EL MUNDO › QUIEN ES VIKTOR YUSCHENKO, EL CANDIDATO OPOSITOR EN UCRANIA
Una carrera por las elecciones o la vida
Las elecciones ucranianas tienen todos los ingredientes de un thriller político: intentos de asesinato, corrupción, nazis y mafias. Dos Viktors se enfrentan, pero uno solo se quedará con la victoria. En estas elecciones, el candidato opositor Viktor Yuschenko se juega la vida, literalmente. Es consciente de que debe aprovechar el impulso; si no, la historia lo recordará como el hombre que lideró lo que pudo haber sido una revolución, pero que finalmente quedó en la nada. En este rincón, Viktor Yanukovich, el candidato oficialista –quien busca mantener relaciones cercanas con Moscú–. Y en este rincón, el candidato opositor, Viktor Yuschenko, que propone la integración con Europa Occidental y la membresía a la Unión Europa.
Yuschenko se presenta como prooccidental y un reformista a favor del libre mercado. Promete barrer con la corrupción, reforzar el imperio del derecho y terminar con el amiguismo político del régimen actual, apoyado en clanes oligárquicos de empresarios con vínculos cercanos a las mafias. Yuschenko era, hasta hace poco, una persona desconocida para muchos ucranianos. Sus simpatizantes lo llamaban “el Mesías”, pero parece más un intelectual o un banquero que un líder opositor revolucionario. Estudió economía en la universidad y sirvió un año en el ejército soviético. En 1993 se convirtió en el presidente del Banco Nacional de la recientemente independizada Ucrania, y más tarde introdujo la nueva moneda del país, la hryvnia, logrando mantener a raya la inflación mediante severas políticas monetarias. En 1999 le propusieron presentarse como candidato a las elecciones presidenciales y se negó. Pero cuando Leonid Kuchma, el actual presidente saliente, fue reelegido para un segundo período ese mismo año, nombró a Yuschenko como primer ministro. En 2001, 16 meses después de asumir, perdió un voto de censura. En su discurso ante el parlamento aceptó el resultado, pero declaró de manera desafiante: “Me voy para volver”. Su retorno comenzó con las elecciones de 2002, cuando formó la coalición Nuestra Ucrania. Derrotó al oficialismo y logró ganar la cuarta parte de los escaños del parlamento.
Yuschenko fue acusado por sus rivales de corrupción, malversación de fondos y de ser partícipe en la quiebra del Banco Ukrayinaa. Sin embargo, las acusaciones no llegaron a nada y Yuschenko las descartó diciendo que su única motivación era política. Sus rivales sacaron un as de la manga e intentaron desacreditarlo mediante la peor acusación: era un nazi. Yuschenko se defendió recordando que su padre había sido un prisionero de guerra en Auschwitz. Su esposa, Kateryna Chamachenko, también ha sido criticada por ser una ciudadana estadounidense de descendencia ucraniana que trabajó en la Casa Blanca durante la presidencia de Reagan.
Descripto como el presidente de la gente y criticado por ser indeciso, su lucha por el poder ha puesto en riesgo su propia vida. En septiembre, horas después de una cena con funcionarios del servicio secreto ucraniano, cayó muy enfermo y fue llevado de urgencia a una clínica austríaca. Los médicos que lo atendieron dijeron que estuvo al borde de la muerte. Yuschenko y sus simpatizantes dicen que fue víctima de un intento de asesinato por envenenamiento, pero no han logrado obtener pruebas concretas para respaldar la acusación. Su prueba principal es el rostro: bien parecido antes del episodio, poceado y con cicatrices después. Justo antes de la segunda vuelta, sus partidarios denunciaron que un camión intentó sacar a su auto del camino.
Mientras continúe la disputa, sus simpatizantes juran que no se darán por vencidos. En una ironía de la historia, miles de ellos están atrincherados en el edificio que albergaba un museo dedicado a Lenin y que hoy se ha convertido en el centro nervioso de la Revolución Naranja. Las masas que lo apoyan han tomado control de Kiev, acampando sobre su principal avenida –Kreshchatyk– y su plaza principal, la Plaza Independencia, rehusándose a regresar a sus hogares hasta que su candidato sea declarado presidente. Cuando se les pregunta qué significa el color naranja, sus simpatizantes dicen que “es el color de los empleados de limpieza, porque nosotros hemos venido a limpiar”.
Perfil: Ximena Federman.