EL MUNDO › EL GOBIERNO RESPALDADO POR EE.UU. FIRMO LA NUEVA CONSTITUCION PROVISORIA
Póngale la firma que habrá descontento
El Consejo de Gobierno de Irak, patrocinado por Washington, firmó la Constitución provisional para ese país –que había provocado objeciones del líder de los chiítas, el ayatola Ali al-Sistani–. Cómo recibieron la novedad el resto de los iraquíes.
Por Robert Fisk*
Desde Bagdad
Usaron la vieja mesa del rey Faisal para firmar el documento, el escritorio sobre el cual el monarca elegido por Winston Churchill trató una vez, sin mucho éxito debe decirse, de gobernar Irak. Se suponía que era un día especial para la historia iraquí. Veinticinco líderes locales –la mayoría de los informes por televisión evitaron esta incómoda y tan importante calificación de “nombrados por Estados Unidos”– obedientemente firmaron su nueva y temporaria Constitución. Señoras con velo y jeques tribales, algunos hombres buenos pero también un tramposo convicto, Ahmed Chalabi, garabatearon sus firmas frente al procónsul de Estados Unidos, Paul Bremer. Casi se lo podía oír suspirando de alivio.
Porque la Constitución aunque es sólo temporaria y contiene muchas preguntas no respondidas, se supone que es la cláusula para el retiro de Estados Unidos. En tanto los 25 hombres y mujeres firmaran sus nombres, Washington podría entregarles la “soberanía” el 30 de julio, mucho antes de las elecciones presidenciales de noviembre. Eso, por lo menos, es el plan. Para mucha gente de Bagdad, el día comenzó como lo hizo para mí, instintivamente agachándome mientras se sentía una tremenda explosión sobre la ciudad. Estaba tratando de hacer un llamado telefónico en mi nuevo e ineficiente celular cuando el primer misil explotó sobre la estación de policía cerca de la plaza Andalos. Escuché el disparo del arma, un ruido sordo, y luego el zumbido del misil pasando por encima. Para cuando llegué a la estación de policía, el camino estaba atestado con jóvenes furiosos y ambulancias con sirenas. Hubo otro ruido sordo y otra poderosa explosión cuando el segundo misil impactó una casa particular en medio de una gran nube de humo gris.
En el hospital de Ibn el-Nafis, el pequeño niño herido de la casa se retorcía en la cama en agonía, al lado del sargento Abbas Jalil Hussein de la fuerza policial iraquí. “Me acababa de lavar las manos para decir las oraciones de la mañana”, dijo. “Escuché ese ruido tremendo, y luego sentí sangre en mi pierna y me di cuenta de que estaba herido.” En este punto, un miembro de la gerencia del hospital, bajo instrucciones del ministro de Salud nombrado por EE.UU., interrumpió para decir que yo no tenía nada que hacer en la sala. Este no era el día para andar informando sobre los sufrientes iraquíes, por cierto no un día para que los tipos peligrosos como los periodistas anden contando las estadísticas de la violencia.
De manera que partí hacia la casa de un empresario iraquí, un cristiano de mediana edad, para ver cómo se realizaban los sueños americanos, rogando que tuviera electricidad para poder hacer funcionar su aparato de televisión. Su generador impulsaba lo suficiente para hacer andar la televisión. La mayoría de los iraquíes están más interesados en la electricidad que en las constituciones, que puede ser uno de los motivos por los que los detalles de este documento particular no fueron exactamente discutido en la calle. Deberían haber sido.
Todavía no sabemos, por ejemplo, si los kurdos tendrán un veto sobre cualquier nueva decisión del gobierno. El documento original estipulaba que dos tercios de los votantes en tres provincias cualquiera podían tener un veto. Los kurdos controlan tres provincias en el norte, dos de las cuales, de acuerdo con la población dominante chiíta, contiene sólo una mayoría de 500.000 personas. Esta era una de las razones por las que el viejo ayatola Ali al-Sistani objetaba la firma la semana pasada. ¿El 60 por ciento de la comunidad chiíta de la totalidad de la población iraquí estará realmente representada por el nuevo gobierno? Obtendrán tres miembros de su fe en una presidencia rotativa de cinco hombres o uno en una presidencia de tres hombres, que era lo que parecía representar la firma de ayer.
Los iraquíes han estado asombrados por la cláusula que permite dos pasaportes iraquíes y el derecho a la restitución de la propiedad si habían estado exiliados. ¿Se refiere esto a los opositores de Saddam o ala decena de miles de iraquíes judíos echados de Bagdad hace más de cuatro décadas? ¿A los israelíes nacidos en Bagdad se les darían pasaportes iraquíes y luego debían irse?
Al final, la ceremonia de la firma fue pompa sin mucha circunstancia. Bremer, el hombre que supuestamente debía ser un experto en “contraterrorismo” cuando fue nombrado por el presidente Bush y de quien se dice que se retirará a la “vida privada” el 30 de junio, envió una carta de felicitación a los 25 hombres y mujeres. Luego se sucedieron las conferencias “off the record” de sus voceros. Podríamos esperar más violencia ahora que el documento ha sido firmado. Habría un aumento en los ataques hasta el 30 de junio. Es la historia de siempre: cuanto mejor están las cosas, peor se ponen.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.