EL MUNDO › OPINION

Haraganes del mundo, ¡uníos!

Por Michael Moore

Queridos amigos:
Comienzo una breve gira por 20 estados y 60 ciudades para intentar convencer a los hartos, los extenuados y los deteriorados por Ralph Nader, de que salgan de su casa por media hora el 2 de noviembre y marquen una X en un cuadrito (o perforen una tarjeta o toquen una pantalla) con tal de que Estados Unidos y el mundo puedan salvarse. (No estoy diciendo “salvarse” en el sentido de que, de ahí en adelante, todos los trabajadores tomen el control de los medios de producción. Eso, mmh, va a requerir algunos años más.)
Lo que pido es que mis compatriotas, ese propietario colectivo del conjunto habitacional público ubicado en avenida Pennsylvania 1600, se tomen unos minutos para lanzar al inquilino que actualmente está destrozando el sitio (por no mencionar lo que está haciendo con todo el vecindario). Después de todo, ¿acaso poder cobrársela al que está en el poder no es una de las cosas más lindas de la democracia? “¡Está despedido!” Uuuh, te sentís bárbaro (especialmente si el que recibe la notificación quiere mandar a tu hijo a la guerra).
Así que, como no tengo nada mejor que hacer en octubre, he decidido presentarme en todos los estados del país que serán frente de batalla y hacer todo lo necesario para que la gente vote. Les lavaré la ropa, limpiaré su casa, les daré una provisión de maníes para que puedan tomar cerveza un año, si se comprometen a ir a votar el martes 2 de noviembre.
Yo le llamo “la gira del levantamiento de los haraganes”, un esfuerzo costa a costa para que la mayoría abstencionista salga de su hibernación y patee algún trasero político. Mi meta es lograr que los 100 millones de abstencionistas en Estados Unidos les den una probada a eso de votar, por lo menos una vez. Quisiera que por lo menos 56 por ciento de todos los votantes voten y alcancemos un record de los tiempos modernos.
Así que pongo en alerta rojo a los haraganes de todas partes para que se unan a esta revuelta. Quiero que todos los adolescentes y los veinteañeros que existen saquen todo ese cinismo justificado que cargan y lo arrojen como Molotov en plena elección. Como son “abstencionistas”, ya los borraron de los padrones. Pero si unos cuantos miles de ustedes votan, pueden hacer la diferencia. Literalmente, tienen ustedes el poder en sus manos. De veras se siente mucho mejor que tener el control remoto de la tele.
Yo, el primer haragán –que he sufrido ataques sin fin por mi holgazanería–, sí, yo, voy a ir a algún estadio o arena justo al lado de sus dormitorios. ¿Por qué estadios y arenas? Porque vamos a ser muchos. Y porque hay papas fritas y cerveza. Ahí voy a estar y les llevaré premios y regalos y ropa interior limpia a quien la necesite.
Antes de mi llegada, ya arreglé que se presente Fahrenheit 9/11, gratis, en todas las ciudades de la gira. Cuando llegue, estarán conmigo docenas de encargados de empadronamiento que registrarán a todos los nuevos (o recién trasplantados) votantes. Solicitudes de boletas para quienes vayan a estar ausentes también estarán disponibles. Y la gente de Move-On, ACT y otros grupos estarán ahí en cada una de mis apariciones para enrolar voluntarios para el día de las elecciones.
Durante el recorrido trataré de mantener mi sitio de Internet al día y exhibiremos fotos que tomemos en cada ciudad. Las tres escuelas que registren el mayor número de estudiantes (o que junten el mayor número de abstencionistas comprometidos conmigo para votar) recibirán una beca especial al final de la gira.
Por adelantado, gracias a todos los que están trabajando por estas elecciones. Estoy seguro de que eso hará la diferencia.
Que no quede ni un solo abstencionista.

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