Domingo, 29 de agosto de 2010 | Hoy
EL MUNDO › ENTREVISTA CON EL SOCIOLOGO LUIS RONIGER SOBRE LAS EXPERIENCIAS EN LATINOAMERICA
Tras participar en una conferencia organizada por el Centro de Estudios sobre Genocidio de la Universidad de Tres de Febrero, el experto en situaciones de destierro se refirió a la de la oposición en Cuba y Chile, Venezuela y Arizona.
El exilio es un fenómeno con raíces profundas en América latina. De visita en Argentina, el sociólogo político Luis Roniger explicó las particularidades del destierro en el Cono Sur. También el intelectual, que participó en una conferencia organizada por el Centro de Estudios sobre Genocidio de la Universidad de Tres de Febrero, se refirió a la situación de la oposición en La Habana y en Caracas.
–¿Cómo se define el exilio?
–El exilio es un mecanismo institucionalizado de control político y tradicionalmente se generó en los países de nuestro continente ya en época colonial. No se llamaba exilio entonces, se llamaba destierro. Se usaba como un mecanismo social para alejar a la gente que generaba problemas. A aquellos a los que se quería castigar localmente y eran parte de cierta capa social, se los enviaba lejos a Chile, a la frontera para reforzar la estabilidad en las zonas marginales del imperio. Con la independencia, se transforma en un mecanismo político para controlar a la oposición dentro de la élite. La lógica del exilio es una lógica que previene que la clase política se desangre por completo. Porque si matan al contrincante se crea un círculo vicioso de violencia. La otra posibilidad es de ampliar la lucha política incluyendo a las clases bajas, pero entonces tienen el peligro de que estos sectores puedan replicar lo que se hizo en Haití y destrozar por completo a la élite política.
–¿Cómo operan esos desterrados una vez que salen de su país de origen?
–Una vez en el exterior, se crean comunidades de exiliados y esas comunidades de exiliados descubren su identidad nacional mientras están lejos. Los exiliados que llegaron a otro país se redescubren, descubren el alma nacional, reivindican un cierto proyecto como el proyecto auténtico, mientras que los que los forzaron al exilio son aquellos que traicionaron el verdadero proyecto nacional. Tradicionalmente, la estructura del exilio comprende dos países: uno que expulsa y uno que recibe o da asilo. Un tercer ángulo es el de las comunidades de exiliados que interactúan con otras comunidades de exiliados o con la sociedad local. En el siglo XX, surge un cuarto factor: la comunidad internacional. Entonces el exilio político entra a jugar de una forma totalmente diferente.
–¿Qué involucra la aparición de la esfera internacional?
–A mediados del siglo XX, surge la esfera transnacional y los exiliados en lugar de ser callados, silenciados, cobran cierto protagonismo. El caso de Juan Domingo Perón es un caso típico. Toda la política argentina no se decide en la Argentina, sino que en España se puede llegar a negociar resultados electorales y estrategias políticas. Ese es el caso extremo pero es reflejo de la importancia creciente de la esfera internacional.
–¿Qué pasa con la comunidad internacional y aquellos que parten al exilio en los años ’70?
–El caso más típico es cuando se instauran regímenes represivos autoritarios en la mayoría de los países de América latina y los exiliados, una vez en el exterior, cobran nuevo protagonismo a través de sus relaciones con redes de solidaridad internacional, que se preocupan por las violaciones a los derechos humanos en Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y en Brasil. A través de eso, le dan nueva centralidad a la presencia de exiliados que se mueven en el exterior. También la facilidad de las comunicaciones y del transporte posibilita esa presencia internacional de los exiliados. Hay comunidades de exiliados que juegan el juego mejor y hay otras que juegan el juego peor por fricciones internas.
–¿Cuáles juegan mejor ese juego?
–En el caso chileno, toda la estructura de partidos se proyectaba inmediatamente y encontraba recogida en los países hermanos en el exterior y eso les daba un protagonismo central, una presencia muy fuerte dentro del debate interno en los distintos países de asilo y en la esfera internacional. Al exilio se lo dejó un poco de lado y el exilio ha jugado un papel fundamental en cambios políticos a lo largo de dos siglos y pico y todavía más en la tercera ola de democratizaciones. No se puede entender la democratización chilena sin entender el reacomodamiento de fuerzas políticas chilenas en el exterior, que conformaron la Concertación que eventualmente llevó al presidente Patricio Aylwin al poder en el año ‘90.
–¿Qué pasaba con los exiliados uruguayos?
–En el caso uruguayo había divisiones. En cierto sentido, la migración económica era también parte de las comunidades. Era una comunidad mucho más diversificada que otras. Pero, por otro lado, los uruguayos entendieron la retórica de los derechos humanos antes que otros. Parece que en Estados Unidos, políticos uruguayos representaron muy bien la causa de las violaciones a los derechos humanos en Uruguay. Mientras que a otras comunidades tal vez les llevó un poquito más de tiempo transformar la retórica revolucionaria en una retórica de derechos humanos que sería más fácilmente interpretada a nivel internacional.
–¿Se puede hablar de exilio en regímenes democráticos?
–Sí, hay exilio en regímenes autoritarios como en regímenes democráticos. Esa es una de las tantas verdades que vamos descubriendo. Popularmente se tiende a asociar el exilio con regímenes autoritarios y el asilo con regímenes democráticos. Pero en América latina, países autoritarios han aceptado asilar, dar recepción a refugiados, para jugar internacionalmente la bandera de ser un país progresista. Esto ha sucedido en la República Dominicana durante la Segunda Guerra Mundial con los refugiados judíos de Alemania y Austria. Internamente México podía ser autoritario pero recibió con las manos abiertas a los exiliados de la Argentina. Sigue habiendo casos de democracias que expulsan. Por ejemplo, por la polarización está el caso de Venezuela.
–Algunos opositores liberados por el régimen socialista de Cuba denuncian que los están forzando al exilio, ¿esto es así?
–Claro. Todo país, ya sean democracias que se llaman participativas, populares o liberales y los regímenes autoritarios, que no permite a la oposición política tener espacios crean una situación que genera exilio. Uno de los indicadores de la calidad de democracia es que haya espacio para la oposición. El exilio implica que hay una baja calidad de democracia, sea donde fuere. No hay país en América latina, que en mayor o en menor medida, no haya usado o abusado del exilio político, de este mecanismo institucionalizado de control político.
–¿Qué pasa con la Ley Arizona en Estados Unidos?
–Es un control de las fronteras. Puede ser criticado pero es otro tipo de fenómeno. Eso depende del nivel de ingresos de cada país capitalista y de la facilidad de movilidad. Después del ataque a las Torres Gemelas, el deseo de controlar fronteras se ha visto incrementado por el temor y eso complica mucho la situación de la gente que llega para mejorar su nivel de vida. También afecta a quienes desean emplearlos en el país de acogida. Es una dinámica que conjuga el deseo de no permitir que inmigrantes “ilegales” ingresen y expulsar a aquellos que, según parte de la población, compiten en el mercado. Aunque, en realidad, hacen trabajos que los locales no quieren hacer.
Entrevista: Luciana Bertoia.
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