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Por Patrick Cockburn *
Desde Bagdad
Iyad Allawi, el primer ministro interino de Irak, decidió seguir adelante con las elecciones del 30 de enero –pese a los llamados de políticos sunnitas a posponerlas por seis meses– y a la falta de seguridad en todo el país. “El gobierno iraquí está resuelto a celebrar las elecciones en la fecha prevista”, declaró Thair al Naqeeb, portavoz de Allawi. Agregó que el gobierno “está llamando a todos los iraquíes a participar y a contribuir a formar un gobierno democrático fuerte”.
Pocas horas antes, líderes de 17 partidos políticos, la mayoría de la comunidad musulmana sunnita, se habían congregado en la palaciega mansión que es la casa de Adnan Pachachi, un ex canciller iraquí muy considerado e influyente. Casi todos dijeron que votar era demasiado peligroso para los iraquíes y urgieron a una postergación. Como para enfatizar la falta de seguridad, una batalla armada estalló a pocas cuadras de la casa de Pachachi en el distrito de Mansur. El tiroteo también subrayó que la captura de Faluja por el ejército norteamericano –en una batalla en la que murieron más de 2000 civiles y 50 marines– no ha hecho de Irak un lugar más seguro.
Allawi puede albergar secretamente el deseo de prolongar su mandato como primer ministro, pero le va a ser difícil postergar unas elecciones que el presidente George W. Bush se comprometió a celebrar el 30 de enero. Estas elecciones fueron presentadas por la Casa Blanca en la campaña electoral estadounidense como un símbolo del éxito de la política norteamericana en Irak.
Algunos de los que hablaron en la residencia de Pachachi el viernes por la noche destacaron que el gran ayatolá Alí al Sistani –el líder chiíta más influyente– estaba resuelto a celebrar elecciones, pero otros dijeron que el ayatolá podía ser flexible en cuanto a la cuestión de la fecha. Los chiítas son el 60 por ciento de los iraquíes.
Los líderes políticos sunnitas están en una situación imposible. Gran parte de su comunidad respalda la insurrección. Todo político sospechado de respaldar a Estados Unidos o al gobierno interino corre riesgo de ser asesinado. En los barrios sunnitas, los comerciantes están aterrados ante la posibilidad de tener que distribuir formularios de inscripción en los padrones, junto a las raciones de alimentos, como se les ha ordenado. La justificación para demorar las elecciones es que la situación de seguridad puede ser mejor a mediados del año que viene. Pero Iyad Jamal al Din, un dignatario religioso, dijo que esto no era realista. “Estados Unidos se va a quedar, el gobierno seguirá y aquellos que combaten contra él seguirán combatiéndolo dentro de seis meses”, dijo. Y pidió que la elección se pospusiera por dos años. El sentido del reclamo no podría ser más transparente: con elecciones libres y bajo el sistema de representación proporcional, los sunnitas perderán el dominio que tenían desde la época colonial de los resortes clave de la administración, porque el resultado más probable es que un chiíta sea elegido.
La única sugerencia práctica del modo en que podría mejorarse la seguridad provino de Ayham al Sammarai, el ministro de Electricidad. “Necesitamos llegar a un acuerdo con los baasistas”, declaró, enfatizando que no se refería al círculo íntimo de Saddam Hussein. Afirmó que el núcleo de la insurrección estaba constituido por los miembros del Partido Baas, que perdieron sus empleos y asistieron a la disolución del ejército. Si se pudiera conciliar con ellos “sería fácil doblegar a unos pocos miles de fanáticos religiosos”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.