Lunes, 15 de abril de 2013 | Hoy
EL MUNDO › ANUNCIó QUE SE HARá ACONSEJAR POR OCHO CARDENALES DE LOS CINCO CONTINENTES
La idea de un gobierno colegiado de la Iglesia es un concepto hijo del Concilio Vaticano II. Pero también proviene de la Compañía de Jesús, la orden a la que pertenece el papa Francisco. Los alcances de la reforma de Estado.
Por Elena Llorente
Desde Roma
El papa Francisco parece decidido. Reformar la curia y gobernar la Iglesia de forma colegiada son sus objetivos, para no permitir que la burocracia vaticana y el excesivo centralismo romano obstaculicen el progreso de la Iglesia y la difusión de sus valores en el mundo. El tema había salido a relucir durante las reuniones preparatorias del cónclave para la elección del nuevo papa, y Francisco, por lo visto, no ha hecho oídos sordos a lo que pedían sus colegas cardenales. Según anunció oficialmente el Vaticano, el Papa se hará aconsejar por ocho cardenales de los cinco continentes. La comisión asesorará al Pontífice en el gobierno de la Iglesia, pero también estudiará un proyecto de revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus sobre la curia romana, es decir, sobre las distintas oficinas y especie de ministerios, llamados congregaciones, que tiene el Vaticano, precisó el comunicado de la Secretaría de Estado de la Santa Sede. Y esto puede revolucionar verdaderamente la burocracia vaticana, estática, conservadora, defensora del status quo, a menudo nido de intrigas, varias de las cuales salieron a la luz con el llamado “Vatileaks”, los documentos secretos que llegaron a la prensa, en parte gracias al mayordomo del entonces papa Benedicto XVI –que por eso fue condenado y expulsado– pero que dieron la idea de que otros asuntos más serios estaban acosando al papa que luego renunció.
La comisión, cuya primera reunión se hará del 1 al 3 de octubre, está integrada por los cardenales: Francisco Javier Errázuriz, arzobispo emérito de Santiago de Chile; Oswald Gracias, arzobispo de Bombay; Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y que funcionará como coordinador del grupo; Sean Patrick O’Malley, arzobispo de Boston; Reinhard Marx, arzobispo de Munich, en Alemania; Laurent Monsegno Pasinya, arzobispo de Kinshasa, en la República Democrática del Congo; Georg Pell, arzobispo de Sydney en Australia; Giuseppe Bertello, presidente de la gobernación de la Ciudad del Vaticano, y Marcello Smeraro, obispo de la ciudad italiana de Albano, que actuará como secretario.
La noticia sobre esta comisión de asesores se había filtrado a la prensa italiana, porque el Papa así lo había dicho a los obispos de la región italiana de Toscana a los que había recibido ayer en el Vaticano. Pero la prensa no había arriesgado nombres. Según algunos analistas católicos, sin embargo, la idea de un gobierno colegiado de la Iglesia es un concepto hijo del Concilio Vaticano II, que precisamente este año la Iglesia ha querido recordar especialmente. Pero también proviene de la Compañía de Jesús, la orden a la que pertenece el papa Francisco, cuya máxima autoridad, el prepósito general, es asistido en el gobierno de la Compañía por diez asesores en representación de los distintos idiomas y naciones.
Según la prensa italiana, además, la reforma de la curia no debería eliminar la Secretaría de Estado Vaticana, es decir la oficina del virtual primer ministro y número dos de la Santa Sede, actualmente a cargo del cardenal Tarcisio Bertone. Una oficina de inmenso poder dentro y fuera de la Santa Sede, porque coordina las nueve congregaciones que integran la curia romana (Congregación para la Doctrina de la Fe, Congregación para las Causas de los Santos, Congregación para los Obispos, entre ellas) pero también se encarga de las relaciones con los otros estados del mundo. Pero ese poder sería redimensionado.
Después de la asunción de un nuevo papa, se espera que las autoridades dentro del Vaticano cambien, especialmente la Secretaría de Estado. Pero al parecer el papa Francisco, que ha tomado una serie de medidas concretas en este primer mes de su papado y cada día recibe y se reúne con cardenales u obispos de distintos lugares, no parece tener apuro por sustituir las viejas autoridades. Más bien, en todo caso, prefiere cambiar algunas otras cosas antes.
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