EL MUNDO
“Los 70 terminaron mal, tenemos que aprender de esa experiencia”
Jaime Pérez de Arce, vicetitular del socialismo chileno, confía en que Michelle Bachelet será la futura presidenta de su país y se sumará a la “ola” de gobiernos progresistas de la región. Sus esperanzas y autocríticas.
Por Raúl Dellatorre
El último día de julio quedará consagrada una mujer como candidata oficialista a la presidencia de Chile. La disputa entre los dos partidos de la Concertación –en el gobierno del país trasandino desde hace 15 años– tiene como protagonistas a Michelle Bachelet y a Soledad Alvear, por el Partido Socialista y la Democracia Cristiana, respectivamente. Algunos de los responsables de la campaña de Bachelet estuvieron esta última semana en Buenos Aires, para encontrarse con partidarios suyos de este lado de la cordillera y contar, además, qué hay detrás de este simbólico salto a la primera línea política de dos mujeres, una de las cuales disputará con el derechista Joaquín Lavín la presidencia en diciembre. Jaime Pérez de Arce, vicepresidente primero del PS de Chile, economista y titular además de la Empresa Nacional de Minería de su país, dialogó con Página/12 acerca de la etapa que se abre.
“Somos una generación que se formó en la confrontación con la dictadura de Pinochet. Michelle es hija de un general de la Fuerza Aérea que fuera arrestado y torturado por sus propios compañeros de armas tras el golpe de 1973. Ella fue marcada por la muerte de su padre, su propia detención y la de su madre en los tempranos años de la dictadura. Muchos de los que la acompañamos éramos en esos años militantes estudiantiles, desde donde empezamos a construir la resistencia a la dictadura y reconstruir nuestras organizaciones. No participamos del gobierno de nuestro querido Salvador Allende, como el presidente Ricardo Lagos o Ricardo Núñez (titular del PS) y tantos otros. Pero la nuestra ha sido una transición pacífica, un cambio generacional sin conflictos, sin rupturas, en el que el protagonismo de Michelle Bachelet surgió casi en forma natural, sin que nadie se lo hubiera propuesto, ni siquiera ella misma. Pero no dudamos de que es parte de los nuevos liderazgos que surgen en Latinoamérica y, sobre todo, el Cono Sur, por una demanda de cambios de nuestros pueblos.”
Pérez de Arce se presenta casi sin esperar la pregunta, con un discurso que se enciende apenas ante una alusión a su edad y al inicio de su trayectoria política.
–¿En cuánto pesan los cambios que se están dando en otros países de la región en la voluntad del electorado chileno? ¿El alineamiento internacional es un tema de la campaña?
–Claro que es un tema que importa. Están pasando cosas en la región, a las que Chile no es ni puede ser ajeno. Hay como una nueva ola, nueva búsqueda de gobiernos con un sentido más social, más progresista, más libertario. Algo parecido a lo que sucedió entre los 60 y los 70. Pero aquella vez terminó mal, con dictaduras en casi todos nuestros países. De esa experiencia también tenemos que aprender los partidos progresistas.
–Pero en otros países los cambios se dan por ruptura o por oposición a gobiernos anteriores. En el caso chileno, usted plantea que Chile avanzaría en la misma dirección partiendo desde el propio oficialismo...
–Es que Ricardo Lagos, en función de gobierno, ya expresa ese cambio. Chile es un país que partió en los 90 con la transición. Basta recordar algunas frases en boca de Patricio Aylwin (ex presidente chileno, antecesor de Lagos), como “justicia en la medida de lo posible” o “prudencia para saber olvidar”, para entender la transición que significó Lagos. Michelle agrega otro componente a esa ruptura simbólica, ella vivió esos mismos dolores de las víctimas de la dictadura, pero desde un liderazgo que mira al futuro. Y Soledad Alvear (la candidata de Democracia Cristiana) también es parte de ese cambio.
–Por derecha muchos elogian de Chile económicamente su estabilidad. Por izquierda le critican la injusta distribución del ingreso. La próxima gestión de gobierno, para ser “más social, más progresista”, ¿deberá apuntar ahí?
–Eso es una gran verdad. Hemos sido capaces de superar la extrema pobreza, porque el nivel de calidad de vida de nuestros pobres es superior a la de los pobres de antes. Pero la distancia que existe entre los pobresy los ricos sigue siendo la misma. En esto, la Concertación tiene una muy mala nota. Uno de los grandes propósitos del próximo gobierno es mover esa variable. No es sencillo, no se logra de la noche a la mañana. Y no sólo se logra con cosas tangibles, también valen las intangibles. Michelle Bachelet tiene un capital importante en esto. Si nos preguntan si tenemos un plan para el problema de la distribución, respondemos que no. Queremos construirlo en la función de gobierno, generando participación. Eso también tiene que ver con la calidad de la democracia.
–Cuando usted menciona que “debemos aprender de la experiencia de los 60 y los 70”, ¿a qué se refiere? ¿Lo relaciona con esta forma de construir democracia que acaba de mencionar?
–La izquierda, y el partido socialista en particular, aprendió con mucho dolor de una época en la que tal vez se incurrió en un excesivo ideologismo. Un conjunto de recetas construidas, las soluciones y las formulaciones ya dadas. Cuando usted cree que tiene eso, no necesita consultar a nadie. Usted se cree que, simplemente, sabe. Esas experiencias tan duras hoy nos hacen ver que, por ahí, en eso se nos va la mano, que de pronto caemos en la tecnocracia. Y a la larga, eso termina siendo muy dañino, termina alejando a la gente. Por eso aprender de esa experiencia es también ver cómo se mejora la calidad de la democracia, cómo se busca otra manera, con participación, de construir.
–En la relación de Chile con el resto del Cono Sur, por un lado, y con Estados Unidos, por otro, ¿considera que hay cuestiones a revisar?
–Chile vivió toda esta experiencia que es, en definitiva, la globalización, buscando mejorar oportunidades. A través de tratados comerciales que, como partido socialista, hemos apoyado. Pero siempre hemos mirado esos procesos con la mirada de la necesidad de niveles de integración regional mayores. Estamos convencidos de que nos haría más poderosos. Experiencias como el problema del gas natural con Argentina, hace que se valoren más las políticas de buena vecindad.
–¿No cree que el momento político que se da en la región hace necesario sentarse seriamente a discutir en ese sentido?
–Yo creo que la etapa está para eso. El gobierno de Lula en Brasil, la flamante asunción de Tabaré en Uruguay, aquí mismo en Argentina donde Kirchner encara un enfoque más progresista desde el peronismo, hacen que se den las condiciones para lograrlo. Confío en que así sea. Y Michelle Bachelet, que tengo mucha confianza en que sea la próxima presidente, aportará para ello.