EL PAíS › PANORAMA POLITICO
Kirchneristas para todos los gustos
Por Luis Bruschtein
Discursos nacionalistas, emotivos, con el retrato de Perón y Evita en el escenario, un Presidente en el podio, la UOM, las 62 Organizaciones, la CGT y dirigentes distritales, hacía muchos años que el peronismo no se parecía tanto a sí mismo como en el acto del jueves en La Matanza, donde Néstor Kirchner convocó al PJ a convertirse en “la columna vertebral de un frente nacional que sirva para hacer realidad la distribución del ingreso”. En un país con fuerzas políticas en crisis, pero también sin nuevas fuerzas políticas en crecimiento, a casi un año y medio de su llegada a la presidencia y cuando falta un año para las próximas elecciones, el discurso de Kirchner del jueves es la resultante de esa ecuación que tratará de aprovechar lo que haya de lo viejo y de lo nuevo porque ninguno de los dos por sí solos le alcanza para ganar.
Nada más parecido al viejo peronismo frente a una realidad que no tiene nada de parecido con la de los viejos tiempos. El eterno intendente de Lanús, Manuel Quindimil, que se había convertido en uno de los dirigentes pejotistas más recelosos de la transversalidad, sonrió y aplaudió en el acto que se realizó en Huracán de San Justo, cuando el Presidente anunció la propuesta de alianzas con una fórmula clásica para el frentismo justicialista.
Siempre es más peronista el viejo peronismo que el de las últimas décadas, pero no deja de sorprender el rebrote de ortodoxia en una fuerza que se doblegó dócilmente a la heterodoxia neoliberal del menemismo así como el realineamiento de gran cantidad de dirigentes que militaron y se formaron en los antípodas ideológicos de lo que plantean ahora. Más allá de la buena fe de ese proceso masivo de reconversión, la década menemista tuvo un alto costo en la credibilidad y el consenso de masas que en otro tiempo caracterizó al justicialismo y lo debilitó en el plano electoral y también en su capacidad de convocatoria a otras fuerzas para la conformación de un frente.
Pero el proceso de desgaste fue más profundo aún para los partidos que conformaron la Alianza, lo que igual le asegura por ahora al PJ una cómoda ventaja. En la mayoría de las provincias esa diferencia es todavía más marcada y también es donde la imagen de Kirchner ha sido menos afectada en este año y medio de gobierno. El domingo anterior al acto en La Matanza, el ex presidente Eduardo Duhalde comenzó a discutir con Kirchner en Olivos la arquitectura de esta nueva forma de relacionarse. El encuentro determinó el fin de una etapa de tanteos para encuadrar esa relación en un marco diferente al de 2002 cuando Duhalde promovió la candidatura presidencial del santacruceño. Si alguna vez el bonaerense creyó que iba a poder manejar a un Presidente con poco respaldo propio, ahora sabe que fue sólo una ilusión. Y lo mismo pasó con la expectativa que pudo haber tenido Kirchner de sacarse de encima el peso del aparato del PJ bonaerense. Se abre paso una etapa de negociación en la composición de la conducción partidaria y en la integración de las listas en las que el kirchnerismo tratará de pesar con sus candidatos.
Más allá de la expresión frentista clásica del discurso del Presidente en La Matanza, lo cierto es que el PJ tiene escasa capacidad de convocatoria para encabezar una alianza de partidos, sobre todo en el mosaico de fuerzas que fueron delineando su apoyo al kirchnerismo desde distintas vertientes. Lo más probable es que ninguna de ellas acepte subordinarse a ese llamado y todas han comenzado procesos de confluencia que tienen su vértice en la figura de Kirchner.
La transversalidad que proviene del progresismo y que se referencia en los intendentes de Rosario, Córdoba y Buenos Aires, las tres ciudades más importantes del país; los kirchneristas de origen peronista extrapartidario, encabezados por los diputados Miguel Bonasso y Francisco “Barba” Gutiérrez, y el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, y las organizaciones sociales que conformaron el Frente de Organizaciones Populares coinciden en su rechazo al aparato justicialista. La expectativa inicial de estos sectores se centró en la realización de una convocatoria formal de Kirchner que nunca pudo pasar de la reunión del 11 de marzo en Parque Norte. Un movimiento demasiado abierto en esa dirección hubiera significado quemar naves con el PJ y Kirchner prefirió dejar que ese proceso se desarrollara con la dinámica que le imprimieran sus propios protagonistas.
No es casual que en la misma semana en la que se produjo esta reunión con Duhalde y el acto del jueves en La Matanza, Bonasso, Gutiérrez y Eduardo Luis Duhalde anunciaran públicamente la conformación de una coordinadora entre las organizaciones que encabezan. A su vez, los grupos piqueteros, que formaron el FOP –FTV de Luis D’Elía, Barrios de Pie, MTD Evita y otras agrupaciones barriales y gremiales–, venían analizando como inevitable la decisión de Kirchner de mantener su alianza con el duhaldismo y convocaron a la conformación de un espacio político independiente de apoyo al Gobierno.
Los intendentes Luis Juez, Aníbal Ibarra y Miguel Lifschitz junto con Hermes Binner tienden a conformar también una corriente nacional que planteó su respaldo a Kirchner como fuerzas políticas con identidad propia pero todos ellos están enfrentados con el PJ en sus distritos. Para el intendente de Morón, Martín Sabbatella, que el martes próximo lanzará su propio partido, y que por afinidad debería formar parte de esta fuerza, los problemas son mayores porque está enclavado en el corazón del territorio duhaldista.
Más allá de los intendentes, las otras fuerzas no tienen una expresión electoral consolidada y su capacidad para vehiculizar el respaldo independiente a Kirchner constituye una incógnita. En las encuestas, el respaldo con el que podría contar el Presidente es sensiblemente mayor que los votos que puedan provenir sólo del PJ. Y es difícil que el justicialismo pueda conformar un frente con estas fuerzas cuya tendencia sería más bien a participar con listas propias por fuera de cualquier propuesta que hegemonice el justicialismo. Y si Kirchner decide aceptar la conducción nacional del PJ tendrá que hacer malabares y equilibrios para encabezar una fuerza que al mismo tiempo será uno de los blancos más criticados por sus propios aliados. O sea, el kirchnerismo independiente y sus aliados tendrían que pegarle duramente al PJ para diferenciarse, pero el PJ estaría dirigido por Kirchner.
La oposición marcha a un ritmo más lento y en una tendencia que también tiene ribetes imprevisibles. Si se le critica al kirchnerismo una tendencia al hegemonismo, cuando se habla de oposición sin diferenciar ideas ni propuestas, se corre el mismo peligro. Las hipótesis de alianzas de Ricardo López Murphy, entre Elisa Carrió, Mauricio Macri y el gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch, proyecta más la idea de oponerse que la de exponer argumentos en un proceso que podría llegar a parecerse al de la oposición venezolana contra Hugo Chávez.
La dinámica del oficialismo depende todavía en gran medida de la fuerza que pueda reunir la oposición de centroderecha. En las elecciones anteriores la fuerza de este sector, expresada en algunos casos en Carlos Menem y en otros por Mauricio Macri o López Murphy, sirvió como catalizador del voto contrario. Si el centroderecha se fragmenta entre varios candidatos, es probable que provoque una reacción similar en el voto afín al kirchnerismo. Las próximas elecciones serán las que comiencen a delinear el escenario político de este país tras el punto más alto de la crisis de los partidos que se produjo en el 2001.