EL MUNDO
La Libération que cayó del cielo... del capitalismo
Libération es el único diario de izquierda francés que convoca a una importante audiencia de lectores. Fue fundado por Jean-Paul Sartre y por el activista de Mayo del ’68 Serge July. Pero está siendo parcialmente comprado por Edouard de Rothschild, símbolo multinacional.
Por Eduardo Febbro
¿Cómo ser de izquierda y salvarse de la quiebra gracias a la intervención del símbolo del capitalismo mundial? La respuesta está en las páginas del diario francés Libération. Este matutino, emblema de las posiciones progresistas y anticonformistas fundado hace 31 años por el filósofo Jean-Paul Sastre y Serge July, una de las cabezas de la revuelta francesa de Mayo del ’68, aceptó que uno de los símbolos del capitalismo internacional, Edouard de Rothschild, pasara a formar parte del capital de la empresa. El ingreso de la dinastía Rothschild no fue una decisión unilateral de la dirección sino una medida aprobada vía un voto mayoritario por el personal.
Esta no es la primera vez que Libération recurre a capitales privados en busca de una tabla de salvación. La multinacional Chargeur, hoy dirigida por el argentino Eduardo Malone, ya intervino en 1996 en un plan de rescate del diario que finalizó en un fracaso. Ahora, la llegada de Edouard de Rothschild marca para algunos “el fin de la aventura y el comienzo de una nueva era” y, para otros, el único medio de mantener a flote el único diario de “izquierda” que cuenta con una audiencia importante. En poco más de 30 años, Libé pasó de 20 mil ejemplares a los 150 mil actuales. Rothschild llega al capital del matutino con una inyección de 26 millones de dólares. El millonario dio su acuerdo para limitar a un 40 por ciento su derecho de voto en el seno del Consejo de Administración a fin de no “influenciar” el contenido editorial del diario. La redacción de Libération mantiene poco más del 33 por ciento del derecho de voto. Hombre de derecha con potentes amistades en los círculos conservadores, apasionado por los caballos, Rothschild, presidente del banco que lleva su nombre y del grupo France Galop, que organiza carreras de caballos, sorprendió a la opinión pública interviniendo en el rescate de un diario que durante años fue la vanguardia del movimiento contra el sistema capitalista. Sin embargo, Rothschild adelantó que su ambición consistía en crear “un grupo de prensa del que Libération tiene que ser el zócalo. Es una nueva aventura, un desafío apasionante”.
¿Cómo explicar este extraño canje entre un millonario y un diario con fama de vanguardista? Según el historiador especializado en la prensa Patrick Eveno, “a partir del momento en que la prensa está en crisis ésta atrae a los capitales que, de hecho, no buscan sacar provecho porque no hay nada que ganar sino, más bien, lo que buscan es influencia e imagen”. En lo que atañe concretamente a las ambiciones del nuevo accionista de Libération, Eveno señala que Edouard de Rothschild “es un personaje interesante. Tal vez esté buscando solamente hacerse un nombre. Es un recién llegado al mundo de la prensa. Tiene todo el tiempo por delante y su fortuna detrás de él”. En la sede del diario, durante las semanas que precedieron el voto del personal, la campaña fue intensa. Los muros y los pasillos llevan las huellas de un auténtico enfrentamiento de concepciones. “Libé es un diario, no una marca. Hay que votar no”, dice un volante mientras que un afiche reza “Quédate con la plata y cállate”. Un afiche pegado en los pasillos advierte que, “sin ocultar nuestras dificultades financieras, consideramos que, tal como ha sido propuesto al voto del personal, el pacto con Rothschild pone en tela de juicio el porvenir de Libération y el papel de su equipo. La independencia del diario está en juego”. El resultado del voto despejó las diferencias. 161 votos a favor de la asociación, 81 en contra y 10 abstenciones. Los periodistas y el personal administrativo, más numerosos, votaron por el “oui” mientras que los obreros que fabrican el matutino se mantuvieron fieles a los orígenes contestatarios de Libération.
La alianza entre la dinastía del capitalismo con la de la contestación no es en nada ajena a las enormes dificultades por las que atraviesa la prensa escrita francesa. Pérdida de lectores y merma de la publicidad condujeron a los diarios a abismos financieros a menudo insalvables. Libération pierde plata, Le Monde y Le Figaro igualmente. Pero la participación de Edouard de Rothschild en el capital de un diario progresista plantea en Francia un problema mucho más grave, es decir, el de la independencia de los medios de comunicación. Casi no hay diario o semanario en Francia que no pertenezca a una multinacional. Junto a otras 70 publicaciones, Le Figaro, L’Express, L’Expansion pertenecen al grupo industrial Dassault –armas y aviones–; Elle y Paris Match son del grupo Lagardere –armas y tecnología militar–, mientras Le Point está controlado por el millonario François Pinault y Le Nouvel Observateur pertenece al millonario Claude Pedriel.
La aventura de la libertad de expresión cuesta cara. Le Monde tiene un déficit real de casi 70 millones de dólares y está buscando un “socio” en los medios de la industria o la finanza internacional. Al lector le queda ahora por definir la credibilidad que le otorga a un diario vanguardista bajo la tutela de la vanguardia del capital. Libération ha muerto ¡Viva el rey!... y la auténtica libertad.