EL MUNDO › EL GRUPO MULTIMEDIA BRASILEÑO GLOBO, PROPIEDAD DE LOS HERMANOS MARINHO

Un actor clave en el show opositor

La historia del conglomerado multimedia es la historia de presidentes impuestos, gobiernos desestabilizados por indóciles, dictadores maquillados y candidatos levantados o hundidos.

 Por Gustavo Veiga

Los hermanos Marinho deben haber disfrutado el golpe por TV, acaso a lo lejos, acaso desde Miami. José Roberto, el más creativo de los tres, se mudó a la Florida según la revista política Carta Capital. Los dueños de Globo y sus herederos, la red más grande de medios de América latina, tienen intereses en Estados Unidos, figuran en los Panama Papers y son socios de empresarios tan corruptos como confesos en el escándalo FIFA. Estas son apenas algunas de las andanzas recientes del grupo mediático.

Omnipresente en Brasil, su historia es la historia de presidentes impuestos, gobiernos desestabilizados por indóciles, dictadores maquillados y candidatos levantados o hundidos según lo que pidiera el momento. Jamás, en su larga trayectoria –en 2015 cumplió cincuenta años como conglomerado multimedia– este actor clave en la política brasileña se mostró a cara lavada en sus pantallas. Al contrario, creó un programa de ficción para entronizar a Fernando Collor de Melo en el Palacio del Planalto. Un culebrón llamado Salvador de la Patria. Había que derrotar a Lula en diciembre de 1989, como a Dilma Rousseff en esta etapa de zozobra que vive el país vecino.

Carlos Araujo, el ex marido de la presidenta desalojada del poder ayer, quizá el hombre que mejor la conoce –compartieron treinta años de sus vidas, la militancia, la cárcel y tienen una hija– ya le había dicho a Página/12 en 2014: “Es incomprensible que el gobierno no tenga el respaldo de ningún diario de Brasil, un diario que consiga que nuestras ideas se publiquen. Para discrepar o debatir se necesita un diario. Sólo hay una pequeña revista nacional y algunos medios virtuales que apoyan al gobierno. Nosotros debemos trabajar para eso”.

Está claro que Dilma no sólo carecía de apoyo en los principales matutinos. Además, tenía en la Red Globo el eje convocante de la oposición. Autodefinido como “un grupo ciento por ciento brasileño” y bajo el slogan “Brasil es su origen, su mayor inspiración y responsabilidad”, el gigante dominado por los Marinho hizo un trabajo de zapa demoledor para llegar hasta donde se llegó: la salida anticipada del poder de una mujer votada por 54 millones de ciudadanos. Para eso contó con su estructura: tiene presencia en cien países por medio de Globo Internacional, llega a 170 millones de televidentes brasileños, participa en el mundo del cine con Globo Filmes, pero su unidad de negocios más rentable es Globosat, la empresa de cable por suscripción.

Los Marinho, Roberto Irineu, José Roberto y Joao Roberto –los tres se llaman como su padre, el fundador del grupo que murió en 2003– son dueños de una fortuna que Forbes estimó el año pasado en 8200 millones de dólares. Están quintos en el ranking de los 54 brasileños que tienen más de mil millones de dólares. Un número al que sólo miran de lejos México y Chile con 16 y 11 mil millonarios en toda América Latina. Argentina tiene apenas cinco, según la misma revista de negocios y finanzas.

Pero Globo también conserva intereses en bancos, la industria de alimentos, el mundo del espectáculo y el mercado inmobiliario. Está muy diversificado, más allá de que la fuente de su poder son los medios. El grupo, que tal como se lo conoce hoy se consolidó en 1965, coqueteó con los militares que dieron el golpe un año antes. Incluso, fue partidario de una apertura democrática más pausada y gradual que la planteada por el sector más aperturista del régimen.

El pedido de Directas Ya que dominó las calles brasileñas por 1983-1984 fue minimizado por los medios del grupo. Las protestas en las que Lula emergía como un líder indiscutido en el cordón industrial de San Pablo resultaron saboteadas por el conglomerado de Roberto Marinho, su fundador. Tancredo Neves, el primer presidente electo por el voto popular tras una dictadura que superó dos décadas, dijo una vez: “Yo me peleo con el Papa, con la Iglesia Católica, con el PMDB, me peleo con todo el mundo… yo sólo no me peleo con el Doctor Roberto (por Marinho)”.

En el historial injerencista de Globo hay más mojones desestabilizadores. Para impedir que Lula ganara las elecciones de 1989, fabricó al candidato Collor de Melo, un ignoto gobernador de Alagoas. Pero no se conformó con apoyarlo en la política concreta. También lo hizo con una telenovela que cautivó a las audiencias llamada Salvador de la Patria. Uno de los personajes principales de esa saga era Sassá Mutema. La parábola obvia lo había convertido en un humilde postulante a una alcaidía pueblerina quien, una vez llegado al poder, se volvía corrupto. Como contrapartida a ése Lula de ficción, aparecía el redentor que lo enfrentaba. Quién no era otro que un Collor de utilería.

Globo también ocultó el hijo no reconocido de Fernando Cardoso para preservarlo en su campaña electoral de 1994. Lo tuvo con la periodista Miriam Dutra Schmidt, empleada de los Marinho. El grupo envió a su reportera a Europa con un contrato como corresponsal. La había sacado del medio a ella y a su hijo Tomás. La noticia se conocería en febrero pasado, 25 años después. Cualquier semejanza con la construcción de sentido de la Red Globo es pura coincidencia.

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Al historial de Globo se suma la férrea oposición a Dilma y el consecuente respaldo a Temer.
Imagen: EFE
 
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