EL MUNDO › LOS JOVENES ANTILEPENISTAS NO IRAN A VOTAR POR EL SOCIALISMO

París ya no es una fiesta de la izquierda

Los jóvenes que salieron a luchar en las calles el 1º de Mayo contra el fascismo ya no están allí. Los socialistas creían contar con ellos para las elecciones legislativas de hoy, pero la respuesta ha sido la apatía: el peligro para la República ha pasado, y a través de la demovilización avanzan dos tipos distintos de derecha.

 Por Eduardo Febbro

Todavía con los labios llenos del polvo de la derrota la izquierda francesa se había puesto a soñar: la extraordinaria movilización juvenil que tuvo lugar en Francia entre las dos vueltas de la elección presidencial les hizo creer a los socialistas que aquello que habían perdido en las urnas lo acababan de recuperar en su terreno histórico, las calles. A lo largo de casi dos semanas, los jóvenes de entre 18 y 25 años abandonaron las aulas de los bachilleratos y de las universidades para ocupar las calles en signo de repudio por la presencia del líder de la ultraderecha, Jean-Marie Le Pen, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. El primero de mayo pasado, más de un millón y medio de jóvenes salió a la calle con banderas francesas y consignas de todo tipo, desde las tradicionales frases contra el fascismo y el nazismo hasta los elaborados reclamos a una clase política acusada de encerrarse en el juego del poder. Un mes después de ese “sobresalto republicano” y en vísperas de la primera vuelta de las elecciones legislativas, esos jóvenes que prometieron una lucha sin cuartel contra la extrema derecha se han vuelto un ejército inactivo e invisible, flotante, ambivalente, confuso, sin muchas esperanzas, desconfiado y sin fe. El sobresalto pasó y solo un puñado de jóvenes logró continuar en el terreno la lucha simbólica contra el mal supremo. Los jóvenes critican, afirman que Jean-Marie Le Pen “es un facho”, un “terrorista”, “un racista asqueroso”, “una vergüenza para Francia”... pero sin más.
Los comités de lucha, los círculos ciudadanos, los clubes de acción, las asociaciones “antifrente”, todas aquellas ideas que nacieron bajo la emoción de la primera vuelta de las presidenciales parecen no haberse plasmado en una acción concreta. Los socialistas contaban con ellos, pero los jóvenes no han respondido “presentes”. La extrema derecha sigue poniendo un cañón en la sien de la República y aquella juventud que salió movida por la emoción hoy se quedó en su casa. Marie, una bachiller del distrito 17 de París, reconoce que “las manifestaciones fueron sobre todo un gesto emocional, pero la emoción no basta para crear un movimiento. Lo que ocurrió entre el 1º de Mayo y esta primera vuelta es muy simple, la emoción decayó y, con ella, el movimiento de repudió a Le Pen que se plasmó en las calles”. Manuel, un estudiante de primer año de derecho, admite que “nadie habla de las elecciones, las cosas volvieron a ser como antes. Creo que los jóvenes sintieron que el 82 por ciento que Chirac sacó en la presidencial bastaba para poner a salvo los valores de la República”. Efectivamente, las encuestas registran una apatía creciente entre los jóvenes que entonces se movilizaron y los que hoy podrían no votar o incluso votar por la derecha “tradicional” de Chirac. La falta de movilizaciones en las calles refleja su falta de movilización electoral. El socialismo tradicional, después de la catastrófica derrota de Lionel Jospin, no provee un argumento convocante. Por esta indiferencia pueden colarse elementos políticos peligrosos.
Salvo contadas excepciones, el discurso es similar en todos los ámbitos: el sobresalto pasó y las cosas regresaron a su cauce normal. Los jóvenes no asimilan como un “peligro para la democracia” que el partido de Jean Marie Le Pen saque un puñado de diputados en las elecciones legislativas. “Hay que conservar la medida de las situaciones”, asegura ofuscado Jean Pierre, otro estudiante de segundo año de seguridad informática. Anne Muxel, investigadora en el Cevipof (Centro de estudios de la vida política francesa) y autora del libro “La experiencia política de los jóvenes”, explica que los movimientos como los del 1º de Mayo “son la cristalización de una marcada sensibilidad entre los estudiantes más jóvenes, o sea, lade un rechazo a las ideas del Frente Nacional y al racismo creciente. La dimensión emocional del movimiento fue muy fuerte. Puede entonces hablarse de una reacción emocional, pero no es todo. Las manifestaciones también vehiculizaron críticas a la clase política, responsable de haber permitido el ascenso de la extrema derecha”. Según la experta francesa, la evolución política de la sociedad francesa llevó a que los jóvenes “perdieran un poco las marcas entre las ideologías”. En ese contexto, la única “imagen estructurante que quedaba fue la de Jean Marie Le Pen. Sin embargo, no hay que olvidar un dato: los jóvenes son todo menos indiferentes. Son desconfiados pero exigentes, escépticos que reclaman constantemente”.
La temprana juventud que colmó las calles de Francia respondió más a las amenazas y a los imperativos morales del momento que a una lógica partidaria. La izquierda esperaba recoger en las urnas los frutos de las movilizaciones. La juventud les ha dicho que no. Que esas son maniobras políticas y no un combate por los valores de la República.

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Aquellos fueron los días: una masiva marcha contra Le Pen y el fascismo en abril.
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