SOCIEDAD › UN MOVIMIENTO INDIGENA JOVEN EN LAS CIUDADES DEL SUR
Los mapuches punk
Mapurbe, es decir mapuches urbanos, es la palabra que define a este movimiento joven que surgió en las ciudades del sur. Ellos van a recitales, forman bandas punk, usan tachas y crestas, pero al mismo tiempo reivindican su identidad mapuche, en una fusión que encuentra adeptos pero también rechazos en la comunidad indígena.
Por Andrea Ferrari
Tienen tachas, crestas, borceguíes, un look a primera vista punk. Pero también una bandera mapuche o un kultrun bordado en la campera de jean. Quienes lo llevan son mapuches punk, o como ellos se llaman, mapunkies. O mapuheavies. Son muchos: en los últimos años empezó a surgir entre los jóvenes mapuches que viven en las ciudades de la Patagonia un movimiento que reafirma su identidad indígena, pero que al mismo tiempo la fusiona con rasgos propios de la cultura urbana. El término que define este movimiento es mapurbe, mapuches urbanos, palabra inventada por un poeta que ellos tomaron prestada y usan en sus publicaciones, en programas de radio y en poesía. Cuentan que a veces los mayores los rechazan, les dicen que eso no es ser mapuche. “A mí me parece bueno que suceda –cuenta una de las integrantes de este movimiento–, porque eso nos permite discutir qué significa ser mapuche hoy.”
Se encontraron por primera vez en ámbitos propios de los jóvenes: recitales, espacios contraculturales. “En esos espacios nos fuimos acercando –explica Lorena Cañuqueo, que tiene 23 años y estudia Comunicación–. Empezamos a discutir realidades que acá en Bariloche son bastante complejas. Esta es una ciudad turística, donde prima la imagen de lo que se vende, de los estereotipos de una ciudad bella, sin conflictos, pero al mismo tiempo hay una parte de la población que vive en las periferias, en barrios formados casi enteramente por mapuches provenientes de zonas rurales, que fueron expulsados de esas áreas. Nosotros somos los hijos de esa gente que estuvo obligada a venirse a las ciudades.”
Dice que muchos no tenían antes de esos encuentros conciencia de ser mapuches. “Había una serie de confluencias: vivir en la periferia urbana, estar desplazados de ciertas relaciones económicas, culturales. Y a eso se le agregaban ciertas características de una identidad indígena. Pero eso se veía, más que como una característica a fortalecer, como un estigma negativo.”
–¿Se sentían rechazados?
–Sí, el rechazo se vive en la escuela, en la primaria, en la secundaria. Estas movidas, los recitales, los encuentros entre los jóvenes posibilitaron la idea de que en lugar de ser un estigma, la identidad indígena se reivindicara. Pero pasó tiempo hasta decir que esa identidad indígena era una identidad mapuche. Esos espacios nos sirvieron para empezar a rastrear momentos de nuestras historias familiares y ver cómo llegamos a ser periféricos dentro de esta sociedad. Surgió fuertemente una historia común de todas las familias, que era la historia del despojo, de desalojos, de negación, una serie de condiciones de subordinación. Entonces empezamos a hablar con más firmeza de que éramos mapuches.
Kreciendo:
Esta unión entre lo punk o lo heavy y lo mapuche es, para Laura Kropff, “el eje de la discusión generacional”. “Ellos no dicen tengo que dejar de ser lo que soy para ser otra cosa: lo que hacen es incluir la heterogeneidad y diversidad de realidades dentro de la noción de mapuche”, dice esta antropóloga de la UBA que viene trabajando el tema para su tesis de doctorado. “Hay gente de generaciones anteriores que no entiende eso. Muchos de los jóvenes explican la incidencia del heavy o el punk en sus trayectorias de vida como discursos de resistencia, que les sirvieron en su momento para explicarse su realidad y que tienen continuidad con la resistencia histórica. Ahora en los recitales under o punk empiezan a aparecer las banderas mapuches, también aparecen en las letras de las canciones, a veces se invita a los jóvenes mapuches a hablar en los recitales. El discurso joven en el movimiento mapuche plantea una cantidad de cosas y, por otro lado, también el discurso mapuche se mete en el movimiento joven. En esas dos instancias se dan procesos muy interesantes.”
