ESPECTáCULOS › ENTREVISTA AL AUTOR Y DIRECTOR TEATRAL LUIS AGUSTONI

“Hablo de seres en situaciones límite”

Su obra Mal Mal nació de su incondicional apego a Carlitos, el célebre vagabundo creado por Chaplin. Pensó entonces en un marginado de la Argentina de hoy y en su voluntad de salir adelante a pesar de todo. “Esos ‘andrajosos’ son en este momento los verdaderos héroes de nuestra sociedad”, sostiene Agustoni.

 Por Hilda Cabrera

El entramado de “miseria y desprotección extremas, y de gran idealismo e ingenio para sobrevivir”, es quizá lo más impactante del personaje de Carlitos, el célebre vagabundo creado por Charles Chaplin. Así lo siente el autor y director Luis Agustoni (en ocasiones también actor), quien, inspirado, imaginó otro vagabundo de traza local en Mal Mal, pieza con la cual reabre su Teatro El Ojo, taller de actores desde su fundación en 1988. En ese espacio de Perón 2115, Agustoni ha ofrecido importantes trabajos, entre otros la puesta de Los ojos del día (1993), comedia por la que se lo premió y en la que radiografía, de modo fragmentado y desde el imaginario de un historietista, los sinsabores de una pareja en crisis. También una versión de Hamlet (en 1990) y otras de El fantasma de Canterville (1994) y Don Juan Tenorio, de Molière (1996). Allí se vieron Nuestra suma, de David Stevens (1997), acerca de la relación padre/hijo, y La casa del lago, de Adriana Tursi (1999).
Director de éxitos dentro del circuito teatral manejado por empresarios (Los lobos, de su autoría, y Brujas, por ejemplo), recibió galardones por varias producciones, algunas de proyección internacional, como El protagonista ante el espejo (que recibió el Molière autóctono a la mejor dirección y el Argentores a la mejor obra de 1988) y El regreso del tigre, que condujo y estrenó en Bogotá. Además de título, Mal Mal es el apodo que recibe un vagabundo, ex boxeador enamorado de una prostituta y extrañamente relacionado con un individuo de la clase dirigente argentina que cometió un desfalco. Se trata de seres en situación límite, acosados por motivos diferentes y semejantes en su condición de “descastados”. Esta obra, que puede verse viernes y sábados a las 21, nació, según cuenta Agustoni a Página/12, de su incondicional apego al Carlitos de Chaplin. Bosqueja incluso un paralelo con su admirado Don Quijote, de Miguel de Cervantes Saavedra: “Los une –dice– el hecho de ser grandes idealistas”. Mal Mal fue concebida en 2001 y atravesó un período de “montaje interno” durante 2003. Esto significa que fue vista por colegas y amigos en El Ojo antes de ser estrenada. Agustoni ensaya y corrige sin pausa, y reconoce que cuenta con un público heterogéneo “y hasta un rebote del espectador de teatro comercial”.
–¿Cómo definiría al vagabundo Mal Mal?
–Pensé en un individuo de la Argentina de hoy que debía expresarse con un lenguaje pleno de significados, necesario para lograr una eficaz traslación gestual y anímica del vagabundo. La “anécdota” surgió de un hecho real divulgado por la prensa. Un “descastado” de la clase dirigente que se encuentra con un vagabundo horas antes de ser asesinado. Este es un crimen mafioso no aclarado todavía y que engloba a la IBM y a algunas instituciones argentinas.
–¿Sería una relación entre opuestos?
–Y entre “caídos”, que creo es lo más interesante desde un punto de vista social. Estos son aquí el carenciado y aquel otro que pasa a ser “un indefendible” dentro del sector de los poderosos. Como en las películas cortas de Chaplin, la estructura se levanta sobre una gran variedad de escenas, porque me pareció imprescindible mostrar desde todos los ángulos el submundo de este Mal Mal reo, al que se apoda de esa manera porque responde así cuando se le pregunta cómo está.
–¿Qué es para usted lo esencial en ese submundo?
