Jueves, 3 de diciembre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › EL PARLAMENTO APROBó INCORPORARSE AL BOMBARDEO DE EE.UU. Y FRANCIA EN SIRIA
El debate parlamentario duró unas 11 horas en medio de un clima de extrema polarización que dividió internamente a conservadores y laboristas y se saldó con una convincente victoria a favor de la propuesta del primer ministro.
Por Marcelo Justo
Página/12 En Gran Bretaña
Desde Londres
David Cameron sumó a Gran Bretaña a la guerra contra Estado Islámico en Siria. El debate parlamentario duró unas 11 horas en medio de un clima de extrema polarización que dividió internamente a conservadores y laboristas y se saldó con una convincente victoria a favor de la propuesta del primer ministro de incorporarse al bombardeo aéreo de Estados Unidos y Francia contra EI en Siria. Al cierre de esta edición se finalizaban preparativos para dar inició a las primeras incursiones aéreas británicas. Una encuesta publicada ayer por la mañana por el diario The Times indicaba que menos de la mitad de los británicos apoya esta estrategia, más del 30 por ciento se opone y un 22 por ciento no sabe/no contesta.
El debate se caracterizó por un inusitado voltaje emocional que incluyó las acusaciones lanzadas al voleo el martes por el primer ministro contra el líder de los laboristas de “simpatizante de terroristas” y el fantasma de Irak 2003 que sobrevuela a una sociedad en vilo por la posibilidad de una nueva intervención en Medio Oriente. La reacción pavloviana inicial que produjo la barbarie en París hace casi tres semanas con una mayoría a favor de intervenir con bombardeos aéreos ha cedido lugar a crecientes dudas y una intensidad de protestas como los miles que se manifestaron anoche fuera de la Cámara de los Comunes, liderados por la Coalición Stop the War, y el pronunciamiento unánime contra la guerra de la organización que representa a los universitarios, la National Union of Students.
Los más de 60 diputados laboristas que votaron a favor de la moción gubernamental fueron decisivos para compensar la rebelión de unos 20 conservadores opuestos a la medida. En el comienzo del debate Cameron señaló que el Reino Unido tenía un “deber militar y moral” de atacar a Estado Islámico en Siria para, entre otras cosas, avanzar más rápidamente en el proceso diplomático promovido en Viena para una salida negociada al conflicto. “Desde noviembre pasado nuestro servicios de seguridad impidieron unos siete atentados terroristas. La pregunta es si luchamos con nuestros aliados para destruir esta amenaza persiguiendo a los terroristas en su propio terreno o esperamos a que ellos nos ataquen”, indicó a la Cámara.
El espíritu bélico de las dos guerras mundiales y las decenas de conflictos imperiales y posimperiales británicos se percibe en el exaltado lenguaje del primer ministro, pero el sangriento fiasco en Irak ha generado una actitud más cautelosa. Cameron intentó asegurar a la cámara que la respuesta militar es parte de una estrategia global que incluye una exhaustiva revisión del financiamiento del terrorismo, pedido que había hecho el líder laborista Jeremy Corbyn.
El punto más débil del argumento de Cameron es, sin embargo, militar. El consenso es que, en el mejor de los casos, los bombardeos aéreos pueden ayudar a las fuerzas terrestres, pero jamás reemplazarlas. En el dossier de 36 páginas sobre Estado Islámico que el primer ministro presentó al parlamento la semana pasada buscaba neutralizar el temor de una eventual participación terrestre británica arrastrada por la dinámica misma de la intervención aérea hablando de una red de unos 70 mil combatientes terrestres sirios enfrentados con Estado Islámico que, supuestamente, se encargarían de la tarea sucia del combate cuerpo a cuerpo.
La cifra y la identidad de estos presuntos combatientes han sido duramente cuestionados por rebeldes de su propio partido. “No sabemos quiénes son. En el pasado hemos intervenido y los mismos con que nos hemos aliado han terminado siendo nuestros enemigos”, señaló el diputado conservador John Baron, un ex militar que sirvió en Irlanda del Norte y es miembro del comité de relaciones exteriores. “El mismo Barak Obama reconoció que los bombardeos están restringidos por la escasa cantidad de blancos efectivos que tenemos.” No se entiende bien qué pueden agregar los bombarderos británicos a esta cacería de blancos tan escasos”, añadió.
Una de las cosas que pueden “agregar” es el llamado “daño colateral” , eufemismo militar para la muerte de civiles en un ataque. El primer ministro descartó esta posibilidad señalando que no se reportaron muertes de civiles desde que el Reino Unido intervino el año pasado en Irak y que la acción en Siria no es más que una lógica continuación de una guerra que no conoce fronteras. La clave de esta respuesta es el verbo reportar (“no reports of civilian casualties”). Dado que es muy difícil tener información sobre lo que pasa en los territorios que controla Estado Islámico, la única fuente que existe es la compilada por la ONG Iraq Body Count que estima que, en realidad, entre julio 2014 y 2015 unos 487 civiles murieron por los ataques aéreos.
Jeremy Corbyn atacó duramente la estrategia gubernamental asegurando que no serviría para vencer a Estado Islámico y volvería mucho más vulnerable al Reino Unido, pero su canciller en la sombra, Hilary Benn, llamó a votar a favor del gobierno para luchar “en contra de fascistas” y “a favor de un internacionalismo que significa que todos somos responsables de lo que le pasa al otro”. En una clara muestra de las divisiones que causa el tema, Benn fue ovacionado por la mayoría de los diputados conservadores y el canciller Phillip Hammond saludó sus palabras “como uno de los grandes discursos de la historia de nuestro parlamento”.
Está claro que a nivel político el gobierno sale, por el momento, fortalecido y el laborismo debilitado. En cuanto a la efectividad de esta medida para combatir a Estado Islámico los precedentes históricos son mucho más dudosos. En los 80 Estados Unidos armó y financió a los mujaidines de Afganistán que, en una de sus ramas, terminaron formando Al Qaida. La invasión a Irak en 2003 fue el punto de partida de Estado Islámico, una variante terrorista aún más fundamentalista y sangrienta que la organización fundada por Osama bin Laden.
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