Jueves, 24 de febrero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › HABLA MOHAMMED ALí ABDALA, VICEPRESIDENTE DEL GRUPO FRENTE NACIONAL DE SALVACIóN DE LIBIA
Desde que Khadafi implantó su régimen, hace 42 años, fueron proscriptos los partidos políticos. “No hay oposición organizada fronteras adentro. La revolución la hizo el pueblo”, aseguró una voz opositora desde Londres.
Por Ailín Bullentini
Mohammed Alí Abdala tenía cuatro años cuando dejó su Libia natal. Su padre y sus tíos, profesionales y profesores de Trípoli, fueron obligados a dejar el país por participar de la fundación del Frente Nacional de Salvación de Libia (FNSL), el primer grupo opositor organizado que nació en el país, en 1981, para discutir a Muammar al Khadafi, que no abandonó el poder desde que lo tomó por la fuerza en 1969. “Para el régimen, ser opositor significaba ganarse la muerte”, deslizó en diálogo telefónico con Página/12. Hoy, este abogado criado y formado en Londres es el vicepresidente de esa organización. “Esa información es secreta”, apuntó Alí Abdala cuando se le consultó por la cantidad de miembros que conforman el FNSL en el exterior.
–Lejos de Libia, ¿cuál es la función que el FNSL está llevando a cabo en el marco de las protestas contra el régimen de Khadafi?
–Desde la distancia que nos separa estamos trabajando con la gente, con aquellos que vivieron en carne propia las revueltas. Dispersos en diferentes países, generamos puentes entre el pueblo libio y los medios de comunicación internacionales. Recién ahora, con las ciudades de la frontera este de Libia en poder de los manifestantes, algunos de esos medios están entrando al país, pero la verdad es que es muy peligroso. Entonces, una de las cosas más importantes era que las voces del pueblo puedan comunicar al mundo lo que estaba pasando en Libia, en vez de primar la voz oficialista de Khadafi.
–¿Cómo se organizaron las revueltas?
–El FNSL no lidera ni ideó la revolución. Sólo nos acoplamos a una campaña que jóvenes profesionales, docentes y académicos elaboraron inspirados en lo que ocurrió en Egipto. La “Revolución del 17 de febrero” se pergeñó una semana después de que los egipcios llevaran sus reclamos a la calle. Es decir, tres semanas antes de que efectivamente estallara en Libia. Los focos de protesta no fueron muchos, sino sólo algunas ciudades estratégicas: Benghazi, Derma, AlBayda. El centro, Trípoli, fue lo que más le costó ganar al pueblo, pero ya prácticamente es de la gente.
–¿Por qué esas ciudades? ¿Son las más golpeadas por el régimen?
–Toda Libia fue tremendamente golpeada por Khadafi. La parte rica, los pocos grupos que rodean el poder de Khadafi, funcionan como si fueran otro país. La cultura libia está destruida; el sistema educativo está destruido, la infraestructura del país está destruida, el nivel laboral es terrible, con una tasa de desempleo de entre el 30 y 35 por ciento. El 30 por ciento de la población vive con menos de doscientos dólares por mes. Esas son las razones económicas que empujaron la revolución, pero la principal es de otra índole. La opresión bajo la que vive el pueblo en el gobierno de Khadafi es insoportable. No hay libertad de opiniónn ni de acción, el respeto por los derechos de las personas no existe. Toda persona que habla en contra del gobierno tiene como destino la cárcel.
–¿EL FNSL cuenta con alguna sede desde donde poder coordinar la ayuda? ¿Cuántos son sus integrantes?
–Esa es información secreta. Estamos en Estados Unidos, en Europa y en varios países de Africa, pero es peligroso para nosotros si hacemos públicos la manera y el lugar desde donde trabajamos. Lo que está sucediendo en nuestro país es algo por lo que esperamos y luchamos desde siempre, desde el inicio de la organización. Queremos que Libia sea un país democrático, libre. Y para eso, creemos que debemos seguir haciendo las cosas como hasta ahora.
–¿Existen otros opositores con quienes estén comunicados?
–No hay oposición organizada fronteras adentro. Los principales focos están, como nosotros, trabajando desde el exterior. Estamos intentando coordinar fuerzas para unificarnos en un solo cuerpo y, así, poder brindar un apoyo más firme aún a la población que lucha en las calles. Nos sumamos a ex funcionarios del gobierno, jueces y militares que hasta ahora estuvieron del lado del régimen y ahora se plegaron a las protestas. Pero definitivamente, repito, no estamos al mando de la revolución.
–¿Cuán posible es la caída de Khadafi a partir de las revueltas?
–El régimen se quedó sin aliados. Pierde poder todo el tiempo. Su caída es inminente.
–¿Quién tomaría el poder en caso de que cayera en las próximas horas?
–El pueblo. Son ellos los dueños de la revolución, quienes saben que el destino del país debe cambiar y quienes, efectivamente, saben cómo hacerlo. Nosotros intentaremos ayudarlos, asesorarlos, no abandonarlos. Desde aquí afuera, podría pensarse en un gobierno de transición, anclado en una sola persona o en un grupo de ellas, una especie de comité. Pero definitivamente no podrá ser nadie por fuera del pueblo.
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