EL MUNDO › LAS ELECCIONES DE HOY DARAN EL PODER AL CREDO QUE RIGE A IRAN
Nace la República Chiíta de Irak
Una paradoja preside las históricas elecciones iraquíes de hoy: son organizadas y fomentadas por Estados Unidos, pero sus más probables ganadores, los chiítas, son los mismos que gobiernan Irán, el vecino de Irak al que EE.UU. considera su principal enemigo estratégico.
Por Mercedes López San Miguel
Un volcán chiíta está por hacer erupción en Irak. Los musulmanes chiítas están preparados para tomar el poder, mientras que los líderes sunnitas llaman a boicotear los comicios de hoy y no se espera otra cosa más que las elecciones estén signadas por la violencia. Con votantes temerosos o que siguen el pedido de los partidos políticos sunnitas en las áreas del centro de Irak, la votación estará circunscripta al sur chiíta y al norte kurdo, pero esta última región es considerada semiautónoma. Y los chiítas, que son mayoría, esperan emerger como los claros ganadores. La paradoja radica en que Washington le otorgará el control a esta rama religiosa del Islam, hegemónica en el fronterizo Irán. Y Teherán se ubica en el primer puesto en la lista de enemigos de la segunda administración Bush por sus “ambiciones” nucleares.
La de hoy es una elección de los chiítas y kurdos, teóricamente guiada por chiítas y kurdos, para dominar a los sunnitas que gobernaron el país durante las siete décadas de su independencia. La resistencia sunnita iraquí ya declaró que la gente que vota es “colaboracionista” con las fuerzas de ocupación. Y Abu Musab al Zarqawi, el hombre de la red Al Qaida en la ex tierra de Saddam, amenazó con una “guerra feroz” al declarar ilegal la votación. La razón por la que los sunnitas quieren sabotearla se debe al lógico odio por la ocupación anglonorteamericana en su país y la batalla por el poder en Irak. Los chiítas representan entre el 60 y el 65 por ciento de la población; los árabes sunnitas el 20 por ciento y los kurdos un 15 por ciento. Así, la política se refleja por el prisma étnicoreligioso.
Turquía, aliado de Estados Unidos –pero cuya opinión pública tiene el más alto sentir anti-Bush del mundo, del 82 por ciento– se inquieta por el resultado electoral en la norteña Kirkuk (la cuarta mayor ciudad iraquí) y ha advertido del posible estallido de un conflicto étnico de dimensiones nacionales si los kurdos se alzan con la victoria. La Comisión Electoral Independiente iraquí permite que los desplazados de la urbe, en su mayoría kurdos, puedan ejercer su derecho al voto. Según cifras de la organización pro derechos humanos Human Right Watch, el régimen del depuesto Saddam Hussein obligó a unas 120.000 personas a abandonar Kirkuk entre 1991 y el 2000. En respuesta a la medida de la Comisión, los partidos árabes y turcomanos (el grupo étnico mayoritario allí), que concurren juntos, han anunciado que boicotearán los comicios.
Curiosamente, el régimen de Ankara quiere evitar lo mismo que pretendió hacer Saddam con su política de desplazamiento y arabización de la ciudad: impedir que cayera bajo control kurdo. Turquía teme que la adhesión de Kirkuk al Kurdistán iraquí sea un paso más hacia la ansiada independencia que persiguen los kurdos en Irak, y anime, de igual forma, los deseos secesionistas de la minoría kurda turca.
Para los chiítas la ley islámica es la que debe regir en Irak. La regla islámica para los clérigos de esta comunidad se opone al tipo de federalismo que buscan los kurdos y sunnitas. Sería tal vez simplificador decir que Irak puede convertirse en otro Irán bajo otros ayatolas. Pero sí que los servicios de inteligencia de Estados Unidos subestiman la ausencia de una estructura política secular entre los chiítas y la importancia de sus líderes religiosos.
Los kurdos se rigen por la organización tribal. Las otras minorías: turcos, asirios y yazidis que suman un 5 por ciento, comparten la inquietud de la elite de Bagdad: no quieren que los gobiernen los clérigos chiítas. La coalición Alianza Unida Iraquí tiene el tácito apoyo del ayatolá Ali al Sistani, el más prominente religioso de Irak. El hombre de barba blanca se inscribe en la tradición de la escuela teológica de los chiítas iraquíes contraria a la teoría del iraní Ruhollah Jomeini acerca de la preponderancia de lo religioso sobre la política.
La votación es compleja. Hay casi 7500 candidatos, en 75 partidos y nueve alianzas, postulados para la Asamblea Nacional de 275 miembros.
Las bancas se asignarán por la representación proporcional de las listas partidarias: no hay circunscripciones. Un partido que obtenga 20 por ciento del voto ganará 20 por ciento de los escaños, y los 55 candidatos que hayan recibido más votos. Los resultados serán declarados alrededor del 15 de febrero y la Asamblea luego formulará una constitución que será puesta a consulta el 15 de octubre. Si es aprobada, un gobierno nuevo será elegido a los tres meses.
La Casa Blanca desea frenar las ambiciones nucleares de Irán –y parece que ahora va en serio luego de oír de boca del vicepresidente Dick Cheney que ese país figura a la cabeza de la lista de “sitios problemáticos”–. Hay que recordar que la ilegal invasión de Irak tuvo como pretexto principal el desarme de Bagdad, pero las armas de destrucción masiva nunca aparecieron. En un intento por evitar que el asunto sea llevado al Consejo de Seguridad de la ONU, el país que forma parte del llamado “Eje del mal” por la doctrina Bush puso un freno a su programa nuclear. Estados Unidos cree que Teherán organiza, entrena y financia a Hezbolá Islámica (Partido de Dios), grupo radical chiíta libanés y ha advertido sobre cualquier “injerencia iraní” en su vecino Irak.
En los centros de inteligencia norteamericana se alude a que los iraníes estarían buscando un socio pro-chiíta en Irak. Ahora, está cerca.