EL MUNDO
El imperativo de cambio para la derecha francesa
Tras el rotundo triunfo de la izquierda en las regionales del domingo, el gobierno de Jacques Chirac está analizando los próximos pasos a seguir. El cambio de premier está en suspenso.
Por Eduardo Febbro
La derecha francesa se despertó ayer en plena pesadilla. Casi dos años de gobierno durante los cuales la alianza de conservadores y liberales aplicó un costoso plan de reformas sociales desembocaron en la estrepitosa derrota de los dos partidos del oficialismo. Con la segunda vuelta de las elecciones cantonales y regionales celebradas el domingo, la izquierda francesa salió reforzada con el porcentaje más alto de votantes obtenidos hasta hoy, 50 por ciento, al tiempo que todos los representantes gubernamentales fracasaron en sus candidaturas. Los resultados han puesto al presidente Jacques Chirac ante una disyuntiva. Su primer ministro, Jean Pierre Raffarin, perdió en las urnas el crédito ganado en las elecciones presidenciales del 2003 y la posterior consulta legislativa del mes de junio. Los analistas coinciden en reclamar un cambio de gobierno, de figuras y de acción po- lítica.
El mensaje emitido por los electores franceses es claro: repudio a una política que se inscribió en un esquema contrario al planteado por Chirac. El presidente francés prometió reducir la fractura social y en vez de eso disminuyó los aportes del Estado destinados a la lucha contra la pobreza y bajó los niveles mínimos de ayuda. Chirac se comprometió a bajar los impuestos, pero esa medida, que fue real, vino acompañada por una ola de aumentos en las tasas de carburantes y otros productos de primera necesidad. El desempleo, en lugar de bajar, aumentó debido a una política permisiva de despidos inspirada por el gran patronato francés. Por último, el jefe de gobierno emprendió una poco feliz reforma del sistema de jubilaciones y cambió los criterios de acceso a los fondos consagrados a los desempleados. En un abrir y cerrar de ojos, ese maquillaje de las cuentas públicas dejó a principios de año a 600 mil personas sin derecho a los subsidios del desempleo.
El gobierno también pagó su ineficacia y su insensibilidad frente al drama provocado por la ola de calor que azotó a Francia durante el verano pasado. La canícula dejó un saldo de 15 mil muertos entre las personas de la tercera edad, pero ninguno de los ministros y los responsables concernidos por los errores de gestión de la crisis presentó su renuncia. En resumen, la fractura social se amplió para convertirse el domingo en fractura electoral.
La prensa francesa es unánime en sus diagnósticos y opiniones. El matutino Libération, con una foto de Chirac a plena página, tituló: “El principio del fin”. El vespertino Le Monde arremetió contra el presidente en un editorial en el cual lo acusa de no tener “ninguna visión”, de haber conseguido “autodeslegitimarse” y de ser un “jefe de derecha encerrado en las ambiciones” de los clanes. “Crepúsculo de Chirac”, “El Rey desnudo”, “Voto castigo” “Estratega del naufragio”, son algunas de las frases más comunes con que los editorialistas se refieren al presidente.
El vuelco electoral lo obliga hoy a cambiar de estrategia y de hombres. El descrédito de su premier no le permite en principio mantener el mismo rumbo, tanto más cuanto que en el horizonte cercano están las elecciones europeas del próximo mes de junio. Según la presidencia de la república, Chirac y su jefe de gobierno “trabajan en torno a las decisiones que se tomarán en los próximos días”. Todos los observadores especulan con que esas decisiones impliquen la renuncia de Raffarin y su reemplazo por otro primer ministro, en este caso el actual ministro del Interior, Nicolas Sarkozy. Sin embargo, el problema es delicado. Si el titular de la cartera del Interior es el hombre más popular de la derecha, también es el peor enemigo de Chirac. El mandatario mira con recelo los éxitos de Sarkozy y sus no confesadas pero conocidas ambiciones presidenciales. Ambos hombres tienen muchas cuentas pendientes y nadie sabe si están dispuestos a dejarlas de lado para salvar la presidencia. La derrota y los problemas cambiaron de bando. La izquierda salió del patíbulo, se izó a niveles históricos de popularidad gracias al juego fiel de las alianzas y la coherencia entre las tres fuerzas que la componen: socialistas, comunistas y ecologistas. Juntos lograron marginar a la extrema izquierda que tanto daño había causado en las presidenciales del 2003. PS, PCF y Ecologistas consiguieron también un nuevo pacto con las clases populares cuyo apoyo habían perdido hace dos años. Las promesas incumplidas de Chirac le devolvieron a la izquierda democrática los electores que soñaron con que la alianza de conservadores y liberales iba a subsanar los problemas sociales. Tarde o temprano, la sanción se materializa en las urnas.