EL MUNDO
Una corte para Saddam Hussein
En medio de la polémica sobre quién defiende a Saddam, su autoasumido abogado, Jacques Vergès, denunciará a Gran Bretaña.
Por Eduardo Febbro
Luego de haber fallado en su intento de autoproclamarse abogado defensor de Saddam Hussein, el polémico abogado francés Jacques Vergès vuelve a la carga con una denuncia que piensa presentar contra Gran Bretaña ante la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya por “crímenes de guerra en Irak”. Defensor de asesinos de la talla del ex presidente serbio Slobodan Milosevic, del criminal nazi Klaus Barbie o del terrorista venezolano Carlos, Vergès alega hoy que “la realidad de las torturas y ataques sistemáticos de Estados Unidos y Gran Bretaña contra la dignidad de los prisioneros iraquíes, a muchos de los cuales se les provocó la muerte, no deja duda alguna”. La denuncia consta de 80 páginas y según Vergès un pronunciado gusto por los “golpes” espectaculares. Fue precisamente él quien inició el enredo de los letrados que debían ocuparse de la defensa del ex presidente iraquí Saddam Hussein.
Durante casi un año y hasta que no se aclararon las cosas, a Saddam Hussein le sobraron los abogados defensores. Desde su captura del año pasado, el dictador iraquí acumuló una inusual lista de abogados que se pelearon entre sí para ganarse el derecho de defenderlo en el juicio que se le hará en el “nuevo Irak” que Estados Unidos aún no consiguió estabilizar ni pacificar. Seis semanas después de la captura de Saddam (el pasado 13 de diciembre) se creó en Irak un Tribunal de Crímenes de Guerra y, tres días más tarde, Jacques Vergès se postuló como el primer defensor. A finales del mes de marzo anunció que un sobrino de Saddam, Ali Barzane Al Tikriti, lo había contratado “por carta” para encargarse de la defensa. Vergès denunció la forma en que Saddam fue tratado, pidió la intervención de la Cruz Roja Internacional y adelantó algunos de los alegatos a favor del ex amo de Bagdad. Según dijo, Saddam fue sacado del poder por los mismos países que, en el pasado, trataron con él y lo apoyaron. Por consiguiente, son esos mismos países los que testimoniarán a su favor.
La historia no hubiese pasado a más si, algunos días después, otro abogado francés, Emmanuel Ludot, no hubiera aparecido para decir precisamente lo contrario: que no era Vergès sino él quien tenía que encargarse de Saddam. Según Ludot, Vergès fue “contratado” por un sobrino que no es reconocido ni por la mujer ni por la hija de Saddam. Pero estos dos hombres no fueron los únicos pretendientes al trono de la defensa. En Jordania, el abogado Mohammad Al Rachdane afirmó que la hija y la mujer del derrocado león de Bagdad habían recurrido a él. Según detalló a un diario francés, “la esposa y la hija mayor de Saddam me llamaron dos días después de su captura para que fuera su abogado. Ya lo hice en el pasado. Vergès no tiene la autorización legítima de Saddam Hussein. La familia del líder no elegiría nunca a un abogado que defendió al ex presidente yugoslavo Slobodan Milosevic”.
La batalla de abogados no termina con estos tres protagonistas. El pasado 29 de marzo, en El Cairo, un colectivo compuesto por varios cientos de abogados árabes creó, a través de la UAA (Unión Arabe de Abogados) un comité en cuyo seno estaba el abogado francés Emmanuel Ludot y no Jaques Vergès. Desde luego, nadie supo quién le pidió a esta instancia que organizara el sistema defensivo del dictador. Al final, Ludot terminó explicando que la defensa había sido confiada a una red internacional de letrados que trabaja para la UAA “de forma ampliada”. Por un lado, la defensa propiamente dicha de Saddam, a cargo de los 20 letrados internacionales en asociación con la UAA, y, por el otro, la de los prisioneros iraquíes. Estos, sus familias y los abogados de Irak solicitaron la intervención de la UAA debido “a la falta de libertad y organización” de los letrados locales.
Se hizo evidente que, hasta que la familia de Saddam no puso orden en el asunto, existieron intereses encontrados entre los pretendientes o los Sadshida Jeirallah, la mujer de Saddam Hussein, terminó firmando –en nombre de sus tres hijas, Ragad, Rana y Hala– el documento que le suministra el poder pleno de la defensa al abogado jordano Mohammad Al Rachdane –ya defendió a Saddam durante la invasión de Kuwait– e incluye, con nombres y apellidos, la lista de la red internacional. Al Rachdane es miembro de la UAA y fue nombrado coordinador general Emmanuel Ludot –y un norteamericano–. Desde luego, en la lista no aparece mencionado el nombre de Vergès. ¿Cómo se organizará entonces la defensa, en torno a qué criterios y quién pagará la cuenta? Algunas respuestas fueron reveladas en los últimos días por Al Rachdane y Ludot. El primero explicó que durante el proceso el equipo buscará poner en tela de juicio las competencias de las tropas de ocupación y la legitimidad del tribunal que juzgará a Saddam. A su vez, el letrado francés descartó toda posibilidad de que Saddam fuera juzgado por un tribunal iraquí. En cuanto a los costos del juicio, Ludot expuso la idea de que le correspondía al presidente norteamericano George W. Bush y a la ONU pagar sus honorarios.
La línea de la defensa elaborada por los letrados que se reúnen en la capital de Jordania, Amman, se basa en las convenciones internacionales. Ludot y Al Rachdane dicen que “en el legajo de Saddam hay muchas injusticias y violaciones a la Convención de Ginebra que comete la ocupación con los prisioneros de guerra”. Como los de Guantánamo, Saddam es un prisionero sin derechos. Sus abogados denuncian que, a pesar de que hay un mandato firmado por miembros de su familia, los defensores “nunca pudieron entrevistarse con el acusado”.