Lunes, 6 de febrero de 2006 | Hoy
El cuarto día de protestas contra las caricaturas de Mahoma se extendió al Líbano y resultó en quema de la embajada danesa, 200 detenidos, 30 heridos y la renuncia del titular de Interior.
“Fuera de control.” Así describió la situación que se vivió ayer en Medio Oriente, y específicamente, en el Líbano, el ministro de Relaciones Exteriores danés, Per Stig Moeller, después de que unos diez mil musulmanes, que protestaban contra la publicación de las caricaturas del profeta Mahoma, quemaran el consulado de Dinamarca. A diferencia de los incidentes en Siria del sábado –en los que fueron atacadas las embajadas danesa, sueca y noruega–, el nivel de violencia fue mucho mayor en Beirut dejando un saldo de 30 heridos, unos 200 detenidos y la primera víctima política desde que empezó la controversia: la renuncia del ministro del Interior libanés. Aunque la situación se logró controlar –varias horas después–, tanto Noruega como Dinamarca consideraron que la situación no era segura para sus ciudadanos; la primera los instó a que se quedaran en sus casas y la segunda fue aún más allá, y les pidió que dejen el país.
Pero las protestas no se circunscribieron solamente a Medio Oriente. En Estambul, la policía logró frenar ayer a unos mil manifestantes que se acercaban al consulado danés en la ciudad. En Bruselas, varios miles de personas se manifestaron pacíficamente para protestar por la publicación de las caricaturas de Mahoma. En París, al igual que en Viena, un millar de personas salieron a la calle por el mismo motivo. Fuera de Europa, unos tres mil egipcios se manifestaron sin incidentes en El Cairo pidiendo la ruptura de relaciones con Dinamarca y Noruega. Además, las autoridades de esa capital decidieron retirar los productos de origen danés de todos los supermercados por temor a actos de represalia por parte de los consumidores islámicos. En Naplusa, en Cisjordania, una veintena de palestinos armados pintaron una gran X en la puerta del centro cultural francés y la inscripción: “Cerrado hasta que su país se disculpe”. Desde Irak, el ejército islámico de ese país, responsable de varios secuestros y asesinatos, amenazó ayer con atacar intereses de los países europeos, entre ellos “Dinamarca, Noruega, Alemania, Francia, Holanda y España”. Más todavía, y a nivel oficial, el ministro de Transporte iraquí, Salam al Maliki, anunció que congelará todos los contratos con Dinamarca y Noruega y agregó que a partir de ahora su ministerio “rechaza la ayuda otorgada por Dinamarca”.
Una pancarta se repetía en cada una de estas manifestaciones: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”. Sin embargo, en Beirut estas consignas, de por sí pacíficas, estuvieron acompañadas por autos quemados o destruidos –algunos pertenecientes a la policía y los bomberos–, e iglesias y comercios apedreados. Los miles de musulmanes respondían a un grupo hasta ahora desconocido, el Movimiento Nacional para la Defensa del Profeta Mahoma y, según el gobierno libanés, una gran mayoría de ellos serían palestinos y sirios. Esto ya llevó a acusaciones desde la mayoría parlamentaria antisiria que aseguraban que los altos niveles de violencia se debieron a infiltrados extranjeros, especialmente sirios, con el objetivo de desestabilizar al país.
La renuncia del ministro del interior libanés, Hasan Sabeh, es quizá la mejor evidencia del nivel de violencia y descontrol que se vivió ayer en Beirut. Todo comenzó cuando la multitud de manifestantes sobrepasó el cordón policial que protegía el consulado danés, dejando vía libre a la destrucción. Recién cuando se hizo evidente que la situación se había descontrolado, el gobierno ordenó desplegar dos mil oficiales de seguridad que sólo después de varias horas, una iglesia, decenas de comercios y autos destruidos, pudieron retomar el control y arrestar a unas 200 personas. Tanto los cristianos que forman parte del gobierno como los que son oposición fueron los principales promotores de la renuncia de Sabeh, argumentando que no había podido controlar la situación. La respuesta del ahora ex ministro fue que no quiso abrir fuego contra los manifestantes porque “no quería ser responsable de una carnicería”.
Los incidentes en Beirut provocaron la condena de prácticamente toda la comunidad internacional. El secretario de la ONU, Kofi Annan; la Unión Europea; Washington e, incluso, el secretario de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), Ekmeledin Ihsanoglu, que no sólo los consideró “lamentables y deplorables”, sino que también aseguró que “ofenden la verdadera imagen del Islam”. Desde la ciudad alemana de Dresde, donde se reunieron el fin de semana los presidentes de Italia, Portugal, Hungría, Austria, Finlandia y Letonia, invitados por el presidente alemán Horst Koehler para participar en unas jornadas de reflexión sobre Europa, los mandatarios coincidieron en que, a pesar de la importancia del respeto a todas las religiones, “el combate y las amenazas son inaceptables independientemente de las circunstancias”.
La violenta jornada del sábado en Damasco dejó algunas secuelas. Por un lado, el gobierno danés ya pidió al gobierno sirio que lo indemnice por todos los destrozos sufridos. Además, los países escandinavos ya les han comunicado a sus ciudadanos que tampoco consideran que la situación allí sea segura para ellos. Por otro lado, la Cancillería chilena aceptó el ofrecimiento de su par argentina para que mude a todo su cuerpo diplomático en Damasco al edificio del consulado argentino, ya que la embajada chilena quedó destruida después de los ataques que sufrió durante el fin de semana.
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