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“Es la semana más dura de todo el año para nosotros”

Es una tragedia que no termina de pasar. Los familiares de las víctimas del 11-S siguen reviviendo la tragedia que rompió sus vidas hace tres años. Y todo, desde las alertas de Washington hasta las investigaciones, impiden el olvido.

Por Sandro Pozzi *
Desde Nueva York

Las máquinas llevan días picando los restos de hormigón que quedan en pie en el antiguo estacionamiento del World Trade Center. Cuando concluyan se podrá levantar la Torre de la Libertad, el colosal edificio que se construirá en el vacío que quedó tras el derrumbe de las Torres Gemelas. Nueva York va cerrando las heridas que abrió el ataque terrorista del 11-S e intenta recuperar su ritmo. Pero 36 meses después, el drama sigue vivo entre las personas que perdieron a sus seres queridos.
“Es la semana más dura del año para nosotros”, dice la presidenta de la Asociación de Familias del 11-S, Mary Ellen Salamone, antes de que sus hijos lleguen a su casa en la vecina Nueva Jersey. Su marido, John, trabajaba en el piso 104 de la Torre Uno. “Después de tres años, todo sigue estando cargado de emociones, y para muchas familias que intentan superar el trauma, se está haciendo casi imposible”, afirma mientras explica que no se acercará a la ceremonia de hoy en la Zona Cero porque son “demasiados sentimientos juntos”. Su testimonio muestra que la herida del 11-S tardará mucho tiempo en cicatrizar.
El último año no ha sido fácil. Las referencias al 11-S son constantes en la vida de los estadounidenses. Unas veces por las informaciones relacionadas con la comisión que investigó los atentados terroristas. Otras, porque desde Washington se alerta de nuevos ataques de Al Qaida. Y estos días, porque lo recuerdan los candidatos que luchan por la Casa Blanca, sobre todo Bush. “El 11-S está demasiado presente y mientras siga ahí todos los días, no podremos avanzar”, advierte Salamone, recordando con tristeza los atentados de Madrid o la matanza en la escuela rusa de Beslán. Por eso, muchos familiares del 11-S optaron por dejar Nueva York y mudarse hacia otros puntos del país, donde no son bombardeados con información de los atentados. Es el caso de la viuda del bombero Sergio Villanueva, que ahora reside en Miami. Otros han dado un vuelco a su carrera profesional, como Daniel Anderson, quien logró escapar antes del colapso de las Torres. Y el dolor también ha provocado que muchas parejas hayan roto durante estos tres largos años.
El psiquiatra español Luis Rojas Marcos, que fue hasta el 2001 presidente del sistema de hospitales públicos de Nueva York, cree que la mayoría de los que vivieron indirectamente la tragedia han superado el trauma emocional. “Las imágenes y las sensaciones que nos invadían seis meses después se han integrado en nuestra biografía. Lo contamos como si se tratara de una historia.” Pero Rojas Marcos advierte que en el caso de las víctimas directas del 11-S, la situación es muy compleja. El 42 por ciento de las personas que murieron tras el colapso de las Torres Gemelas no han sido identificadas. “Que salga una persona de casa y se esfume es muy duro”, explica el psiquiatra, ahora catedrático de la escuela de medicina de la Universidad de Nueva York. Tan sólo 292 cuerpos pudieron ser recuperados de las 2792 personas que murieron ese día en las Torres. Y en muchos casos, la identificación fue posible gracias a que se encontró entre el amasijo de acero y hormigón un pequeño hueso. Hay otra complicación añadida, relacionada con las connotaciones simbólicas del 11-S. “Al representar un momento histórico, el evento se idealiza y hace que a muchas personas les sea difícil superar la identidad de víctima que las ata al verdugo”, señala.
Las tragedias de Atocha y de Beslán “no han hecho más que impregnar el ambiente de inestabilidad e incertidumbre”, agrega. Esto explica que todavía existe un importante número de casos de personas que aseguran tener problemas para conciliar el sueño. Los que tratan a los que vivieron directamente la tragedia coinciden en que esta amalgama de factores impide superar el trauma y emprender una nueva vida. Nikki Stern, que perdió a su marido James cuando éste se encontraba en la firma de analistas March McLennan, es un ejemplo de la superación.
Con la voz tomada por la emoción, hace un esfuerzo para lanzar un mensaje a los familiares de Atocha: “Hay que buscar el consuelo de la familia, de los amigos y de la fe. Hablar con la gente que entiende el problema, tus sentimientos, para dar sentido a todo lo que sucede”. Y eso es lo que intentan hacer Karen y Paul Canzoneri, que llevan días yendo a la Zona Cero con sus perros adiestrados para dar apoyo a los visitantes que se acercan al lugar “de las memorias oscuras”, como lo denominan. Uno de los perros lleva colgado en su collar la foto de Matthew Horning, que murió en el WTC a los 26 años. Matthew trabajaba con el marido de Nikki. “Es fundamental que la víctima sienta que tiene a un grupo que la apoya”, añade Rojas Marcos. Pero ya no es como antes, señala Mary Ellen. Muchas de las personas que antes ofrecían respaldo a las víctimas muestran cada vez mayor distanciamiento, porque aceptan lo que pasó. “Ya no nos prestan tanta atención.” El problema se agrava en el caso de los niños. “Hay gente que se olvida de que las vidas de la gran mayoría han cambiado para mal. Pero no culpo a nadie de esto, porque la vida es así”, concluye.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Familiares de las víctimas en el primer aniversario.
 
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