EL MUNDO

El crimen que permitió una victoria criminal

Los medios de comunicación amplificaron los problemas de la delincuencia y el crimen, pero lo que más favoreció a Le Pen fue que esos problemas fueron subrayados por Chirac y Jospin.

Por Paul Webster
Desde París

En las 48 horas anteriores a la primera vuelta de la elección presidencial del domingo, la televisión francesa y la prensa popular pasaban una y otra vez las imágenes de un abuelo patético y golpeado. Había sido atacado por matones en Orléans y lo habían filmado caminando tambaleante alrededor de lo que quedaba de su choza después de un ataque incendiario. Se ha culpado a las secuencias altamente emocionales del giro de varios miles de votos hacia Jean-Marie Le Pen, el candidato racista del Frente Nacional. Esto es lo que un organismo que monitorea la televisión, l’Observatoire du Debat Public, llamó “una acumulación de hechos violentos en televisión que dieron la impresión de que toda la seguridad había colapsado”.
La estación comercial, TF1, y la red estatal, FR2, fueron culpadas de servir a las teorías de Le Pen al exagerar los relatos sobre los peligros de la ola de crímenes urbanos y rurales, que, desde el punto de vista del Frente Nacional, se debían a la indiferencia y negligencia socialista y gaullista. Lamentablemente, la culpa por destacar un debate a menudo retorcido sobre la ley y la seguridad se debía más a la estrategia de los opositores moderados de Le Pen que a la obsesión de los medios. El socialista Lionel Jospin, y más específicamente el gaullista Jacques Chirac, le dieron peso a las teorías de Le Pen al ubicar el crimen como primera prioridad en sus manifiestos y al prometer medidas que entraban dentro del territorio populista del Frente Nacional. Jospin plagió la promesa de Tony Blair de “ser severo con el crimen y las causas del crimen”, aunque los socialistas consideraban la ley y el orden insignificantes en comparación con las desigualdades sociales y el desempleo, según estudios expertos.
Después de que Chirac declarara que Francia se estaba hundiendo bajo la violencia urbana, más del 50 por ciento de sus votantes dijeron que estaban principalmente preocupados por la ley y el orden (ningún otro tema obtuvo ni la mitad). El apoyo de Le Pen, según los mismos estudios, se basó el 73 por ciento en la angustia por el crimen, mientras la inmigración quedaba bastante detrás. Los candidatos socialistas y gaullistas parecen haber ayudado a pavimentar el camino para su rival extremista, alimentando la paranoia que tiene poco sentido cuando se estudian las áreas altas y bajas de apoyo del Frente Nacional. Los mapas posteleccionarios muestran un arco de alto nivel de apoyo que corre desde el norte socialista y a través de todas las áreas de las fronteras alemana, suiza e italiana. A través de esta geografía hay muchos bolsones donde el crimen y la concentración de inmigrantes coincide, pero la imagen no es nada uniforme. Predeciblemente, el bastión más conocido era a lo largo del Mediterráneo, incluyendo Marsella, donde la xenofobia era endémica mucho antes que Le Pen explotara el tema.
Pero una contradicción a los análisis sociológicos fáciles vino del este, especialmente de Alsacia, donde Le Pen tuvo hasta un 40 por ciento de apoyo. Los pueblos rurales, sin crimen ni inmigración, lideraban el voto, pero los entrevistadores eran esquivados cuando fueron a averiguar el porqué. De los pocos que sí enfrentaron las cámaras de televisión, todos dijeron más o menos lo mismo: que habían visto o escuchado informes sobre el crimen urbano conducido por los inmigrantes y temían que se esparciera. Por lo contrario, áreas de alta presencia de inmigrantes en París, tales como los distritos 18º, 19º y 20º, citados como los semilleros de droga, violencia y robo, le dieron a Jospin el doble de votos que a Le Pen.

De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère

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Jean-Marie Le Pen en un programa de televisión.
 
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