Jueves, 24 de febrero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EUROPA EVALúA MEDIDAS CONTRA EL PAíS PETROLERO
La Unión Europea elabora un paquete de sanciones que van desde el congelamiento de los activos de dirigentes libios hasta un embargo sobre la venta de armas.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Los países europeos que desde hace siete años vienen poniendo la alfombra roja bajo los pies del psicópata Muammar Khadafi empiezan a enrollar el tapiz a toda velocidad. Corriendo una vez más detrás de la historia para no quedar mal –lo mismo pasó con Túnez y Egipto–, los 27 miembros de la Unión Europea encomendaron a un panel de expertos que elaborara un paquete de sanciones que van desde el congelamiento de los activos de los dirigentes libios, pasando por la prohibición de que miembros del aparato de Khadafi entren en el territorio de la Unión, hasta un embargo sobre la venta de armas. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, dijo que deseaba que se “examine la supresión de las relaciones económicas comerciales y financieras con Libia”. Los 27 parecen formar juntos una inmensa tortuga que mira pasar las cosas a su tiempo sin tomar conciencia de que la historia va más rápido que las intenciones diplomáticas.
Es lícito reconocer que el astuto coronel Khadafi tiene argumentos para calmar a sus casi ex aliados europeos, empezando por Italia, el país que, a través de su canciller, Franco Frattini, defendió con vehemencia cierta “moderación” hacia el gran amigo de Roma (ver página 20). Petróleo, armas, inmigración y decenas de miles de europeos atrapados en la guerra civil componen un cóctel que Khadafi agita para asustar a los miembros de la Unión. Los dirigentes del Viejo Continente temen a la vez por los suministros del petróleo libio –el 80 por ciento es exportado a Europa–, por la ola inmigratoria que puede ganar Europa desde las costas mediterráneas y, desde luego, la cuestión de la seguridad y el terrorismo. 2004 marca el año del apogeo de la reinserción de Libia en el seno de lo que se llama “la comunidad de las naciones”. Después de que Libia renunciara en 2003 a la fabricación de armas de destrucción masiva Estados Unidos restableció las relaciones diplomáticas con el régimen de Khadafi. En noviembre de 2004, el ex presidente francés Jacques Chirac hizo una escala de 24 horas en Trípoli para ver al guía de la revolución. En octubre del mismo año, los europeos pusieron fin al embargo sobre la venta de armas a Libia gracias a la presión ejercida por Roma, que acababa de firmar un acuerdo con Trípoli para luchar contra la inmigración clandestina. Khadafi siempre utilizó la inmigración como un arma central de sus negociaciones con la UE. El coronel llegó a pedir más de 5 mil millones de dólares en ayuda para controlar los flujos inmigratorios, pero sólo obtuvo un sobre de 65 millones de euros por años. Los resultados de esa cooperación hablan por sí solos: la agencia europea que controla las fronteras exteriores de la UE, Frontex, indicó que de enero a junio de 2009 más de 7000 inmigrados clandestinos fueron arrestados en Italia provenientes de Libia. Pero en 2010, una vez que el acuerdo con Khadafi entró en vigor, la cifra pasó a 900 para el mismo período. A estos 65 millones hay que agregarles otros 200 millones de dólares anuales aportados por Italia. Y sin embargo los organismos humanitarios denunciaron la asociación entre la Unión y Libia para luchar contra los flujos migratorios ilegales. En 2009, un informe de la ONG Human Rights Watch denunció los términos de ese acuerdo. Bill Frelicke, autor del informe, dijo entonces que Libia “no firmó las Convenciones de Ginebra y viola sistemáticamente los derechos humanos. No se la puede entonces considerar como un socio en el campo de las migraciones”. Pero nada cambió. Por el contrario, sin explicación alguna, en 2010 Libia exigió que el personal del Acnur, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, se fuera del país.
2004 fue el año del pacto con el diablo. Hasta los años ’90 Khadafi se abastecía en armas en la desaparecida Unión Soviética, pero a partir de 2004 lo hizo en Europa, principalmente en Francia, Italia, España, Bélgica, Alemania y Rusia. En 2007, durante su visita a Francia, Khadafi firmó contratos por un valor de 400 millones de dólares, mientras que otros dos mil millones quedaron en discusión –helicópteros, sistemas radar, etc.–. En 2009 Bélgica vendió armas a Trípoli por unos 15 millones de dólares y España por unos 9 millones –acaba de suspender la venta–. Rusia fue más lejos que todos los demás, con un contrato de 1800 millones de dólares.
Europa le vende sus valores democráticos al mundo y sus armas a los represores que usan la barbarie como escarmiento.
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