EL MUNDO › QUE DICEN LOS HERIDOS POR LOS BOMBARDEOS EN LOS HOSPITALES DE IRAK
Cómo vivir una “guerra preventiva”
Detrás del abstracto anonimato de los bombardeos por televisión hay víctimas. Y son civiles. Aquí, lo que están viviendo.
La fuerza de los bombardeos y las nubes de humo que se han extendido por la capital iraquí causaron al menos 321 heridos desde el inicio de la ofensiva norteamericana. Decenas de mujeres y de niños resultaron heridos ayer durante un ataque de las fuerzas aliadas contra un complejo residencial en el que viven empleados de una compañía petrolera local en Basora, en el sur de Irak, según dijo la televisión satelital iraquí. En las últimas 24 horas los ataques aliados causaron la muerte de 77 civiles y 366 heridos precisamente en Basora, señaló ayer el ministro de Información iraquí, Mohammed Said el Sahhaf, quien precisó que fueron víctimas de bombas de fragmentación. Los hospitales de Bagdad muestran las huellas de la destrucción de esta guerra “preventiva”.
Tras los ataques en el sur, espectadores impresionados contemplaron las horrendas imágenes de cadáveres. Entre ellos, la de un niño muerto con heridas graves en la cabeza, así como el vehículo de un civil en el que se veían los impactos de bala y un charco de sangre. El gobierno iraquí presentó ayer el resultado de uno de las bombas que cayeron en un barrio residencial de Bagdad. La prensa internacional pudo ver un cráter de varios metros de profundidad rodeado por la montaña de ruinas a las que han quedado reducidas las viviendas. Otras tres casas más resultaron dañadas y parcialmente destruidas. Las autoridades afirmaron que el barrio de El Kadisia fue alcanzado por un misil de los agresores.
En la clínica universitaria de Yarmuk son tratadas las víctimas de los bombardeos en Bagdad. En la sección de cirugía, hay hombres, mujeres y niños en habitaciones de diez camas, que más bien son catres. Las condiciones en general son pobres, pero los pacientes llevan camisas de noche verdes recién planchadas. Omar Alí, de diez años, tiene una venda en torno del vientre y mira mudo al infinito. Su primo le sostiene la mano. “Su familia estaba cenando”, cuenta. “Entonces cayó el misil. Doce miembros de la familia resultaron heridos.” En otra habitación, un hombre de civil insta a los demás visitantes y a aquellos pacientes que pueden abrir la boca a decir consignas en coro. Algunas mujeres mayores, vestidas totalmente de negro, realizan en el pasillo danzas de guerra mientras emiten gritos estridentes. Se sabe que las víctimas civiles provienen del barrio Shurta-5. “Son todas personas pobres”, explica el cirujano jefe, doctor Said Abdel Kerim. “Viven en casas mal construidas, que se derrumbaron como consecuencia de la onda expansiva de la detonación.” Los escombros les provocaron sobre todo heridas en el pecho y las piernas. Algunos también resultaron heridos por esquirlas. Un adulto y una niña pequeña no pudieron ser salvados, explica Kerim. “Murieron ante mis ojos”, afirma.
Otro escenario similar presenta el hospital universitario de Al Mustansaniya. Doha Suheil de cinco años mira, con una sonda en la nariz y un ceño que fruncía su carita cuando trata en vano de mover el lado izquierdo de su cuerpo. Los misiles crucero que explotaron cerca de su casa en el suburbio Radwaniyeh de Bagdad incrustaron esquirlas en sus piernitas –ahora envueltas en gasas, y lo que es más serio, uno de estos fragmentos se alojó en su columna vertebral. En el interior de otra habitación, Amel Hassan, una mujer campesina, yace en una cama de hospital con los hombros hinchados al doble de su tamaño normal y cubiertos de moretones. Estaba visitando a su hermana cuando el primer misil impactó en Bagdad. “Me estaba bajando del taxi cuando hubo una enorme explosión, caí y mi sangre regó por todos lados”, dijo. “Los brazos, las piernas y el pecho me sangraban.” Amel Hassan tiene múltiples heridas de esquirlas en el pecho. Su hija, de cinco años, está herida en la cama de al lado.
Entretanto, las organizaciones humanitarias aceleran sus preparativos para Irak, donde se anticipa un desastre porque la guerra suspendió el programa de la ONU “Petróleo por alimentos”, que sustentaba al 60 por ciento de la población. “El Programa Mundial de Alimentación se está preparando para lo que podría ser la operación humanitaria más grande de su historia”, declaró Khaled Mansour, un portavoz de esta agencia,encargada de los programas alimentarios de emergencia de las Naciones Unidas. La ONU calcula que más de tres millones de mujeres y niños necesitarán ayuda inmediatamente, y que al menos un millón de iraquíes podrían convertirse en refugiados en los países vecinos, aunque hasta ahora este éxodo no se ha materializado. Según Naciones Unidas, en menos de seis semanas la mayoría de la población iraquí se quedará sin comida y el costo de responder a sus necesidades básicas será de más de 1000 millones de dólares.