EL MUNDO › CADA VEZ MAS FRANCESES SIMPATIZAN CON SU POLITICA
Le Pen llegó para quedarse
Una nueva encuesta divulgada ayer indica que la popularidad de las políticas de ultraderecha de Jean-Marie Le Pen está aumentando entre los franceses con vistas a las elecciones legislativas de junio.
Por Eduardo Febbro
Dos meses después de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas y de la ola de fondo que estremeció a la sociedad francesa a raíz de la presencia del candidato de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen, la revuelta republicana que recorrió Francia durante las dos vueltas no modificó la relación de fuerzas. Pese a la decena de miles de personas que entre el 21 de abril y el 5 de mayo manifestaron su repudio contra la ultraderecha, esta opción política y sus ideas despiertan un creciente interés en Francia. Un sondeo de opinión publicado hace unos días revela que el 28 por ciento de los franceses adhiere a los principios del partido liderado por Jean-Marie Le Pen, el Frente Nacional. Este porcentaje registrado ahora representa un 11 por ciento más que hace dos años y ello lleva a muchos politólogos a admitir hoy la “lepenización de los espíritus”.
Al 28 por ciento de los consultados le resultaría “chocante” y hasta “lamentable” que el Frente Nacional no obtuviera un caudal de diputados consecuente en el curso de las elecciones legislativas del mes de junio.
La formación ultraderechista es actualmente la tercera fuerza política de Francia pero, a causa de un sistema electoral mayoritario elaborado por los grandes partidos –izquierda y derecha– puede salir de las urnas con muchos votos pero sin ningún diputado. Los resultados de la encuesta son por demás contradictorios. Por un lado, la extrema derecha encuentra cada vez más eco en las urnas y en los “espíritus” y, por el otro, su sombra creciente es juzgada como “un peligro para la democracia” por el 70 por ciento de los franceses –62 por ciento hace dos años–. Sin embargo, esta cifra se ve inmediatamente contradicha por la respuesta a la pregunta “¿Está usted en desacuerdo con la extrema derecha?”. En setiembre del año 2000 el 63 por ciento de los consultados respondía que sí. Esa cifra es hoy notoriamente más baja, o sea, 49 por ciento. Cuantitativamente, los estudios de opinión no hacen más que confirmar las conductas sociales de la vida cotidiana. Francia vive sin tapujos una suerte de “liberación de la palabra” en todo lo que atañen las manifestaciones xenófobas.
El balance de la consulta electoral presidencial es negativo. Jean-Marie Le Pen, con más del 17 por ciento de los votos en la primera vuelta, desplazó al candidato socialista y ex primer ministro Lionel Jospin.
Derrotado por el presidente saliente Jacques Chirac con más del 80 por ciento, Le Pen conserva intactas sus posibilidades de perturbar el orden de las legislativas provocando duelos trilaterales –derecha, izquierda extrema derecha– en numerosas circunscripciones. Su amenaza es tanto más certera cuanto que representa una auténtica hipoteca sobre las elecciones legislativas. Un dato suplementario revela hasta qué punto el voto republicano a favor de Chirac está lejos de repetirse en las legislativas. El 46 por ciento de los encuestados piensa que si la izquierda y la ultraderecha se adelantan a la derecha en la primera vuelta de las legislativas, los conservadores deben mantener sus candidatos en vez de llamar a votar por la izquierda. Ese porcentaje sube al 63 por ciento entre los militantes del partido presidencial RPR. Cabe recordar que el 80 por ciento que sacó Chirac en las presidenciales salió del electorado de izquierda que volcó sus votos en las urnas del actual presidente en vez de abstenerse. En una situación casi semejante, el electorado de derecha no actuaría de la misma manera. Sea en proyección de votos o en audiencia, los ultraderechistas constituyen una fuerza con arraigos profundos en todo el país. En 1999 se creyó que la división en dos ramas del Frente Nacional y el descenso del desempleo significaban su progresiva desaparición. Enese año, el FN registró los niveles más bajos de adhesión. No obstante, el 2002 confirma lo contrario: la escisión debilitó temporalmente a la extrema derecha y, tres años después, las elecciones presidenciales no hicieron más que incrementar su peso. El perfil de las personas “cautivadas” por las sirenas ultraderechistas no ha variado: las personas de edad, las que carecen de diplomas, los obreros, los comerciantes y los artesanos constituyen el ejército electoral del Frente Nacional. Las posiciones asumidas por Jean-Marie Le Pen en lo que atañe a la policía, la justicia, la corrupción, la defensa de los “valores tradicionales” y las críticas contra la clase política son aquellas que más seducen al electorado. En contra de lo que se pensaba, el efecto “seductor” de la ultraderecha se explica hoy menos por su discurso radical en contra los extranjeros que por el impacto que tienen los temas ligados a la seguridad. De allí que los analistas hablan de “lepenización pasiva de la sociedad”. Con todo, pasiva o activa –xenofóbica–la extrema derecha se ha instalado por mucho tiempo en el centro de la bipolar arquitectura política francesa.