EL MUNDO › ALIADOS DE AL QAIDA BUSCAN UNA
GUERRA CIVIL INTERRELIGIOSA EN IRAK
Volando las elecciones por los aires
Terroristas de Abu al Zarqawi, representante de Osama bin Laden en Irak, son los principales sospechados por un atentado que dejó 15 chiítas muertos ante una mezquita en las afueras de Bagdad. El objetivo es provocar una guerra interconfesional que evite las elecciones.
Por Angeles Espinosa *
Desde Amman
Al menos 15 iraquíes resultaron muertos ayer y otros 40 heridos en un atentado suicida contra una mezquita chiíta del suroeste de Bagdad. Justo el día anterior una grabación atribuida a Abu Musab al Zarqawi, supuesto cerebro del sector más violento de la insurgencia iraquí, arremetió contra los chiítas por su apoyo al ejército de Estados Unidos en la toma de Faluja, el pasado noviembre. Además, otra docena de personas, entre ellos un soldado norteamericano y otro italiano, perdieron la vida en diversos incidentes por todo el país. Y el primer ministro Iyad Allawi reconoció que su plan de seguridad para las elecciones es insuficiente ante la brutalidad de los ataques.
Un conductor suicida lanzó su carga mortal de explosivos contra la mezquita de Al Taz, en el suroeste de Bagdad, justo en el momento en que los fieles abandonaban el templo. La asistencia era especialmente numerosa por la celebración de la Fiesta del Sacrificio. Entre los 15 cadáveres que recibió el depósito del hospital Yarmuk había dos mujeres y dos niñas, según declaró a la agencia France Presse el responsable de ese departamento, Nagi Tchachan. Otras 39 personas seguían internadas al final del día. El ensañamiento de los rebeldes con los chiítas parece confirmar su intención de provocar un conflicto interconfesional. A excepción de la revuelta liderada por el clérigo Muqtada al Sadr, el grueso de la insurgencia procede de la comunidad sunnita. Aunque apenas supone un quinto de la población, ésta ha controlado el gobierno desde la creación del país en 1932 y no ve ninguna ventaja en el sistema electoral que dará el poder a la mayoría chiíta (60 por ciento).
Sin cohesión ni programa, los grupos rebeldes no ofrecen alternativa política alguna, pero han sabido capitalizar el malestar de sus correligionarios con los ocupantes y su desencanto por la falta de servicios. Allí donde no encuentran simpatías, sus métodos, cada vez más brutales, garantizan el silencio. De ahí la dificultad que Estados Unidos y el gobierno provisional encuentran para reclutar fuerzas de seguridad en las regiones sunnitas, al norte y al oeste de Bagdad. Temen ser tachados de colaboracionistas. Ayer mismo, uno de los grupos que se asocian con Al Zarqawi difundió en Internet un video en el que sus militantes degüellan a dos iraquíes que trabajaban en una base de EE.UU. Con anterioridad apareció el cuerpo decapitado de un soldado iraquí en Ramadi, la capital de Al Anbar, con una nota advirtiendo a militares, guardias nacionales y policías que dejen sus uniformes si no quieren correr la misma suerte. Sin embargo, los secuestradores de los ocho ciudadanos chinos que amenazaban con matarlos –también próximos a Al Zarqawi–, difundieron ayer un nuevo video en el que prometen tratarlos “con compasión” si el gobierno de Pekín prohíbe a sus nacionales viajar a Irak, algo que ya desaconsejaba antes de este incidente. Ansar al Sunna volvió a reiterar en una página web que ha “sacrificado” a un británico y a un sueco, pero sus cuerpos no han aparecido.
Por otra parte, otros seis soldados iraquíes murieron en diversos incidentes en Dhiluiya, Samarra y Tus –cerca de Tikrit–, y dos civiles fueron víctimas de un soldado iraquí en Samarra, según fuentes policiales citadas por las agencias de prensa. En Dhiluiya también perdió la vida un soldado estadounidense, lo que eleva a 1362 el número de militares de esa nacionalidad muertos desde la invasión, según el Pentágono. Un suboficial italiano murió al recibir un tiro cuando patrullaba en helicóptero cerca de Nasiriya, al sur de Bagdad. Además, tres empresarios iraquíes fueron asesinados en Majlul, al norte de la capital.
En un incidente menos sangriento, pero no menos preocupante, una docena de insurgentes asaltaron la comisaría de Hit, una ciudad situada a unos 170kilómetros al noroeste de Bagdad, en la provincia de Al Anbar, según informó Reuters. Como es habitual en este tipo de acciones, los policías abandonaron el recinto sin oponer resistencia, por lo que no hubo heridos. Los rebeldes lograron hacerse con sus rifles de asalto, pistolas y munición. Más suerte hubo al suroeste de Kerbala, donde el ejército iraquí localizó en un descampado 65 cohetes Katiushka listos para ser disparados. Según fuentes policiales, los proyectiles iban a utilizarse el día de las elecciones.
El primer ministro iraquí admitió a la cadena estatal de televisión, Iraquiya, que su draconiano plan de seguridad para ese día no garantiza que vayan a impedirse los atentados. “Siempre hay lagunas”, reconoció. Allawi, que se hizo cargo del gobierno el pasado junio cuando EE.UU. devolvió formalmente la soberanía a los iraquíes, no ha logrado contener la violencia a pesar de su política de palo y zanahoria. “Los iraquíes también tienen una parte en el plan informando de las actividades de los terroristas y participando en las elecciones”, señaló buscando su ayuda. A la mayoría les gustaría que fuera así de sencillo.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.