EL MUNDO › EL DIáLOGO ENTRE SANTOS Y LAS FARC NO EMOCIONA TANTO A LOS POBLADORES DE MEDELLíN

Más pendientes del fútbol que de la paz

Medellín es en cierta medida un reducto de Alvaro Uribe, portavoz de los opositores a las negociaciones con la guerrilla. Además, quienes participan de la industria de la guerra querrán mantener viva la excusa de la lucha contrainsurgente.

 Por Darío Pignotti

Página/12 En Colombia

Desde Medellín

Guerra y paz en Colombia. “Si quieres transformar el presente (apuesta a la) paz” propone a los “jóvenes de Colombia” la publicidad del gobierno transmitida durante los partidos por la cuarta ronda de las eliminatorias hacia el Mundial 2018, concluida ayer.

En el barrio Laureles, zona céntrica de Medellín, unos muchachos de clase media se molestan con la propaganda pacifista y cargan contra presidente Juan Manuel Santos. Es un “mentiroso, que no nos venga con las mentiricas de la paz para dejar libres a los terroristas de las FARC”.

“Qué tienen que ir a hablar a un país donde hay una dictadura comunista, ¿por qué no hablan acá? Porque acá los narcoterroristas tienen miedo de ir presos y que los manden a Estados Unidos, allá no les tiembla el pulso.”

Lo cierto es que el tema que está en boca de todos no es el proceso de paz, ni los atentados terroristas en París, sino la selección del astro James Rodríguez, que antes de militar en el Real Madrid jugó en el club Envigado de Medellín.

Las banderas colombianas están por doquier: en el restaurante Los Tejanitos, en un bar sin nombre que ofrece “cebiche y patacones”, y en la peluquería Consolata, ubicada a pocos metros de la parroquia homónima.

El nacionalismo futbolero de los colombianos es tan intenso, o un poco más, que el de la mayoría lo países sudamericanos, lo llamativo es que aquí se le suma el “patriotismo” regional.

En los medios locales se propala casi en un pie de igualdad el himno colombiano con el del departamento de Antioquia, cuya capital es Medellín.

En esta ciudad reinó Pablo Escobar, aún venerado por los vecinos de un barrio que lleva su nombre y recordado por los hinchas de Atlético Nacional, que gracias a los dólares del jefe del Cártel de Medellín costearon el equipo campeón de la Libertadores en 1989.

Actualmente Medellín es en cierta medida un reducto del ex presidente Alvaro Uribe, derechista, vinculado con los paramilitares (controlan varias comunas pobres), portavoz de los opositores a las negociaciones de paz.

Hace dos meses, en La Habana, el presidente Santos y el comandante rebelde Timochenko anunciaron que firmarán la paz el 23 de marzo, tras lo cual se estrecharon las manos junto al presidente Raúl Castro.

Ese paso, potente, hacia el fin de la guerra civil iniciada en la década del 60 contó con la bendición del papa Francisco, durante su visita a la isla antes de continuar viaje hacia Estados Unidos, cuyo gobierno respalda las negociaciones, posición que no se replica en grupos de interés relacionados con la industria privada de defensa, la comunidad de inteligencia y la agencia de lucha contra las drogas, la DEA. Esas dos corporaciones estatales siguen lógicas de actuación relativamente autónomas a las de la Casa Blanca y el Departamento de Estado.

“Para los militares norteamericanos y colombianos, para la DEA, para los traficantes de armas, para mucha gente la industria de la guerra es un negocio que mueve miles de millones de dólares. El interés de ellos es mantener viva la excusa de la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla. Posiblemente esos grupos van a ser un obstáculo para los que buscan la paz” plantea el economista brasileño Theotonio dos Santos.

“Estamos hablando de grupos que perderán dinero, pero fundamentalmente perderán influencia si se ordenara el repliegue de las tropas regulares, o si se decide poner fin a las bases militares norteamericanas que son una amenaza para la soberanía de Colombia, para la seguridad de Brasil y Venezuela” continúa el profesor emérito de la Universidad Federal Fluminense en diálogo con Página/12.