–El acoso, la persecución. Lo mismo que en las películas de Chaplin, la “autoridad” se transforma en el enemigo número uno. Carlitos es perseguido siempre por algún policía.
–¿Qué opina de la “finura” de los gestos y actitudes de Carlitos?
–Creo que la preocupación por mantener cierta cordialidad subsiste en todos los ámbitos sociales. También –y por qué no– dentro de lo que denominamos subclase. La tensión entre lo grosero y lo cordial es, a mi entender, algo muy presente en los grupos humanos. Algunos se inclinan por lo primero, pero son muchos los que todavía nos sorprenden con actitudes corteses. Un ejemplo en Argentina es el de los inmigrantes pobres de otros países latinoamericanos.
–¿Cómo incorpora el entorno social?
–Si bien la obra cuenta con un elenco pequeño de ocho intérpretes, sólo tres de ellos cumplen personajes fijos: los otros cinco van rotando con el propósito de lograr, en conjunto, cierta multiplicidad de caracteres. Las puestas en los teatros del off no necesitan de efectos especiales: les basta con la incorporación de la música, el uso de la fragmentación y de las transiciones bruscas, influidas éstas, en mi opinión, por el arte del cine y el video.
–Esa influencia no es nueva en sus obras...
–El espectador tiene hoy un gusto esencialmente visual, y no tanto porque sea un gran consumidor de cine sino por el influjo que ejerce sobre él la estética televisiva. Un ritmo y una estética que resulta interesante incorporar al teatro cuando el propósito es dirigirse a un público heterogéneo y amplio.
–¿Cuáles son sus próximas obras y puestas?
–Una obra mía, Olimpia, se está ensayando en México, donde me conocen básicamente por El protagonista ante el espejo. México tiene un teatro activo, aunque el off no sea mayor que el nuestro, quizá porque allí la reina es la televisión. Ahora se está armando una producción para llevar a escena Los lobos, una historia de corrupción de la década del ’40 en Argentina. Me pidieron una adaptación a un caso similar de la historia política mexicana. Una de las últimas obras que escribí y no pude estrenar aún está ubicada en los ’30, en el barrio Pichincha de Rosario.
–¿Escribe a pedido?
–Me sucedió escribir a pedido, pero el proyecto se truncó. Envié entonces esa misma obra a un concurso y lo gané. El título es Hermanas y lo premiaron en Colombia. Esto se lo debo a mi amigo el dramaturgo Mauricio Kartun, que me pasó el dato del concurso.
–Mal Mal muestra a gente acosada, pero aun así no se presenta como un drama...
–Pienso que tiene mucho de comedia. No es la comedia entendida como sinónimo de entretenimiento risueño, historia leve o “descanso” de una cotidianidad áspera, sino como muestrario de las ridiculeces del comportamiento humano. En cuanto se percibe lo ridículo –todo aquello que en el hombre no es razonable, como decía Molière– se puede hacer comedia. Esa es mi opinión sobre las películas de Chaplin, un cine para adultos por las ridiculeces y absurdos que muestra y por las grandes reflexiones que contiene. ¿Quiénes han podido superar en esto a Tiempos modernos o El gran dictador?
–¿Cuál sería la reflexión central de Mal Mal?
–En esta obra subrayo la indeclinable lucha de Mal Mal por sobrevivir a pesar de haber sufrido todos los golpes que padece el marginado, la gente a la que los mejores posicionados no intentan siquiera allanarle el camino hacia un futuro mejor. Lo trágico e inhumano en situaciones como ésas es la falta de salidas. Uno se sorprende todavía hoy de que en nuestro país haya tanta gente dañada y tantos pobres dispuestos a luchar. Esos “andrajosos” son en este momento los verdaderos héroes de nuestra sociedad.

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Luis Agustoni, con su nueva puesta, reabre el teatro El Ojo, una sala que fundó en 1988.
 
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