EL MUNDO › EL MAGNATE QUE COMPRó UN CLUB DE FúTBOL INGLéS
Del Volga rumbo al Chelsea
Por P. B.*
El multimillonario ruso Roman Abramovich (5700 millones de dólares, que ha sorprendido al Reino Unido comprando el paquete de control del club de fútbol Chelsea) era prácticamente desconocido hasta la segunda mitad de los noventa. Nacido en Saratov, en el Volga, en 1966, este hombre de pocas palabras que huye de la prensa quedó huérfano de madre y padre siendo muy niño y comenzó a trabajar en una cooperativa a finales de los años ‘80. En 1992 fue encarcelado como sospechoso de haber robado 55 vagones de combustible (y liberado sin cargos), según una biografía difundida por la Agencia de Situaciones Conflictivas.
Boris Berezovski, el primer ruso que figuró en la lista de Forbes en 1997 y hoy autoexiliado en Londres, fue su descubridor. Ambos crearon una empresa off-shore registrada en Gibraltar con filiales en varios países de Europa. En 1996, Abramovich entró en el Consejo de Dirección de la petrolera Sibneft, en la que ha controlado la mayoría de las acciones. Esta empresa se encuentra ahora en proceso de fusión con Yukos para formar la cuarta petrolera mundial, pero el acuerdo entre estos dos gigantes que controlan el 29 por ciento de la extracción del crudo ruso no ha recibido aún luz verde definitiva de las autoridades antimonopolio rusas.
Abramovich fue elegido diputado de la Duma Estatal (Cámara baja del Parlamento) en diciembre de 1999, pero los periodistas parlamentarios sólo le vieron el pelo una vez, en la sesión inaugural. Al ser elegido gobernador de Chukotka (Lejano Oriente) a finales de 2000, Abramovich puso tierra por medio con Vladimir Putin, que había prometido mantener a los oligarcas a distancia del poder y obligado a exiliarse a Boris Berezovski y Vladimir Gusinski, los dos supermagnates de la época de Yeltsin.
A Chukotka, una tierra rica en minerales con una superficie comparable a la de varios países y una población de casi 74.000 personas, Abramovich llegó con un grupo de ejecutivos empresariales como equipo político. El gobernador-magnate ha puesto en práctica un peculiar estilo de gestión, que combina el paternalismo, la concepción patrimonial del territorio y los métodos empresariales al estilo ruso. El contraste entre los yuppies que trabajan en Chukotka por turnos y las preocupaciones de las gentes de la región no puede ser más chocante, señalan quienes han sido testigos de los empeños del gobernador por acabar con problemas como el alcoholismo. Abramovich mantiene su influencia sobre el gobierno, a juzgar por los resultados de la privatización del 75 por ciento de las acciones de la petrolera Slavneft, que a finales de 2002 fue adjudicada a una empresa formada por Sibneft y la Compañía Petrolera de Tiumén (TNK), perteneciente de forma mayoritaria a Alfa.
(De El País de Madrid, especial para Página/12.)