El movimiento talibán volvió a atacar ayer en el noroeste de Pakistán. Los atentados parecen imparables en esa región tribal, a apenas unos kilómetros de la frontera con Afganistán. Por la tarde, al menos once personas murieron y 26 resultaron heridas en Peshawar en un atentado suicida con un coche lleno de explosivos cerca de un control de policía. Apenas unas horas antes, los talibán se habían adjudicado los ataques del día anterior, que habían dejado otros 18 muertos. “Reivindicamos la responsabilidad de los ataques suicidas en los retenes de Bannu y Peshawar y contra el ISI. Lanzaremos tantos ataques que el presidente, el primer ministro y el gobernador no podrán sentarse en su palacio”, amenazó el vocero del movimiento insurgente, Azam Tariq.

Para entrar y salir de Peshawar es necesario pasar por controles policiales. Sin embargo, estos puestos no logran garantizar la paz. Ayer los atacantes suicidas se inmolaron cuando la policía se acercó para registrar el auto. El puesto policial estaba en medio de una intersección importante y la explosión alcanzó a varios transeúntes y a otros autos que esperaban para continuar viaje. Qari Husain, un importante dirigente talibán de la zona, advirtió a la noche que la serie de atentados apenas comenzó. “Pueden esperar más ataques suicidas”, aseguró el miliciano, quien calificó los ataques como represalias a la ofensiva militar en el noroeste paquistaní.