Domingo, 2 de febrero de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Emir Sader
La versión vuelve a cada elección en Brasil. En 2006 no era preciso porque el ciclo del Partido de los Trabajadores (PT) en el gobierno sería cortado ya en sus inicios, si las previsiones de la oposición –con la campaña mediática de denuncias de corrupción en contra del PT y la asfixia de recursos para el gobierno desde el Congreso– hubieran resultado. Lula no lograría hacerse reelegir y la izquierda brasileña sería derrotada por décadas.
Pero no contaban con la astucia del gobierno de Lula, que ya podía contabilizar los resultados de su política de priorizar lo social y así pudo derrotar de nuevo a la oposición en 2006. En 2010 los que teorizaban que el éxito del gobierno se debía al carisma de Lula pronosticaban que él no lograría elegir a su sucesora. La elección de Dilma permitió demostrar que el esquema del gobierno iba más allá del “lulismo”, manteniéndose e intensificándose el modelo económico-social heredado de Lula.
En estas elecciones, ante la falta de ánimo de sus candidatos, la oposición apela a un supuesto “fin del ciclo del PT”, algo que también hicieron apresuradamente los críticos externos de Brasil a raíz de las manifestaciones de junio del 2013. Es lo que alentaría a la oposición a tener alguna esperanza de impedir la victoria del PT por cuarta vez consecutiva, en la que aparenta ser la más fácil de todas.
El coro neoliberal de los medios dice que el modelo de crecimiento económico inducido por el consumo, por la distribución de renta, se habría agotado. Hace terrorismo al presionar para subir la tasa de interés ante un supuesto descontrol inflacionario. Propone el abandono del modelo económico y el retorno a la centralidad del ajuste fiscal, que ha llevado a Brasil a una profunda y prolongada recesión que el gobierno de Cardoso dejó como herencia al de Lula.
Los brasileños conocieron lo que es un fin de ciclo tras el corto ciclo del PSDB de Cardoso, a pesar de sus amenazas de que se mantendría durante 20 años en el poder. En aquel momento estaba claro que el modelo económico neoliberal de Cardoso se había agotado. Aunque logró reelegirse, en 1998, no pudo evitar una crisis que llevó al gobierno a elevar la tasa de interés a 49 por ciento, en el intento desesperado de frenar la huida de capitales. Así llegó la recesión, que sólo fue superada en el gobierno de Lula.
El apoyo al gobierno de Cardoso bajó a su nivel mínimo, él no logró elegir a su sucesor y desde entonces su partido sólo conoció derrotas electorales. Su partido no tiene nada para proponer hoy, salvo el retorno del mismo equipo económico que en 1990 llevó al país al borde de la quiebra tres veces, en medio de una intensificación de la desigualdad y la exclusión social. En estas elecciones, el PSDB corre el riesgo de, además de ver a Dilma reelegirse en primera vuelta, llegar en tercer lugar, llevando al partido a una crisis terminal. El final del gobierno de Cardoso en el 2002 sí que fue un fin de ciclo.
Dilma mantiene un alto respaldo popular, es la favorita para reelegirse este año, los índices sociales son todavía mejores que los de Lula, cuando la economía crecía más, pero Lula sigue siendo el más grande líder político de Brasil. El PT tiene buenas posibilidades de hacer su mejor elección, también para gobernadores de provincia y para el Parlamento.
Los problemas que el gobierno de Dilma enfrenta no pueden ser superados abandonando el modelo que ha permitido el país crecer y distribuir renta, simultáneamente, como nunca antes en su historia. Se superan a través de la profundización del modelo, del quiebre con el capital especulativo, con un rol todavía más activo del Estado en la economía, con la ampliación y profundización de las políticas sociales. Y no con su abandono, para que retornen los paquetes de ajuste prometidos por los candidatos de la oposición, con las duras consecuencias que los brasileños conocen.
No hay fin de ciclo del PT en Brasil. Dilma y Lula tienen la popularidad que le faltó a Cardoso. El país no ha entrado en recesión, como con el PSDB, ni sufre la exclusión social que caracterizó al gobierno de Cardoso. La mayoría de la población claramente prefiere la continuidad del gobierno del PT, antes que las propuestas regresivas de la oposición. Brasil se prepara para su segunda década de gobiernos posneoliberales.
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