Miércoles, 29 de agosto de 2012 | Hoy
EL MUNDO › LA JUSTICIA FRANCESA ABRIó UNA CAUSA PARA SABER SI FUE ENVENENADO EN EL 2004
La muerte de Yasser Arafat en el hospital militar de Percy de Clamart, en las afueras de París, siempre estuvo rodeada de misterio. La viuda del líder histórico de los palestinos, Suha Arafat, presentó una querella por “asesinato”.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Una sustancia mortal común ronda en los cadáveres de dos personajes distintos: el espía ruso Alexandre Litvinenko, envenenado en Londres en 2006, y el difunto líder de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat. Se sabe con certeza que Litvinenko –pasó de espía a opositor– fue envenenado con polonio, una sustancia radiactiva altamente tóxica. La muerte de Yasser Arafat ocurrida el 11 de noviembre de 2004 en el hospital militar de Percy de Clamart, en las afueras de París, siempre estuvo rodeada de misterio. La Justicia francesa dio ahora un paso hacia, tal vez, la verdad. El tribunal de Nanterre decidió iniciar una investigación para determinar los desencadenantes de la muerte de Arafat luego de que, a finales de julio, la viuda del líder histórico de los palestinos, Suha Arafat, presentara una querella por “asesinato”. Las pruebas de que la muerte de Arafat quedó entre muchas dudas se fueron acumulando a lo largo de los años pero recién hace dos meses llegaron los primeros detalles tangibles. El Instituto de Radiofísica de Lausana –Suiza– analizó los restos biológicos que su viuda le entregó y descubrió que en la ropa, en el cepillo de dientes y en el keffieh de Arafat había cantidades “anormales de polonio”.
Yasser Arafat llegó a tratarse a Francia en condiciones dramáticas. Bloqueado durante tres años por el ejército israelí en su cuartel general de Ramalá –la Muqata’a–, el jefe palestino sufrió un repentino y poderoso mal que jamás fue identificado. Su traslado a Francia no arregló las cosas, por el contrario. “Me dijeron que no se sabía de qué había muerto Arafat”, dijo la esposa del responsable palestino al diario Le Figaro. La mujer lleva años buscando los elementos de pruebas pero éstos nunca aparecieron. Según explicó a finales de julio al mismo diario, se “destruyeron las muestras de orina y de sangre hace cuatro años”. Aunque políticamente nada permite asegurar que a Israel le convenía la muerte de Arafat, los dirigentes palestinos y sus allegados siempre estuvieron persuadidos de que su jefe había muerto asesinado. En ese entonces, Arafat estaba en un momento político delicado: sitiado por Israel y desbordado por los extremistas de las brigadas de los mártires de Al Aksa –fueron responsables de la ola de atentados de los años 2000–, Arafat había visto su crédito político caer en picada. Su muerte, con todo, nunca quedó científicamente explicada. La dirigencia palestina saludó la decisión francesa. El actual presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, pidió al jefe del Estado francés, François Hollande, “ayuda para investigar las circunstancias del martirio del presidente Arafat”. Las pesquisas científicas se completarán ahora con el examen del cuerpo de Arafat. Su viuda autorizó al Instituto de Radiofísica de Lausana a examinar los restos del “raïs”. El cuerpo de Arafat reposa en la Muqata’a. Cuando lo enterraron mirando hacia la Meca según la tradición de los sunnitas, los imanes pusieron en el ataúd bolsas de tierra provenientes de la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén, que era donde Arafat quería ser enterrado. Pero el entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon, se negó a acceder a esa última voluntad. Los especialistas son escépticos en cuanto a la hipótesis del envenenamiento con polonio. Sin embargo, todo lo que rodea la muerte de Arafat es dudoso: desde el malabarismo verbal de los médicos del hospital, que no sabían qué decir, pasando por la súbita degradación de su estado de salud hasta el hecho de que jamás se practicó una autopsia. A lo largo de dos semanas de hospitalización, Arafat perdió tres kilos y el porcentaje de sus plaquetas sanguínea pasó de 177.000 a 72.000 por milímetro cúbico. Se le diagnosticó una “coagulación vascular diseminada severa”. Los médicos hicieron muchos exámenes, incluidos los radiactivos, pero nada se encontró de “anormal”. No obstante, por su rareza, no se buscó si había polonio en el cuerpo. El misterio quedó ahí y, con él, las dudas, los rumores y las especulaciones sobre las causas exactas de su muerte.
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