Domingo, 10 de mayo de 2015 | Hoy
EL MUNDO › GRAN DESFILE A 70 AÑOS DEL TRIUNFO SOBRE EL NAZISMO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Ante la fría mirada del presidente Vladimir Putin, marcharon doscientos vehículos militares, ciento cincuenta aeronaves y unos catorce mil soldados del ejército ruso, en un imponente desfile militar en la historia de este país.
Por Agustín Fontenla
Desde Moscú
“Lo que viene es serio”, le dice a su pequeño hijo un hombre de unos cuarenta años con una cámara de fotos en mano, apoyado sobre la baranda que separa la vereda de la avenida Leningradski en el centro de Moscú. “Es el Topol M”, explica, al tiempo que cientos de personas apostadas allí también rompen en aclamaciones, aplauden y agitan banderas. Se trata del poderoso misil intercontinental de fabricación rusa, de unos veintidós metros de largo y casi dos metros de diámetro, que en este desfile militar por el 70° aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, es la frutilla de la ceremonia.
Antes de este misil pasaron decenas de tanques, carros de combate y transporte de las distintas ramas del ejército ruso. Al mismo tiempo, pero en dirección contraria, sobrevolando la misma avenida Leningradski, lo hicieron decenas de helicópteros y aviones de guerra rusos.
Una hora antes, esta caravana militar partió desde la Plaza Roja, donde se llevó a cabo el acto oficial que conmemora la victoria del Ejército Rojo sobre las tropas nazis. Ante la fría mirada del presidente Vladimir Putin, marcharon doscientos vehículos militares, ciento cincuenta aeronaves y unos catorce mil soldados del ejército ruso, en un imponente desfile militar en la historia de este país.
A la Plaza Roja sólo asisten funcionarios e invitados, como el presidente del gobierno chino Xi Jingping, el líder cubano Raúl Castro y el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, entre otros que comparten la platea con Vladimir Putin. Sin embargo, el 9 de mayo es el mayor día festivo de los rusos y todos deben contar con un lugar para celebrarlo.
La avenida Tverskaia, que conecta con el Kremlin, es la vía principal por donde pasa la técnica militar. De las puertas del metro Maiakovskaia, salen cientos de personas que han llegado temprano para hallar un buen lugar. Arina Anatolievna llegó con su abuelo y su abuela, y asistirá a la Plaza Roja porque consiguió invitaciones para el acto oficial. “Yo siempre soñaba con llevarlos al desfile porque mi abuelo es un piloto militar y vio el primer desfile de 1945. No estoy segura de que podrán presenciar otro aniversario de la victoria.” Anatolievna es de Moscú y sus abuelos también, aunque viven en Znevigorod, a unos 50 kilómetros de la capital. “Al principio no querían venir, temían el mal tiempo y decían que eran muy viejos para moverse, pero ahora están felices de haber venido y sienten orgullo por su país.”
La cercanía con la Plaza Roja, con vallas a cada metro y miles de efectivos de la policía dificulta el acceso a la calle Tverskaia, y muchos caminan en dirección al metro Belorruskaia. Esta estación, y centro de distribución de trenes, es también un hormiguero desde entrada la mañana. Cientos ya se ubicaron en las escaleras que suben al puente de esta calle principal. Otros tantos lo hacen a los costados de la calle, subidos a las columnas, en la escalinata de la iglesia Nikolai Chudot Veretz (Nicolás el Milagroso, utilizada durante la Segunda Guerra Mundial para almacenar armamento militar) o en la terraza del café Starbucks que ocupa una esquina privilegiada de esta manzana.
Todavía falta una hora para que pase por allí la caravana, y Nadezhda Anatolievna espera junto a su hijo y su nieta. Los tres son de Moscú. Nadezhda cuenta que su padre, su tío y su abuelo fueron voluntarios durante la guerra. “Mi abuelo sacó las minas del Mar Báltico”, agrega efusivamente. “Es un momento de alegría, pero espero que no haya otra guerra y que los políticos resuelvan los problemas, y no que sea el pueblo el que luche.”
Yulia Serguéyevna y Svetlana Alexandrovna son dos jóvenes estudiantes de la capital, y además son primas. Las dos rubias, con bellos ojos celestes, llevan flores en las manos y una boina militar con insignias rusas y soviéticas. “Es mi fecha favorita”, dice Svetlana sonrojándose. “Toda la familia honra este día. Gracias a los que pelearon vivimos en paz.”
La ciudad de Moscú lleva semanas maquillada como una suerte de urbe-monumento con carteles, banderas y exposiciones. Incluso la grisura soviética de las afueras, cambió su rostro por el de los colores negro y naranja de la Orden de San Jorge, además de los afiches por el 70° aniversario del fin de la guerra, omnipresentes en locales comerciales.
Otro que espera el desfile es Serguei Mushegovich. Su familia es de la antigua región de Arsajt, ahora en la Repúbica de Nagorno Karabaj. El abuelo y el tío abuelo de Seguei pelearon en el frente de Belorruskaia, y pertenecían a la división Armenia. Consultado sobre la bandera de la URSS que sostiene, y si extraña aquellos tiempos, responde que “hay algo de eso”.
Cerca de este anciano, comienzan a acercarse decenas de niños con sus padres y el murmullo se hace más fuerte. Otros dirigen sus cámaras de fotos hacia el cielo. En pocos segundos, una veintena de helicópteros militares hace su pase por esta zona de la ciudad. A los pocos segundos, sin dar tiempo a contemplar lo que sucede en el cielo, comienzan a llegar en dirección opuesta los carros de combate. La gente estalla en exclamaciones de alegría y muestras de afecto para los militares que conducen los carros. La imagen es la del vivo orgullo patriótico, tan característico de los rusos.
“Aunque en Occidente estos desfiles pueden causar rechazo, el sentimiento patriótico de los rusos es realmente intenso por esa memoria de la resistencia frente al invasor”, analiza Javier Morales, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Madrid, al ser consultado sobre esta celebración. “En el contexto actual de la guerra de Ucrania, el simbolismo de este aniversario es aún mayor, ya que la propaganda rusa presenta a Kiev como un régimen simpatizante del nazismo y a los separatistas prorrusos como “luchadores antifascistas.”
La celebración culminó a las 22 con el lanzamiento de fuegos artificiales. Solo en Moscú, se lanzaron desde dieciséis puntos distintos de la ciudad, en un espectáculo que se extendió por varios minutos. Ni la caída en el precio del petróleo ni las alicaídas cuentas del presupuesto de la Federación fueron motivo suficiente para que el Kremlin no destinara cientos de millones de rublos a esta fecha histórica.
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