un tercero prefiere derivar las culpas en “la sociedad maniqueísta” que ensalza dirigentes a los que luego le da la espalda, y recuerda que sólo en el 2001 Chacho Alvarez, Domingo Cavallo, Carlos Ruckauf, José Manuel De la Sota y Lilita Carrió, en algún momento encabezaron los rankings de popularidad.
Tal vez sea sólo la reacción de quienes nunca consiguieron la buena imagen que supo tener Felgueras. Mientras, ella hace sus propios planes. Dicen, por ejemplo, que intentó acercarse a Mauricio Macri gracias a su amistad con Horacio Rodríguez Larreta, a quien llevó al PAMI y hoy es ladero del presidente de Boca. “Le ofreció información de adentro del gobierno de la Ciudad pero parece que no interesó”, comenta malicioso un radical porteño. Cerca de Cecilia confirman que hubo un acercamiento pero que no se conversó nada en concreto. En cambio, más a los papeles fue Raúl Alfonsín, quien le habría ofrecido ser primera candidata a diputada en la Capital, en el mismo armado que llevará al actor Luis Brandoni para jefede Gobierno. También está la tentación de pasar unos años a la actividad privada. Para eso cuenta con un oferta de una importante empresa de medios que le propuso ocupar un puesto directivo.
Y puede que ésta sea finalmente la opción que seduzca a Felgueras. En paralelo, comenzaría el armado de una agrupación propia que agrupe a empresarios, organizaciones intermedias y dirigentes barriales con la idea de competir por la jefatura de gobierno en el 2007 por fuera de los partidos grandes. Para eso, cerca suyo adelantan que podría renunciar a su afiliación al radicalismo, partido del que ahora dicen que “nunca se sintió parte y al que sólo entró porque se lo pidió De la Rúa”. Sin embargo, no era lo mismo que opinaba a fines del 2000. Por entonces decía: “La cabeza del radicalismo de la ciudad soy yo, aunque todavía no lo ordeno con fuerza. Estoy construyendo un liderazgo con más esfuerzo”.