Lunes, 12 de octubre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › LA INVESTIGACIóN DEL DOBLE ATENTADO EN ANKARA SE ENFOCA EN LA PISTA JIHADISTA
Según la policía, los explosivos utilizados son similares a los usados en el ataque suicida del 20 de julio en Suruç, muy cerca de la frontera con Siria, que mató a 33 activistas pro kurdos y fue atribuido al EI.
Miles de personas homenajearon a las 95 víctimas del peor atentado de la historia de Turquía, perpetrado el sábado contra una manifestación pacifista en Ankara, y acusaron al poder de alimentar la tensión social a tres semanas de las elecciones legislativas. Ningún grupo se adjudicó la matanza por el momento. Tampoco hubo detenciones. Las primeras investigaciones apuntan a la autoría del Estado Islámico (EI). Según la policía, los explosivo utilizados, TNT, son similares a los usados en el ataque suicida del 20 de julio en Suruç, muy cerca de la frontera con Siria, que mató a 33 activistas pro kurdos y fue atribuido a los jihadistas.
El primer ministro Ahmet Davutoglu dijo el sábado que existen fuertes indicios de que la doble explosión, frente a la principal estación de trenes de la capital turca, fue obra de dos suicidas. En un primer momento el gobierno sospechó también del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y del Frente Revolucionario por la Liberación del Pueblo (DHKP-C), de extrema izquierda.
Cerca del lugar de las explosiones, miles de personas fueron convocadas por sindicatos, ONG y partidos prokurdos que llamaron a la protesta del sábado. Los manifestantes acudieron a homenajear a las víctimas y a denunciar la responsabilidad del presidente Recep Tayyip Erdogan en el ataque, a gritos de “gobierno renuncia” y “Erdogan asesino”. “Yo soy una madre de familia y estoy preocupada por mis hijos”, declaró Zahide. “Me manifiesto por mis hijos, y por nuestro futuro. Cada vez que hay muertos, yo también muero un poco”, agregó la obrera en medio de la muchedumbre.
Los participantes de la movilización en la capital acusaron al presidente y a su gobierno de mantener vínculos con los jihadistas del EI, y de haber tomado la decisión de no garantizar debidamente la seguridad de la manifestación de anteayer.
“Nuestros corazones sangran pero no actuaremos con espíritu de venganza ni de odio”, aseguró Selahattin Demirtas, líder de la principal formación pro kurda del país, el Partido Democrático del Pueblo (HDP), uno de los convocantes de la marcha. Esperamos al 1 de noviembre, fecha de las legislativas anticipadas, y entonces empezaremos a trabajar para derrocar al dictador, sostuvo. Demirtas manifestó desde la tribuna que, según su partido, hubo 128 muertos en la doble explosión. Según el balance del gobierno murieron 95 personas y 507 resultaron heridas, de las cuales 65 se encuentran en cuidados intensivos.
El presidente Erdogan apunta al HDP de ser cómplice de los terroristas del PKK, grupo ilegal en Turquía que ha prometido aniquilar a sus adversarios. El 20 de julio, 33 militantes de la causa kurda murieron en Suruç, cerca de la frontera siria, en un atentado atribuido al EI. El PKK acusó al gobierno de Ankara de colaborar con los jihadistas para hacer frente común contra los kurdos. Valiéndose de ese argumento, los rebeldes reanudaron sus ataques contra la policía y el ejército, provocando las represalias de las fuerzas turcas. Dos militares turcos murieron ayer en un enfrentamiento con rebeldes kurdos.
Davutoglu ordenó tres días de luto nacional, y en todo el país, las banderas ondearon a media asta. Ayer se celebraron los primeros funerales.
Llegaron desde los cuatro rincones de Turquía para recoger los cuerpos de sus seres queridos. Frente a la morgue, los familiares de las víctimas del atentado de Ankara afrontaban el duelo con pena, rabia e incredulidad. Sólo el trajín regular de los coches fúnebres rompía el silencio. Debajo de tiendas, sentados en alfombras o en mantas, cientos de hombres y mujeres de todas las edades esperaron, entre lágrimas, bajo una fina lluvia, a que les entregaran los restos de sus seres queridos. La multitud aplaudió tímidamente cada vez que se acercaban los coches fúnebres. Los que intentaban gritar consignas eran acallados por los demás.
“Ya no es momento para banderas o consignas”, explicó una mujer de 23 años, que pidió no ser identificada. “En el sur o en el sureste de Turquía estamos acostumbrados a los muertos, a los mártires, pero aquí no”, expresó entre lágrimas. “Esta vez mataron a cerca de cien personas en el centro de la capital ¿se dan cuenta?”, preguntó la joven, con impotencia.
“Todos habían venido a defender la paz”, afirmó con voz entrecortada Umit, que perdió a su hermana. “No hemos podido recuperar los cuerpos”, se lamentó el joven, que criticó la lentitud de los forenses. Umit acusó a la policía de haber utilizado gases lacrimógenos y de haberlos golpeado mientras intentaban ayudar a los heridos fuera de la estación de Ankara.
“Vi cómo volaban brazos encima de nuestras cabezas. Delante mío vi un cuerpo volar diez metros sobre mí. Había cadáveres, cadáveres por todos lados”, contó emocionada Safiye, una mujer de 50 años que apenas podía mantenerse en pie.
El ataque de Ankara pone al máximo la tensión en el país a veinte días de los comicios legislativos, elecciones en las que Erdogan espera recuperar la iniciativa política tras haber perdido la mayoría absoluta de que gozaba en el Parlamento, desde hacía 13 años, en junio. Los comicios tendrán lugar tres meses después de reanudarse el conflicto armado entre las fuerzas turcas y los rebeldes kurdos, contra lo cual iban a manifestarse las víctimas del atentado de Ankara. El presidente islamo-conservador Erdogan condenó el ataque y canceló una visita prevista a Turkmenistán, aunque desde el atentado no ha hablado todavía en público.
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