Viernes, 15 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Washington Uranga
Asia ha sido históricamente una inquietud misionera para la Compañía de Jesús (los jesuitas), la congregación a la que pertenece el papa Jorge Bergoglio. Y la visita que actualmente realiza el papa Francisco a Corea del Sur se inscribe dentro de esa misma preocupación y en el marco de la estrategia vaticana para afirmar su presencia en esa parte del mundo. Teniendo en cuenta también que, pese a que sus pies están en Corea del Sur, los ojos de Francisco siguen apuntando hacia China, el verdadero objetivo vaticano para aumentar su incidencia en la región.
Sólo el 3 por ciento de los 12,7 millones de católicos del mundo vive en Asia, el continente más poblado del planeta. Sin embargo, las estadísticas vaticanas reflejan que en el último año se han bautizado más católicos en Asia que en Europa. En Corea del Sur, en los últimos cuarenta años, la población católica pasó del 2 por ciento de la población al actual 10,4 por ciento, aproximadamente 5,4 millones de fieles. Los católicos son también una comunidad valorada por sus acciones en el campo de la educación y la acción social, aunque su nivel de penetración está sobre todo en la clase media. La Iglesia Católica quiere extender su tarea de “evangelización” a los sectores populares de la sociedad, apoyándose en el protagonismo de los laicos y no tanto de los ministros consagrados. Por ello resulta significativa la visita que el Papa hará a Kkottongnae (Aldea de la flor), un lugar donde la Iglesia dedica esfuerzos a atender marginados, ancianos y pobres. Allí se reunirá con representantes del apostolado laico de Corea del Sur.
El pretexto de Francisco para viajar a Corea del Sur es la celebración de la VI Jornada de la Juventud Asiática, evento del que participarán jóvenes católicos de 23 países de la región. La invitación fue cursada también a católicos de Corea del Norte, pero el gobierno de Pyongyang se encargó de impedir que el viaje se concrete. Por otra parte, no existe ninguna estadística que indique cuántos católicos hay en Corea del Norte.
También fueron invitados un centenar de católicos chinos, pero sólo la mitad de ellos podrá estar presente debido a trabas burocráticas establecidas por el gobierno de Beijing. China y el Vaticano no mantienen relaciones diplomáticas desde 1951, después de que Pío XII excomulgara a dos obispos nombrados por el gobierno de ese país. En la misma oportunidad el gobierno chino expulsó al nuncio apostólico (embajador del Vaticano), que desde entonces se instaló en Taiwan.
Francisco, que busca por todos los medios acercamientos a China –y en esto está trabajando de manera intensa el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin–, hizo ahora un nuevo gesto solicitando autorización al gobierno chino para sobrevolar el espacio aéreo de ese país camino a Corea. China, que le había negado ese permiso a Juan Pablo II en 1989, accedió al pedido en lo que puede leerse como un gesto de acercamiento. Hace 17 meses, en la misma semana en que Francisco asumió el pontificado, Xi Jinping se hizo cargo de la presidencia de China y para entonces ambas personalidades intercambiaron gentiles textos de felicitación. Ahora, al sobrevolar territorio chino, Bergoglio le mandó un mensaje al presidente de ese país para decirle que “extiendo mis mejores deseos a su Excelencia y sus conciudadanos, e invoco las bendiciones divinas de paz y bienestar para la nación”. Como respuesta la Cancillería china emitió una declaración manifestando su disposición a trabajar para mejorar las relaciones entre China y el Vaticano.
Se sabe que desde muy joven, y cuando no imaginaba llegar al alto cargo que hoy ocupa, Bergoglio aspiraba a ir como misionero a Asia, en concreto al Japón. Así lo solicitó en 1965 al entonces superior general de los jesuitas, el vasco Pedro Arrupe (quien había vivido en Japón desde 1938 hasta 1965). El superior general le respondió entonces que “usted no es tan santo como para convertirse en misionero”, argumentando que “usted tuvo una enfermedad de pulmón: eso no es bueno para un trabajo tan duro”. Bergoglio, que entonces tenía 29 años, tuvo que resignar su pretensión de ir como misionero a Asia.
Ahora, como Papa, retoma ese camino. En el 2015 Bergoglio volverá a Sri Lanka y a Filipinas, ésta sí una nación mayoritariamente católica.
Pero como lo ha venido demostrando desde el comienzo de su pontificado Francisco intenta por todos los medios a su alcance convertirse en un referente mundial para la búsqueda de la paz, más allá de que sus intentos y llamados tengan resultados dispares como quedó demostrado en Siria y en Gaza.
Apenas pisó tierra surcoreana afirmó que “la diplomacia, como arte de lo posible, está basada en la firme y constante convicción de que la paz se puede alcanzar mediante la escucha atenta y el diálogo, más que con recriminaciones recíprocas, críticas inútiles y demostraciones de fuerza”. Mensaje claramente dirigido al conflicto permanente que mantienen Corea del Norte y del Sur.
Pocas horas antes del arribo de Francisco Corea de Norte lanzó cinco proyectiles de corto alcance y le demandó a Corea del Sur que cancele sus ejercicios militares conjuntos con EE.UU., previstos para la próxima semana. Corea del Sur respondió al Norte, encabezado por el presidente Kim Jong-un, exigiendo que ponga fin a las “provocaciones irresponsables”. Norte y Sur están técnicamente enfrentados desde la guerra de Corea (1950-53) y, si bien firmaron un armisticio, nunca pudieron acordar un tratado de paz. Con su presencia Francisco quiere ofrecer también un mensaje de paz y unidad a la Corea dividida.
Un dato de color, pero que habla también de que Bergoglio no quiere abandonar el estilo de austeridad que le impuso al pontificado desde que asumió: para sus desplazamientos en Corea del Sur solicitó el “más pequeño de los autos fabricados en Corea del Sur” y rechazó modelos de alta gama y blindados. Sus desplazamientos se cumplen en un Kia Soul, un utilitario tamaño medio, muy popular entre los surcoreanos.
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