Kropff ubica el comienzo de este movimiento a principios de los 90, “pero en las provincias patagónicas el hito fundamental fue el censo del año 2001, que por primera vez incorporó dentro de las preguntas una variable indígena, una pregunta sobre el autorreconocimiento. Como hay una tradición de ocultamiento y negación de la presencia indígena en Argentina, era difícil responder a un censista, un funcionario, que venía a preguntar si se consideraban de origen indígena. A partir de ahí los jóvenes empezaron a decir que hay que plantear la presencia y reconocerse. Pero lo indígena estaba muy asociado a lo folklórico, muy racializado. Estos jóvenes empezaron a hacer un trabajo que apuntaba a la identidad. La misma palabra mapurbe es un neologismo que creó un poeta mapuche joven de Santiago, David Aniñir”.
Poco después surgieron las primeras producciones: fanzines, programas radiales, poemas, donde, dice Lorena Cañuqueo, “aparece la reivindicación de la identidad mapuche a partir de una voz joven, que por un lado denuncia pero también habla sobre el proceso actual, sobre vivir en las ciudades, en los barrios, ser panadero, estudiante o desocupado”. Kropff cita uno de esos poemas en su trabajo:
Reflexionando sobre fotokopias de un libro / y leyendo un FanZine, Piketiando, / o pensando la pintura en la pared, / va el Intelektual de la Kalle, / Repudiando-Recordando el Poxirran, ReVolviendo el Origen, / y Kreciendo su raíz entre el Cemento, / regándose de rekuerdos de llanto, / sangre, tetras, birras, mea’o, Molotov’s, musi-k, bardos, / ideologías pasadas y ¿presentes? / Y rekordando también el Futuro, / organizando una ReVuelta / kon otro Intelectual de la Urbe MapUrbe.
(Poema de Fakundo Wala, aparecido en el fanzine “Tayiñ Weichan”)
El uso de la letra k, dice la antropóloga, “para mí tiene que ver por un lado con la tradición anarco-punkie, que tiene un corte generacional, y por otro es una letra que se usa para transcribir algunos sonidos del mapudungun”, la lengua mapuche.
Los espacios:
Cañuqueo, quien forma parte de la “Campaña de Autoafirmación Mapuche Wefkvletuyiñ”, plantea que uno de los objetivos del movimiento es “pelear con la idea hegemónica que plantean muchos intelectuales orgánicos de que la identidad indígena sólo es posible de sostener en el espacio rural. El proceso histórico que vivieron los pueblos indígenas en general y particularmente el mapuche lleva a que hoy estén presentes en zonas rurales y también en las zonas urbanas: la población mapuche en las ciudades es muy numerosa. Y el hecho de vivir en un espacio urbano no significa tener de ninguna manera tener una identidad más reducida que en las zonas rurales. Por otro lado, tanto la ciudad como el ámbito rural son formas de pensar el espacio que se dan mucho después de la conquista, pero hablan de un mismo territorio. Ciudades como Bariloche, Neuquén, General Roca, Bahía Blanca, están en lo que hoy se reivindica como parte del territorio mapuche. Nosotros entonces no nos desplazamos de nuestros territorio, sí estamos desplazados de ciertas relaciones económico-sociales, muchas veces desvalorizados en nuestra identidad, pero es posible hablar con firmeza de la identidad porque esto sigue perteneciendo a nuestro territorio ancestral”.
El movimiento llevó a muchos jóvenes a participar en ceremonias tradicionales y a algunos hasta a estudiar el mapudungun. Cañuqueo cuenta que en este movimiento también terminaron acercándose algunas familias “que hasta hace poco no hablaban de su identidad o la desvalorizaban: a través de sus hijos han vuelto a entablar una relación con la gente mapuche”. Pero admite que también hay rechazos.
“Mucha gente rechaza esto, se sienten molestos cuando ven chicos que usan cresta, borcegos y andan con una campera con un kultrun o una consigna mapuche. Al menos desde mi punto de vista eso genera un aspecto positivo: analizar las condiciones históricas en que hemos vivido, que hacen que hoy la identidad surja de distintas maneras y poder discutir qué significa ser mapuche hoy. Alguna gente evalúa que este movimiento juvenil lo que hace es transformar negativamente la identidad mapuche, pero por usar tachas o pelos largos uno no la está desvalorizando. Es al revés: estos espacios contraculturales les permitieron a muchos jóvenes conocer su identidad.”