Jueves, 5 de noviembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Perdón don Jauretche que lo traiga a colación así nomás, ironía del destino que desde las Europas en el tercer milenio sus lúcidos análisis sobre la identidad nacional reaparezcan sobre el tapete, bueno, en realidad sobre un cibertapete.
El 2 de noviembre por la mañana el ministro de la Inmigración de Francia, Eric Besson, abrió oficialmente un debate nacional sobre la identidad francesa con la puesta en línea de un sitio en Internet: http://www.debatidentitenationale.fr
Allí todos los franceses pueden dejar sus reflexiones que irán siendo recogidas y discutidas hasta el 31 de enero. Seguidamente, una síntesis de todo lo escrito en el sitio y lo debatido en reuniones que se organizarán en las prefecturas con parlamentarios, organizaciones sindicales, docentes, alumnos, padres, representantes religiosos, etc., será presentada por el ministro durante un coloquio nacional que terminará el 4 de febrero.
El objetivo es, según dijo el ministro Besson, “hacer surgir acciones que permitan reforzar la identidad nacional francesa, reafirmando los valores republicanos y el orgullo de ser francés”.
La idea es muy buena, una novedosa conjunción de medios digitales y de participación ciudadana y fue calurosamente recibida: para después del almuerzo el sitio tenía ya tres mil contribuciones. El tema de la identidad nacional, que hasta ayer parecía un reliquia sesentista, estaba en todos los canales de televisión, diarios, blogs, reuniones de café y ambientes intelectuales. Es algo maravilloso, me dije, y me dediqué apasionadamente a leer los mensajes en el sitio y a escuchar debates en televisión y comentarios de las radios en vivo.
Ante la impactante recepción, en los ámbitos gubernamentales aceleraron los tiempos y empezaron a mostrar el cuchillo bajo el poncho: el Ministerio de la Inmigración decidió lanzar un debate que tendrá lugar el 24 de noviembre y cuyo tema central será el aporte de la inmigración a la identidad nacional, donde se proponen, entre muchas otras posibilidades, la institucionalización de un “contrato de integración republicana”, un “contrato con la nación” o incluso un “padrinazgo republicano” para los extranjeros que residan o deseen residir en Francia.
Cuando llegué a este punto en la lectura de la marea de contribuciones en el sitio oficial por parte de miles de internautas que critican la falta de civilidad de la vecina que lleva el velo islámico, del su-damericano que escucha música fuerte, del transexual que se maquilla demasiado o del rumano que, como todos saben, es ladrón, la novedad de la consulta social utilizando medios informáticos y presenciales fue dando lugar a una gran incomodidad, y entonces, del fondo de mis recuerdos argentinos se me apareció el viejo luchador, y le dije: Usted en su maravilloso Manual de zonceras argentinas nos decía que todas las zonceras (me perdone si las defino como conceptos socialmente instituidos más allá de todo sustento lógico o moral) nacían de una “zoncera madre”: la dicotomía sarmientina entre civilización o barbarie.
Por supuesto, hay quienes en el sitio aprovechan para recordar que la civilidad requiere la protección de desocupados, de los marginados y desprotegidos, de los desplazados de sus patrias, de los que sienten que la vida sin producir no tiene sentido y se suicidan.
Pero la fuerza de la dicotomía se impone, el debate ha abierto una caja de Pandora de cosas que estaban implícitas: tenemos como bárbaros a los negros, los musulmanes, los europeos del este, los sudamericanos, y ya que estamos, a las familias monoparentales y las no heterosexuales. Además, todos los que actúan y se preocupan por las discriminaciones en organizaciones o movimientos vienen acusados de “comunitarismo”, es decir, de hacer rancho aparte y no aceptar los valores nacionales y todo ello dentro de un discurso que dice que estos valores se deben unir a los principios republicanos de liberté, d’égalité, de fraternité.
La zoncera madre de todas las zonceras, de nuevo, sólo que ahora la discusión se amplió a nivel planetario: Identidad y civilizado como lo que es idéntico a mí y bárbaro o ajeno lo que no lo es... Gracias, don Arturo.
* Consultora lingüística y documental en Europa y docente online de la Cátedra de Tecnologías en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo de la UNLP.
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