EL MUNDO
El Cáucaso Norte descansa en paz (con unos cien insurgentes muertos)
Fuerzas militares y policiales rusas extinguieron ayer los tres últimos focos de resistencia rebelde en Nalchik, capital de la república de Kabardino-Balkaria, que anteayer fue objeto de ataques simultáneos por entre 200 y 600 rebeldes fundamentalistas chechenos.
Por Andrew Osborn *
Desde Moscú
El presidente ruso, Vladimir Putin, puso ayer bajo aviso a los militantes chechenos de que no mostrará compasión luego de que sus tropas usaran un masivo poder de fuego para reprimir el asalto rebelde más grande y audaz en más de un año. Putin habló luego de que fuerzas especiales y tropas del Ministerio del Interior en Nalchik, la ciudad sureña de Rusia atacada el jueves, se jactaran de haber “destruido” los tres últimos grupos de rebeldes que mantenían como rehenes a civiles y policías.
El número de bajas en la ciudad, que los rebeldes intentaron fallidamente tomar por la fuerza, subía constantemente ayer, con las autoridades afirmando haber matado a 91 atacantes y capturado vivos a 36. La TV rusa mostraba imágenes de hombres barbudos con mirada derrotada que hacían fila en ambos lados de la pared de una comisaría, bajo custodias por hombres enmascarados con Kalashnikovs. El número de civiles muertos también era alto, aunque una lista final aún debe ser confeccionada. Por contradictorios anuncios oficiales queda claro, sin embargo, que al menos 20 civiles murieron junto con 24 policías y numerosos soldados. Por lo menos otros 140 están en el hospital, algunos en condición crítica.
En conversaciones con los titulares de sus llamados “ministerios de fuerza” (Interior, Seguridad, Defensa y agencias de inteligencia), Putin prometió que cualquier futura agresión rebelde será reprimida de la misma forma decisiva. “Es malo que ataques de bandidos de este tipo sean posibles,” dijo. “Y es una enorme tragedia que hayamos sufrido la pérdida de funcionarios de seguridad y civiles. Cualquiera que haya sufrido y los parientes de los fallecidos recibirán ayuda.
“Lo bueno –continuó Putin– es que esta vez las agencias de seguridad y las fuerzas armadas actuaron coordinadamente, de forma efectiva y severa. Cualquiera que se levante en armas en el futuro y amenace vidas y la salud de nuestros ciudadanos o la integridad territorial de Rusia tendrá que vérselas con ellos de la misma manera. Responderemos severa y proporcionalmente.”
Fuerzas especiales llevaron a cabo tres operaciones de limpieza de rebeldes, matando al menos 20 hombres armados en el curso del día. Ocho combatientes rebeldes se habían amotinado en una comisaría local con cinco rehenes mientras dos o tres militantes se refugiaban en una tienda de regalos con dos mujeres como rehenes. Otros 12 guerrilleros ocuparon una prisión con 12 rehenes. Los tres grupos eran los restos de una fuerza más grande de entre 200 y 600 combatientes.
Las autoridades afirmaron en la tarde de ayer que todos los rehenes habían sido liberados sin daños y que todos los militantes que los habían sometido habían sido “destruidos”. La televisión rusa mostró un vehículo blindado atravesando una pared de la tienda de regalos luego de que se lanzaran granadas a través de sus ventanas enrejadas. Las granadas contenían un gas paralizante y momentos después las dos rehenes fueron llevadas en estado de shock a una ambulancia que las estaba esperando.
Los militantes en la comisaría sufrieron un destino diferente. Se informó que negociaron una camioneta sólo para después chocarla contra un árbol y morir en el tiroteo. La prisión fue aparentemente tomada por asalto. Las operaciones “de limpieza” buscaron trazar una línea roja luego de dos días de conflicto que pusieron en cuestión las afirmaciones del Kremlin de haber puesto bajo control la conflictiva región del Cáucaso Norte.
El asalto fue la operación rebelde más grande desde la toma de rehenes en la escuela de Beslan el año pasado y mostró que los militantes chechenos están lejos de haber sido derrotados. Pueden haber sido repelidos con grandes pérdidas pero dejaron una zona de guerra detrás de ellos, capturaron una gran cantidad de armas y municiones y pusieron a las autoridades rusas bajo aviso de que se abrió un nuevo frente más amplio contra Moscú. El ataque fue una copia idéntica del que tuvo lugar en junio de 2004 en la ciudad de Nazran, en la vecina Ingushetia, y parlamentarios rusos dijeron que era claro que el Kremlin no había aprendido la lección.
Un sitio web reconocido como el portavoz oficial del gobierno checheno rebelde dijo que sus “mujaidines” fueron los responsables del ataque. Testigos dijeron haber visto al jefe militar checheno Shamil Basayev, el hombre detrás de la toma de rehenes en Beslan en la cual murieron 331 personas, dirigiendo personalmente los ataques. Sin embargo las autoridades no han dado importancia a esos informes.
Nalchik presentaba ayer un aspecto irreal: las escuelas permanecieron cerradas, como la mayor parte de las tiendas; las calles estaban desiertas, el transporte no funcionaba en el centro de la ciudad y el aeropuerto, uno de los blancos atacados, permanecía bajo protección. Pero al final del día, el bloqueo a la ciudad fue prácticamente levantado por el ejército y el aeropuerto empezó a recibir aviones de pasajeros.
En un acontecimiento relacionado, que podría tensar las relaciones anglo-rusas, el ministro del Exterior ruso, Sergey Lavrov, presionó nuevamente a Gran Bretaña ayer para extraditar a Akhmed Zakayev, un emisario rebelde checheno, con base en Londres. Zakayev fue citado más temprano declarando que el ataque representaba una nueva fase en la lucha de Chechenia por la independencia.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Virginia Scardamaglia.