Miércoles, 19 de febrero de 2014 | Hoy
EL MUNDO › EL C8 DEJARA ESTABLECIDA UNA AGENDA DE TRABAJO EN ASUNTOS INTERNOS E INTERNACIONALES
El grupo de ocho obispos tuvo una participación importante en las acciones que Francisco realizó para garantizar la paz en Siria, pero también ha sugerido lineamientos para el encuentro que el Papa tendrá el 27 de marzo con Obama.
Por Washington Uranga
Se lo conoce como C8 (grupo de los ocho cardenales). Es la comisión de cardenales creada por el papa Francisco para que lo asesore en todos los temas del gobierno de la Iglesia Católica. Está reunido en estos días en el Vaticano y, aunque sólo ha trascendido que se aboca al estudio de las reformas a introducir en el banco vaticano (IOR) y en las estructuras financieras de la Iglesia Católica, se sabe que la agenda de los cardenales es mucho más extensa y tiene que ver también con temas relacionados con innovaciones en el gobierno general de la institución eclesiástica y con lineamientos pastorales que comenzarán a debatirse en el consistorio extraordinario de cardenales que se iniciará el 20 de febrero, con ocasión de la creación de nuevos cardenales para la Iglesia.
El C8 no es un órgano de gobierno formal establecido por la ley eclesiástica, pero es sabido que por encima del Código de Derecho Canónico en la Iglesia el Papa cuenta con todas las atribuciones para tomar las iniciativas que considere, remover o crear nuevas instancias. Apenas un mes después de su elección como papa, Bergoglio decidió instituir esta comisión extraordinaria en un claro mensaje destinado a señalar que no gobernaría en solitario. Decisión complementaria del gesto de su primera aparición en el balcón de la Plaza San Pedro cuando se presentó como “obispo de Roma”: primero entre iguales (primus inter pares), con autoridad reconocida, pero dentro del marco de una acción episcopal colegiada. También una hábil jugada para no quedar atado a las estructuras burocráticas y de poder de la curia vaticana controlada por los italianos.
Cuando creó el C8, el Papa no precisó demasiado sus funciones, sino que lo convirtió en un grupo asesor en temas generales de su gestión. Se ocupó, en cambio, de garantizar una integración que reflejara una perspectiva internacional y representativa de la Iglesia en todo el mundo. El C8 está compuesto por Francisco Javier Errázuriz Ossa (Chile), Sean Patrick O’Malley (Estados Unidos), Reinhard Marx (Alemania), Oswald Gracias (India), George Pell (Australia), Laurent Monsengwo Pasinya (Congo) y Giuseppe Bertello (Italia). Pero también mandó un mensaje al poderoso grupo de los italianos que hacían y deshacían a su antojo en la curia: nombró como coordinador al cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga.
El centroamericano, además de coincidir en mucho con la mirada que Francisco tiene sobre la Iglesia, también es un intelectual y un hombre de gran manejo y habilidad política. En estos aspectos se entiende muy bien con Bergoglio. Poco a poco, Francisco fue delegando responsabilidades en Rodríguez Maradiaga y el hondureño fue creciendo también en poder. A tal punto que, en un reportaje concedido el mes anterior al periódico alemán Koelner Stadt-Anzelger, se atrevió a contradecir en público al prefecto (equivalente a ministro del Papa y máxima autoridad del organismo) de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio), el alemán Gerhard Ludwig Müller, designado por Francisco para ese cargo y cardenal en los próximos días. Müller había clausurado la discusión sobre un eventual acceso a los sacramentos para los católicos divorciados y vueltos a casar. Rodríguez Maradiaga dijo: “Creo que lo entiendo. Es un alemán, hay que decirlo, es sobre todo un profesor de teología alemán, en su mentalidad sólo existen lo verdadero y lo falso. Pero yo digo: mi hermano, el mundo no es así; tú deberías ser un poco más flexible cuando escuchas otras voces. Y no sólo escuchar y decir no”.
En estos tres días de reuniones, que culminarán hoy en Roma, después de casi un año de labor y varios encuentros, el C8 dejará establecida con el Papa una agenda de trabajo que atiende tanto a cuestiones internas como a la acción política internacional del Vaticano. Se sabe que este grupo de obispos tuvo una participación importante en las acciones que Francisco realizó para garantizar la paz en Siria, pero también ha sugerido lineamientos para el encuentro que el Papa tendrá el 27 de marzo con Barack Obama, presidente de Estados Unidos. Según informaron fuentes norteamericanas, el diálogo estará destinado a considerar estrategias comunes para “combatir la pobreza y el aumento de la desigualdad en el mundo”.
En octubre de este año se celebrará en Roma un sínodo de obispos (encuentro que reúne a obispos delegados de las conferencias episcopales de todo el mundo). El asunto central será la familia y para ello Francisco envió hace meses una consulta amplia a todos los obispos en la que no omitió ningún tema: nuevas formas de familia, matrimonio entre personas del mismo sexo, divorcio y aborto, entre tantos. Rodríguez Maradiaga también habló en su momento sobre esto. Dijo que “estoy profundamente convencido de que estamos en el principio de una nueva era en la Iglesia, como hace cincuenta años, cuando Juan XXIII abrió la ventana para que entrara aire nuevo”. Y al ser indagado sobre el próximo sínodo, el hondureño refirió que él mismo se lo preguntó a Bergoglio al interrogarlo acerca de por qué nuevamente una discusión sobre la familia cuando ya hubo un encuentro similar en 1980 y luego el documento Familiaris consortio, de Juan Pablo II. Según Rodríguez Maradiaga, el Papa le respondió: “Eso sucedía hace treinta años; hoy, para la mayor parte de las personas, la familia de entonces casi no existe. Tenemos separaciones, familias extendidas, muchos hijos que crecen solos, maternidad en alquiler, matrimonios sin hijos, sin olvidar las uniones entre personas del mismo sexo. En 1980 estas cosas ni siquiera existían”. Todos estos temas han estado también en la agenda del C8, cuya influencia crece al amparo de Francisco y que le acerca al Papa aportes con miradas de todo el mundo para impulsar “una nueva era” en la Iglesia Católica cuyos alcances todavía permanecen imprecisos.
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