Dos Santos menciona que las fronteras colombianas con Brasil y Venezuela se extienden a lo largo de unos 3800 kilómetros, más extensas que la de Estados Unidos y México.

El colombiano Jorge Gantiva, catedrático e investigador de la Universidad de Tolima coincide con la tesis del brasileño Dos Santos. Ambos participaron en el congreso del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales realizado en la Plaza Mayor medellinense.

“Estados Unidos no va a entregar las bases así porque sí. Cuando digo Estados Unidos no estoy refiriendo al presidente Barack Obama que se va del gobierno dentro un año, hablo del estado norteamericano” plantea Gantiva.

“Son varias bases las que hay en Colombia. La que mejor conozco es la que se encuentra en nuestro departamento, Tolima, la base Tolemaida. Cuenta con armamento avanzado, aviones muy bien equipados. Sus militares tienen inmunidad, cualquier delito que cometan será juzgado en una corte norteamericana.”

Gantiva explica que desde esas fortalezas, ajenas a la jurisdicción colombiana, se comandan acciones, se diseñan planes, se adiestra a oficiales en guerra contrainsurgente y técnicas de interrogación.

Además de expertos norteamericanos trabajan asesores israelíes y militares brasileños dado que las fuerzas armadas colombianas “tienen mucho equipamiento de guerra comprado en Brasil”.

El bombardeo aéreo ordenado por Alvaro Uribe en 2008 contra un campamento de las FARC en Ecuador fue ejecutado con aviones Super Tucano brasileños, dotados con tecnología norteamericana. La invasión del territorio ecuatoriano promovida por el medellinense presidente Uribe, con la venia de Washington, causó conmoción en la región.

Hacer política

Jorge Gantiva retoma la palabra para plantear que más allá del escenario bélico “aquí lo más importante no es la guerra militar, el problema es fundamentalmente de carácter político. No hablemos de guerra, guerra, guerra. Pensemos la política. Está perfecto el diálogo de paz. Estamos de acuerdo con los progresos que están lográndose en Cuba, pero eso no alcanza”.

“Todo eso es negociación por arriba sin dar atención la sociedad civil, tenemos que alimentar el debate, organizarnos. Anunciaron un plebiscito sobre la paz, si ese plebiscito fuera hoy no sé si gana el voto por la paz. El trabajo que falta es involucrar a la gente, debatir sobre el post conflicto. Los campesinos, los indígenas, no están metidos con lo que pasa en las conversaciones, las ven como una cosa lejan que pasa en La Habana”, lamenta Gantiva y pregunta al cronista: “¿Cuántas personas hablaron contigo de la paz en los días que estuviste aquí? Seguro que una o dos entre diez. Tal vez hablaron de la nota en la revista Soho”, bromea.

Se refiere a la publicación masculina que en su último número trae fotos sensuales de la ex guerrillera Ana Pacheco y de Isabel Londoño, que actuó en los servicios de inteligencia del Estado.

La reconciliación fotográfica de Ana e Isabel en Soho es puro efecto visual, no se empata con la realidad, asegura Gantiva.

“Estamos viviendo un momento de ausencia de conflicto, porque la guerrilla declaró el cese unilateral, hay un clima de tranquilidad, pero la guerra está dormida, no terminó. Los paramilitares siguen armados, organizados, se reconvirtieron y ahora forman las Bacrin (bandas criminales), el narcotráfico está otra vez fuerte, no ha desaparecido.”

“Fíjate que otra vez somos los primeros productores de cocaína después de 15 años de Plan Colombia, que costó miles de millones de dólares”, señala.

Consultado sobre la situación de los rebeldes, Gantiva explica que pese a haber sufrido graves derrotas militares aún componen una fuerza respetable, con presencia territorial y bien entrenadas.

Las FARC están formadas fundamentalmente por campesinos jóvenes que “permanecen en el monte esperando ver qué pasa en las negociaciones de Cuba”. “Mientras unos combatientes están esperando las órdenes de los comandantes de las FARC, hay otros que no van a esperar por mucho tiempo. Posiblemente habrá gente que no va a entragar las armas aunque se firme la paz.”

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Imagen que evoca al turista viajero en el céntrico barrio Laureles de Medellín.
 
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