Sábado, 19 de diciembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Rodolfo Mattarollo *
La secretaria de Estado de los EE.UU., Hillary Clinton, pronunció un extenso discurso sobre la Agenda de Derechos Humanos para el Siglo XXI en la Georgetown University de Washington, el lunes 14 de diciembre. La misma conferencista reconoce al final de su alocución, con una cita conocida, que en los Estados Unidos, mientras las campañas son poéticas, el gobierno suele ser prosaico.
En el plano retórico –el nivel “poético” al que se refiere la secretaria de Estado– uno puede extrañar, en su trabajada intervención, la ausencia de toda referencia a las intolerables desigualdades sociales, a los colosales problemas ecológicos o a las gigantescas burbujas financieras que estallan en el mundo actual, bombas de neutrones que no destruyen las ciudades sino a su gente y sus derechos humanos.
Pero más que una crítica al texto, lo preocupante es la distancia entre el discurso y las realidades de una Administración que ya puede comenzar a ser juzgada, una vez concluido el estado de gracia inicial.
Lo problemático surge en esa operación necesaria en la era de autonomización de los discursos respecto de la realidad, operación que consiste simplemente en tratar de saber de qué se habla y desde donde se habla.
La secretaria de Estado hace referencia al discurso del presidente Obama en Oslo, al recibir el Premio Nobel de la Paz, y a su paradójica justificación implícita de la “guerra justa”.
Ambos parecen olvidar que una cosa es justificar las luchas de liberación anticolonial, antirracista o contra la ocupación extranjera –legitimadas por el derecho internacional humanitario desde hace tiempo– y otra una referencia apenas velada a operaciones bélicas que sólo se puede leer como perpetuación de la “autodefensa preventiva”, esa curiosa invención en el derecho internacional con la que George Bush pretendió justificar la tragedia de Irak.
Por supuesto, sería difícil no adherir a la idea de la secretaria de Estado según la cual “los derechos humanos, la democracia y el desarrollo no constituyen tres objetivos separados con tres agendas separadas”. ¿Pero cómo entender el párrafo que aparece después, en el que se empareja a los gobiernos de Cuba y Nigeria como gobiernos capaces pero reacios a hacer los cambios que los ciudadanos merecen? Y esto pese a que se promete que los Estados Unidos, bajo la administración actual, no elaborarán una lista de las violaciones cometidas en otros países del mundo.
Hay hechos nuevos: el anuncio de que los Estados Unidos se someterán al examen periódico universal sobre el respeto de los derechos humanos en la ONU y la promesa de que elaborarán un informe sobre tráfico de personas en su propio territorio.
Esta agenda de Obama para los derechos humanos en el siglo XXI tiene, según Hillary Clinton, cuatro pilares: responsabilidad de los gobiernos, pragmatismo de Washington en el trato dispensado a los distintos países, participación de la sociedad civil que los Estados Unidos tratarán de fomentar y concepción amplia de los derechos humanos.
Una vez más, interesa ver cómo estos principios se traducen en prácticas políticas de la nación más poderosa de la Tierra. Según la secretaria de Estado, si bien el pragmatismo se impone en las relaciones de los Estados Unidos con países clave como Rusia y China, en el caso de Honduras se actuó públicamente.
Somos prisioneros de nuestras palabras. Más allá de los grandes vacíos ya apuntados de estos enunciados, del silencio sobre las responsabilidades del pasado y de la distancia entre las palabras y las cosas, hay una promesa formal de examinar el propio record de derechos humanos de los Estados Unidos. Lo más pertinente no parece ser un examen erudito del texto –por otra parte bien construido– sino su compromiso como programa de derechos humanos hacia el futuro.
Es cierto, como recuerda la disertante, que en su segundo día entero de trabajo en la Casa Blanca el presidente Obama emitió una orden ejecutiva que prohibió el uso de la tortura o la crueldad oficial por todo funcionario de los Estados Unidos y ordenó la clausura de la cárcel de Guantánamo. Pero se espera con ansiedad que esas órdenes se cumplan.
* Abogado
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